Tolerancia neandertal
Neandertales y sapiens aceptaron en el seno de sus familias a hijos mestizos que fueron tratados como uno m¨¢s, reflexiona la autora
El pasatiempo preferido de un ser humano es otro ser humano. El tama?o del cerebro de Homo sapiens ha evolucionado precisamente bajo la presi¨®n de necesitar relacionarnos con los dem¨¢s. La ciencia apunta a que existe una asociaci¨®n entre el grosor de la corteza cerebral en los primates y el tama?o del grupo con el que esa especie es capaz de establecer una relaci¨®n plena. En el caso de Homo sapiens, ese grosor es una buena medida del esfuerzo y tiempo que le dedicamos a las vidas ajenas. Est¨¢ claro que a una especie hiper-social como la nuestra, le compensan todos los dolores de cabeza que acarrea intentar entenderse con sus semejantes. Es por ello que estudios como el que acaba de publicar la revista Science sobre el cromosoma Y de poblaciones humanas extintas nos fascinan. M¨¢s all¨¢ de su indudable valor cient¨ªfico, estos an¨¢lisis nos regalan datos espec¨ªficos con los que poder imaginar el car¨¢cter de esa interacci¨®n tan estrecha entre los neandertales y los humanos modernos, y son los detalles personales los que al final, como humanos, m¨¢s nos intrigan.
Sab¨ªamos que nuestra especie hab¨ªa hibridado con los neandertales, y como testigo de este cruce tan ¨ªntimo, sucedido hace entre 40 y 80.000 a?os, portamos en nuestra sangre entre un 1% y un 4% de ADN neandertal. Sin conocer mucho m¨¢s sobre el car¨¢cter de esa interacci¨®n tan estrecha ¡ª?espor¨¢dica? ?estable? ?violenta? ?consentida?¡ª el hecho de que ese ADN neandertal hubiera llegado a nuestros d¨ªas, era se?al inequ¨ªvoca de que esos hijos h¨ªbridos fueron aceptados y cuidados por el grupo. En este nuevo estudio, el investigador Martin Petr y su equipo identifican un episodio de hibridaci¨®n todav¨ªa m¨¢s antiguo, hace entre 200 y 300.000 a?os, y que como resultado habr¨ªa dejado, en este caso, una huella sapiens en el genoma neandertal. Constatar que existi¨® flujo gen¨¦tico en ambos sentidos nos permite deducir que tanto neandertales primero, como humanos modernos despu¨¦s, aceptaron en el seno de sus familias ni?os de herencias mixtas, ni?os probablemente diferentes en su aspecto, en su comportamiento, en sus capacidades. Ni?os singulares que fueron tolerados e incluso queridos; o ni?os, qui¨¦n sabe, cuyas diferencias no fueron siquiera percibidas por el grupo porque desde el principio fueron tratados como uno m¨¢s.
En un momento hist¨®rico de tanto conflicto interpersonal, incluso b¨¦lico, entre individuos de la misma especie; en el que las sociedades y los pa¨ªses levantan muros de car¨¢cter arbitrario y cultural entre sus semejantes; en el que nos peleamos entre nosotros por cuestiones que ni son vitales ni en realidad nos importan, produce asombro y nostalgia pensar que hubo otro tiempo en que ni las barreras biol¨®gicas fueron suficientes para aislarnos. Acostumbrados a atribuirnos todas las cualidades positivas, cabe preguntarse si fue de los neandertales de quienes aprendimos a tolerar al que era diferente. Tambi¨¦n cabe investigar si en ese pu?ado de ADN neandertal que a¨²n nos queda, es donde se codifica la sana aceptaci¨®n de la diversidad que a veces se nos olvida.
Mar¨ªa Martin¨®n Torres es directora del Centro Nacional de Investigaci¨®n sobre la Evoluci¨®n Humana (CENIEH).
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