Ciencia de arte y ensayo

Solemos entender que arte y ciencia son dos conceptos opuestos, pero eso es solo por la penosa incapacidad de nuestro sistema educativo y acad¨¦mico para romper fronteras y estimular proyectos interdisciplinarios. En las neblinosas ¨¢reas sem¨¢nticas de nuestro c¨®rtex cerebral, el arte es el mundo de la creatividad, y la ciencia el de la precisi¨®n. Tonter¨ªas. El artista, arquitecto y cient¨ªfico Filippo Brunelleschi descubri¨® en los albores del Quattrocento unas leyes de la perspectiva que no solo poseen una precisi¨®n matem¨¢tica, sino que han sido saludadas por premios Nobel como Frank Wilczek como un paradigma de elegancia, la cima del pensamiento cient¨ªfico. Consiste en encontrar una descripci¨®n breve y comprensible de una gran cantidad de fen¨®menos hasta entonces inconexos.

Mirando al mismo asunto desde la perspectiva opuesta, los f¨ªsicos suelen considerar que la relatividad general de Einstein es una obra de arte. La teor¨ªa dice ¨Cen una insuperable ecuaci¨®n ling¨¹¨ªstica del f¨ªsico John Archibald Wheeler¡ª que la materia le dice al espacio c¨®mo curvarse, y el espacio le dice a la materia c¨®mo moverse. Es la teor¨ªa gravitatoria que super¨® a la de Newton por muchos decimales en la predicci¨®n de lo que ocurre en el cosmos ¨Cel tiempo y el espacio se dilatan o contraen, propagan ondas gravitacionales y forman agujeros negros¡ª, y constituye uno de los mayores hitos cient¨ªficos de la historia. Pero adem¨¢s es una obra de arte, disparada m¨¢s por la imaginaci¨®n que por la observaci¨®n, dotada de una autoconsistencia similar a la de una gran novela o un cuadro perfecto. La relatividad es las Meninas de la ciencia.

La m¨²sica ha tenido una relaci¨®n ¨ªntima con la ciencia desde la prehistoria de ambas disciplinas. Unas tablillas cuneiformes demuestran que los ancestrales mesopot¨¢micos ya conoc¨ªan lo que ahora llamamos escala pitag¨®rica (do re mi fa sol la si do¡­ y vuelta a empezar). Esa escala es el cimiento universal de toda m¨²sica, y se obtiene con unos algoritmos de insultante simplicidad, como dividir la cuerda a dos tercios de su longitud y repetir siete veces (para m¨²sicos: hay que empezar por fa). El experimento de Pit¨¢goras, o del mesopot¨¢mico olvidado que lo hiciera, demuestra que nuestra experiencia est¨¦tica se basa en las matem¨¢ticas.

La relatividad es las ¡®Meninas¡¯ de la ciencia

El resultado resulta tan asombroso que Pit¨¢goras y su secta se pasaron de frenada e inventaron una religi¨®n, por si hiciera falta alguna m¨¢s, conocida como la armon¨ªa de las esferas, que intentaba aplicar esas relaciones num¨¦ricas simples al Sistema Solar. Aquello fue un desastre. El caso es que ¡®s¨ª¡¯ hay principios num¨¦ricos simples que rigen el sistema solar, como las leyes de Kepler, pero Pit¨¢goras no podr¨ªa haberlas descubierto en su tiempo, menos a¨²n creyendo que la Tierra era el centro del universo.

La armon¨ªa de las esferas no es una teor¨ªa bella, entre otras cosas porque es err¨®nea. La belleza de nuestro sistema solar reside en las leyes de Kepler y en su interpretaci¨®n por Newton. Es una est¨¦tica que no se puede apreciar con el ojo desnudo, sino con las matem¨¢ticas de bachillerato. Que vuelvan los artistas.

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