Tumbando falsas creencias
Hasta principios del siglo XIX no se encontr¨® base cient¨ªfica para explicar a qu¨¦ es debido el color rojo que a veces presenta el pan y que la Iglesia utiliz¨® para acreditar la transustanciaci¨®n
La ciencia ha venido a tumbar viejos idealismos cuyo origen ha sido fundado en la falsa interpretaci¨®n de los hechos naturales. La historia que aqu¨ª traemos es tan solo un ejemplo.
Se trata del relato que guarda relaci¨®n con la festividad del Corpus Christi, se?alada en nuestro almanaque como conmemoraci¨®n de la Eucarist¨ªa, o lo que es lo mismo, como conmemoraci¨®n del momento de la transustanciaci¨®n por la cual el pan y el vino se convirtieron en cuerpo y sangre de Cristo.
Porque el banquete pascual viene celebr¨¢ndose a los sesenta d¨ªas del Domingo de Resurrecci¨®n desde que en 1263, en Bolsena, en la regi¨®n italiana de Umbr¨ªa, un sacerdote de Praga se detuvo en la Iglesia de Santa Cristina para celebrar una misa. Mientras declamaba las palabras de consagraci¨®n, ocurri¨® el milagro de la transustanciaci¨®n y la Hostia se convirti¨® en sangre.
Dicho milagro ser¨ªa interpretado siglos despu¨¦s, en 1512, por Rafael Sanzio con el fresco que pint¨® sobre la ventana de la Sala de Heliodoro, en el Vaticano, y que lleva por t¨ªtulo La misa de Bolsena. En dicha pintura aparece Julio II, barbado y anciano, arrodillado frente al sacerdote que sostiene la Hostia donde se aprecia una cruz de sangre.
La propaganda de la Iglesia cat¨®lica instrumentaliz¨® el hecho ocurrido en Bolsena aunque el pan llevaba convirti¨¦ndose en sangre desde hac¨ªa tiempo
La propaganda de la Iglesia cat¨®lica instrumentaliz¨® el hecho ocurrido en Bolsena aunque el pan llevaba convirti¨¦ndose en sangre desde hac¨ªa tiempo. El historiador romano Quinto Curcio Rufo nos cuenta c¨®mo, en el a?o 332 a.C, estando los hombres de Alejandro Magno asediando la ciudad de Tiro, en el momento de cortar unas rebanadas de pan, vieron brotar unas gotas de sangre y se asustaron. Entonces el adivino Aristandro los calm¨®, dici¨¦ndoles que era buen presagio, ya que la sangre brotaba de la parte de adentro. Esto fue lo que les dio esperanzas para tomar la ciudad.
Hasta principios del siglo XIX no se encontr¨® base cient¨ªfica para explicar la conversi¨®n del pan en sangre. Fue gracias a Bartolomeo Bizio, un joven estudiante italiano de farmacia que, experimentando con s¨¦mola de ma¨ªz, descubri¨® c¨®mo esta, al contacto con el aire caliente y h¨²medo, se cubr¨ªa con un pigmento rojo y gelatinoso denominado prodigiosina y que Binzo identific¨® err¨®neamente con un hongo. Lo bautiz¨® como Serratia marcescens en honor del monje toscano del siglo XVIII Serafino Serrati, pionero de la propulsi¨®n a vapor en los barcos.
La historia de la ciencia es una historia de errores y de superaci¨®n de los mismos. En este caso, la prodigiosina no solo sirve de ejemplo para ilustrar c¨®mo el pensamiento m¨¢gico puede ser aplastado, sino tambi¨¦n para acercarnos a uno de los mayores errores cient¨ªficos contempor¨¢neos. Porque en un primer momento, la citada prodigiosina se utilizar¨ªa como marcador biol¨®gico sin conocer su riesgo letal.
La pintura y la guerra quedaron unidas en la historia por obra de una bacteria letal cuyo aspecto es semejante al de la sangre
En 1950, la Armada estadounidense practic¨® un simulacro de guerra bacteriol¨®gica para probar hasta qu¨¦ punto estaban los norteamericanos preparados para la misma. Dispuso que una serie de barcos militares arrojasen al mar grandes cantidades de Serratia marcescens, bacteria que luego el viento arrastr¨® hasta San Francisco. A¨²n se desconoc¨ªa lo mort¨ªfera que pod¨ªa resultar la citada bacteria y hubo casos de infecci¨®n urinaria y neumon¨ªa, as¨ª como casos de muertes por endocarditis, una inflamaci¨®n de la envoltura interna de las c¨¢maras y v¨¢lvulas card¨ªacas.
De esta manera la Serratia marcescens se convertir¨ªa en una bacteria con alto riesgo de infamia colectiva desde que, un lejano d¨ªa, la iglesia cat¨®lica decidiese utilizar el truco del milagro para as¨ª dormir la raz¨®n cient¨ªfica; una verdad que ser¨ªa despertada por un joven estudiante de farmacia, siglos despu¨¦s, para terminar siendo explotada con fines militares. Entre medias, Rafael Sanzio interpret¨® el milagro del arte sobre una ventana del Vaticano. Con estas cosas, la pintura y la guerra quedaron unidas en la Historia por obra de una bacteria letal cuyo aspecto es semejante al de la sangre.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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