Trinidad Arroyo, la mujer que vot¨® 17 a?os antes que las dem¨¢s
La m¨¦dica, nacida hace 150 a?os, oper¨® los ojos de Benito P¨¦rez Gald¨®s y particip¨® en unas elecciones generales antes de la aprobaci¨®n del sufragio femenino
La imagen debi¨® ser chocante en la ¨¦poca, y no por el tosco a?adido de un se?or con bigote. La fotograf¨ªa, difundida en el diario ABC el 24 de abril de 1916, mostraba a una sola mujer, Trinidad Arroyo, acercando su voto a una urna, rodeada de una veintena de hombres encorbatados. Unos d¨ªas despu¨¦s, la popular revista Mundo gr¨¢fico public¨® que Arroyo era la primera mujer que votaba en unas elecciones generales en Espa?a. El resto no pudo votar hasta casi dos d¨¦cadas despu¨¦s, en 1933, tras la aprobaci¨®n del sufragio femenino en Espa?a. Este a?o se cumplen 150 del nacimiento de aquella pionera, con una vida tan asombrosa como olvidada.
Trinidad Arroyo naci¨® en Palencia en 1872, pele¨® con apenas 16 a?os para ser admitida en la Facultad de Medicina de Valladolid ¡ªdonde era la ¨²nica alumna¡ª y se convirti¨® en la primera oftalm¨®loga de Espa?a. Ella y su marido, Manuel M¨¢rquez, establecieron una exitosa consulta en Madrid, por la que desfilaron las celebridades de la ¨¦poca, como el escritor Benito P¨¦rez Gald¨®s, que en 1912 se oper¨® all¨ª las cataratas que le estaban dejando ciego. El diario republicano El Pa¨ªs celebr¨® as¨ª el resultado de aquella intervenci¨®n: ¡°Ya ve el escritor espa?ol que ha visto m¨¢s, que ha visto mejor, que ha penetrado m¨¢s hondo, m¨¢s adentro, en el alma de los hombres y de las cosas. [...] Este matrimonio famoso en la ciencia, y al que deben gratitud las letras espa?olas, ha salvado a Gald¨®s de la ceguera, y ha salvado a Espa?a de perder los frutos galdosianos¡±. La propia Arroyo se refer¨ªa a las delicadas operaciones en los ojos como ¡°cirug¨ªa de dama¡±.
El m¨¦dico y periodista Juan Fern¨¢n P¨¦rez entrevist¨® a la oftalm¨®loga en la revista Espa?a M¨¦dica, en el verano de 1912. ¡°Confieso ingenuamente el craso error en que yo estaba juzgando incompatibles en la mujer la profesi¨®n m¨¦dica y las labores de su sexo¡±, arrancaba el reportero. ¡°Los visillos, los transparentes, las cortinas de terciopelo que hay en su casa, todo est¨¢ cortado, cosido y bordado por ella¡±, a?ad¨ªa el periodista, sorprendido porque Trinidad Arroyo montaba a caballo, sab¨ªa franc¨¦s y alem¨¢n y tocaba piezas de Mozart al piano, adem¨¢s de guisar cuando se ausentaba su cocinera. La entrevista estaba ilustrada con una fotograf¨ªa de la oftalm¨®loga pasando consulta, pero tambi¨¦n con otra imagen en la que aparec¨ªa con la m¨¢quina de coser.
Aquel a?o de 1912, un sector de las sufragistas brit¨¢nicas ya hab¨ªa decidido recurrir a la violencia para exigir el voto de las mujeres: enviaban cartas explosivas a los pol¨ªticos, pon¨ªan bombas y quemaban iglesias, pero no consiguieron votar hasta 1918. En Espa?a no se hab¨ªa contagiado la indignaci¨®n. Arroyo pudo votar antes que las dem¨¢s porque algunos senadores eran elegidos por las universidades y, en 1916, ella era profesora auxiliar en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Madrid.
?Fue realmente Trinidad Arroyo la primera mujer que vot¨® en Espa?a? Un nuevo libro, Tras las huellas de cient¨ªficas espa?olas del XX (Next Door Publishers), rescata ahora del olvido las biograf¨ªas de una docena de pioneras de la ciencia, incluida la primera oftalm¨®loga. ¡°Trinidad Arroyo se convirti¨® en 1916 en la primera mujer que pudo votar en las elecciones al Senado¡±, sentencia en el libro la neurocient¨ªfica Mar¨ªa Jos¨¦ Barral.
La jefa del Archivo del Congreso de los Diputados, Maruca Martinez-Ca?avate, no lo tiene tan claro. ¡°Es como buscar una aguja en un pajar¡±, advierte. La archivera recuerda que algunos senadores eran elegidos por multitud de corporaciones, desde los arzobispados a las universidades, pasando por las reales academias y las sociedades econ¨®micas. Ser¨ªa necesario investigar si hab¨ªa alguna mujer en cada una de esas instituciones y revisar los archivos de turno, si todav¨ªa existen, en busca de las actas de escrutinio, para averiguar si votaron en algunas elecciones. El acta de la votaci¨®n de Trinidad Arroyo en 1916 en la Universidad Central (hoy Complutense) no consta en el archivo hist¨®rico de la instituci¨®n madrile?a, seg¨²n explica su responsable, Ana Rocasolano.
El Senado propuso el a?o pasado otra soluci¨®n al enigma de la primera votante. El 12 de mayo de 2021 se cumpli¨® un siglo de la muerte de la escritora gallega Emilia Pardo Baz¨¢n. Con motivo de la efem¨¦ride, el Senado emiti¨® una declaraci¨®n institucional: ¡°En 1912 [Pardo Baz¨¢n] fue elegida primera mujer socia de n¨²mero de la Real Sociedad Econ¨®mica Matritense de Amigos del Pa¨ªs, lo que le permiti¨® votar a los senadores por el cupo de sociedades econ¨®micas y se convirti¨® en la primera mujer que votaba en Espa?a en unas elecciones pol¨ªticas en las Elecciones Generales a Cortes de 1916. El resto de las mujeres tuvieron que esperar hasta las elecciones de 1933¡å.
La historiadora Isabel Burdiel, bi¨®grafa de Emilia Pardo Baz¨¢n, reconoce que nunca hab¨ªa o¨ªdo que la escritora gallega fuera la primera mujer que vot¨® en Espa?a. Su monumental biograf¨ªa (Taurus, 2019) ni siquiera menciona aquellas elecciones de 1916, supuestamente hist¨®ricas. En la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, sin embargo, s¨ª aparecen un par de noticias breves en la prensa de la ¨¦poca, como el diario El Pa¨ªs del 25 de marzo de 1916, que mencion¨® escuetamente la votaci¨®n en la Matritense. ¡°La elecci¨®n tuvo el inter¨¦s de ser la primera en que ejerce en nuestro pa¨ªs el derecho electoral una mujer: la ilustre condesa de Pardo Baz¨¢n¡±.
En aquella ¨¦poca, los electores votaban a unos compromisarios, que luego se reun¨ªan para votar a los senadores, seg¨²n subraya Burdiel, catedr¨¢tica de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Valencia. Era un voto indirecto. ¡°Pardo Baz¨¢n no lo mencion¨® nunca como una conquista. Y lo mencionaba todo¡±, recalca la historiadora.
Las actas electorales que se conservan en el Archivo del Senado ¡ªbreves certificados de la decisi¨®n de los compromisarios¡ª tampoco aclaran el misterio. ¡°Los nombres de los electores no aparecen recogidos en los documentos, por lo que no podemos saber si las se?oras Pardo Baz¨¢n y Arroyo participaron en las elecciones ni cu¨¢ndo¡±, reconoce un portavoz del Archivo del Senado. La soluci¨®n podr¨ªa estar en los laber¨ªnticos archivos de las corporaciones que designaban a los senadores.
Para encontrar una pista hay que franquear una de las puertas m¨¢s antiguas de Madrid, la que da acceso a la Torre de los Lujanes, una construcci¨®n del siglo XV en la Plaza de la Villa. En su interior se encuentra la Matritense, una sociedad econ¨®mica fundada por el rey Carlos III. La responsable de su archivo desde 1999, Fabiola Azanza, tambi¨¦n reconoce que desconoc¨ªa el supuesto voto de Pardo Baz¨¢n y subraya que nunca nadie le ha preguntado por ¨¦l. Su instituci¨®n custodia m¨¢s de 10.000 documentos redactados desde 1775, el a?o de creaci¨®n de la Matritense.
Este jueves, a petici¨®n de este peri¨®dico, Azanza busc¨® durante horas y encontr¨® el expediente completo de la votaci¨®n de 1916. Pardo Baz¨¢n, efectivamente, vot¨® el d¨ªa 23 de marzo. En la ¡°Lista de los Se?ores Socios¡± con derecho a voto aquel d¨ªa figuran la novelista gallega y 200 hombres, entre ellos el escritor Jacinto Benavente, que seis a?os despu¨¦s ganar¨ªa el Nobel de Literatura, y el estudiante Juan de la Cierva, que m¨¢s tarde inventar¨ªa el autogiro.
El juez Manuel Sanmart¨ªn Puente analiz¨® en 1921 la posibilidad del voto femenino en una obra de referencia, Tratado de derecho electoral espa?ol. El autor recordaba que, el 27 de junio de 1907, se escucharon risas en el Congreso cuando el diputado republicano federal Joaqu¨ªn Salvatella mencion¨® que en algunos pa¨ªses ya hab¨ªa mujeres parlamentarias. ¡°Yo siento que la primera vez que se dice esto en el Parlamento espa?ol no merezca ser contestado m¨¢s que con risas¡±, lament¨® Salvatella, antes de proponer que, al menos, tuviesen derecho a votar las mujeres viudas. El tratado de 1921 rese?aba que la ley espa?ola exclu¨ªa ¡°en absoluto del ejercicio de los derechos electorales a las hembras¡±, pero apuntaba una excepci¨®n en una nota a pie de p¨¢gina: Trinidad Arroyo, ¡°la primera mujer espa?ola que ha ejercitado tal derecho¡±.
La fotograf¨ªa de la oftalm¨®loga votando est¨¢ fechada el 31 de marzo de 1916 en el archivo del ABC, aunque podr¨ªa ser anterior. Para la neurocient¨ªfica Mar¨ªa Jos¨¦ Barral, hay un empate t¨¦cnico: ¡°Personalmente, opino que Arroyo y Pardo Baz¨¢n votaron a la vez, ya que fue en las mismas elecciones. Las dos fueron las primeras, si es que esa palabra es la que importa. Eso s¨ª, 17 a?os antes que el resto de mujeres de este pa¨ªs¡±, explica Barral a este peri¨®dico tras conocer la existencia del voto olvidado de la escritora gallega.
La jurista Paloma Dur¨¢n, autora del libro El voto femenino en Espa?a (Asamblea de Madrid, 2007), es contundente. A su juicio, no se sabe con certeza qui¨¦n fue la primera mujer que puso su voto en una urna en unas elecciones generales. ¡°En Espa?a hace falta investigaci¨®n hist¨®rica. Y no solo sobre las mujeres que trabajaron en las ciencias experimentales, tambi¨¦n sobre las que se dedicaron a las ciencias sociales¡±, lamenta Dur¨¢n, catedr¨¢tica de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad Jaime I, en Castell¨®n de la Plana.
Los diputados de la Segunda Rep¨²blica debatieron el 1 de octubre de 1931 si aprobaban por fin el voto femenino. Un sector de los republicanos defendi¨® entonces que no era el momento de otorgar el voto a las mujeres espa?olas, porque supuestamente estaban manipuladas por sus sacerdotes y votar¨ªan a la derecha cat¨®lica y mon¨¢rquica. Pero Trinidad Arroyo no era precisamente una beata conservadora, como recalca Cristina M¨¢rquez Arroyo, nieta de un primo de la oftalm¨®loga. ¡°Trini era comunista. Creo que por eso no se la conoce demasiado en Espa?a¡±, reflexiona por tel¨¦fono desde su casa en Nueva York.
Arroyo fue vicepresidenta del Comit¨¦ Nacional de Mujeres Antifascistas y en 1937 fund¨® junto a su marido la Asociaci¨®n Espa?ola de Relaciones Culturales con la URSS. En plena Guerra Civil Espa?ola, ambos viajaron al Mosc¨² de Stalin para celebrar el D¨ªa del Trabajo. Y ambos huyeron de Espa?a ante el avance de las tropas franquistas. La nieta del primo de Arroyo recuerda que su nuevo hogar, en Ciudad de M¨¦xico, se convirti¨® en un punto de encuentro para los intelectuales exiliados, como el poeta Le¨®n Felipe y el escritor Max Aub. Trinidad Arroyo muri¨® en la capital mexicana en 1959, a los 87 a?os, sin hijos.
La oftalm¨®loga no olvid¨® la patria de la que fue expulsada. Dej¨® sus bienes al Instituto de Educaci¨®n Secundaria Jorge Man?ri?que de Palencia, donde hab¨ªa estudiado, con el mandato de financiar becas para alumnos pobres, con la posibilidad de pagarles tambi¨¦n la carrera de Medicina. La herencia inclu¨ªa acciones, una casa en Palencia y unos 11.000 metros cuadrados de tierras en Madrid, en la zona de Puerta de Hierro, seg¨²n detalla Isidro Prieto, profesor de Lat¨ªn jubilado del instituto y exsecretario de la fundaci¨®n creada para manejar las becas. Los terrenos se vendieron en los a?os ochenta por unos 300 millones de pesetas. Seg¨²n las cuentas de Prieto, unos 150 j¨®venes han estudiado Medicina gracias a la herencia de Trinidad Arroyo. La mayor¨ªa, mujeres.
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