Los humanos, m¨¢s pr¨®ximos a la tolerancia de los bonobos que a la belicosidad de los chimpanc¨¦s
Un equipo cient¨ªfico plantea que los seres humanos est¨¢n evolutivamente m¨¢s unidos a los bonobos, pac¨ªficos y cooperantes, que a los violentos y hostiles chimpanc¨¦s
Desde que Jane Goodall descubriera con pavor la cruel violencia que los chimpanc¨¦s empleaban contra sus rivales, en aut¨¦nticas guerras entre facciones, muchos cient¨ªficos y pensadores vieron claro el diagn¨®stico. Ese gen agresivo estaba en la m¨¢s profunda naturaleza de los humanos y los chimpanc¨¦s eran algo as¨ª como una versi¨®n m¨¢s salvaje de nosotros mismos. Pero esa conclusi¨®n ten¨ªa, por lo menos, dos problemas. Los chimpanc¨¦s no pueden leerse como si fueran humanos ancestrales, puesto que solo son unos primos que evolucionaron en paralelo con sus propias estrategias. Y, sobre todo, que contamos con otros primos tan cercanos como los chimpanc¨¦s: los bonobos. Los pacifistas, matriarcales, pansexuales y generosos bonobos.
Tras analizar meticulosamente la conducta de chimpanc¨¦s y bonobos en su relaci¨®n con individuos de grupos ajenos, un equipo de cient¨ªficos no tiene dudas: el modelo en el que tendr¨ªamos que fijarnos, en todo caso, ser¨ªan los bonobos. Al menos desde ese punto de vista, seg¨²n apunta el primat¨®logo Martin Surbeck: ¡°Creo que es justo decir que los humanos combinan caracter¨ªsticas de ambas especies, pero a la luz de su capacidad para mantener relaciones pac¨ªficas entre grupos, los humanos tienen un comportamiento m¨¢s cercano a los bonobos¡±.
Surbeck, de la Universidad de Harvard, firma junto a dos colegas un estudio en la revista PNAS en el que concluyen sin tapujos que podemos mirarnos en los ojos de los bonobos: ¡°La tolerancia de las relaciones grupales observada en los bonobos puede servir como los bloques de construcci¨®n sobre los cuales podr¨ªan haber evolucionado las estructuras sociales entre grupos en los humanos¡±. De este modo, el sistema social de los bonobos ¡°puede representar una fase de transici¨®n de un estado ancestral¡±.
Este es el primer estudio que caracteriza el sistema social de los bonobos, seg¨²n explica Liran Samuni, coautora del estudio. Al comparar los patrones de agrupaci¨®n de nuestros parientes vivos m¨¢s cercanos, los chimpanc¨¦s y los bonobos, constataron que el sistema social de los bonobos consta de distintos grupos sociales que interact¨²an entre s¨ª de manera pac¨ªfica. ¡°Esto es muy diferente al sistema social de los chimpanc¨¦s, que combina distintos grupos que solo son hostiles entre s¨ª¡±, indica. ¡°Al proporcionar una fuerte evidencia emp¨ªrica de tolerancia entre grupos de bonobo que son claramente distintos entre s¨ª, sugerimos que la tolerancia humana entre grupos tiene or¨ªgenes evolutivos profundos, un rasgo compartido con uno de nuestros parientes vivos m¨¢s cercanos: el bonobo¡±, resume la especialista, tambi¨¦n de Harvard.
Los bonobos fueron de los ¨²ltimos grandes mam¨ªferos en ser descritos por la ciencia porque durante mucho tiempo se pens¨® que eran una versi¨®n reducida de sus primos: chimpanc¨¦s pigmeos. Sin embargo, su comportamiento con otros individuos, tanto dentro como fuera de su clan, no puede ser m¨¢s diferente. Donde los chimpanc¨¦s son hostiles y violentos, los bonobos cooperan con los extra?os, evitan la confrontaci¨®n, arreglan sus problemas con placer sexual e incluso llegan a preferir compartir ratos y recursos con ejemplares ajenos a su clan.
En el estudio se comparan dos comunidades, la de los bonobos de Kokolopori, en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, y los chimpanc¨¦s de Ngogo, en Uganda, y sus numerosos encuentros con individuos ajenos al grupo. Los bonobos comparten largos ratos e incluso cuidados: ¡°Estas reuniones prolongadas brindan oportunidades para la interacci¨®n, y se observa que los miembros de diferentes grupos se acicalan, forman coaliciones, comparten comida y cazan juntos¡±. Este contexto de tolerancia favorecer¨ªa la transmisi¨®n cultural, como sucede entre humanos, seg¨²n opinan Surbeck y Samuni.
El comportamiento de los chimpanc¨¦s, mucho m¨¢s hostiles, se puede resumir con el desenlace de la comunidad de Ngogo: tras crecer por encima del centenar de individuos, se parti¨® en dos facciones que se enfrentaron en una sangrienta guerra civil. ¡°Dada la intensa competencia entre las comunidades de chimpanc¨¦s y su estrecha relaci¨®n con los humanos, los chimpanc¨¦s a menudo se utilizan como especie modelo para la evoluci¨®n de la guerra humana¡±, explica el estudio. Los humanos representan a la perfecci¨®n las dos versiones de sus primos, de los que se separaron de un ancestro com¨²n de las tres especies hace unos seis millones de a?os: la belicosidad de los chimpanc¨¦s y la tolerancia de los bonobos.
¡°A la luz de su capacidad para mantener relaciones pac¨ªficas entre grupos, los humanos tienen un comportamiento m¨¢s cercano a los bonobos¡±Martin Surbeck, de la Universidad de Harvard
Al darle la vuelta por completo a la tortilla, los autores de este trabajo llegan a plantear que quienes cambiaron fueron los chimpanc¨¦s: ¡°Definitivamente, es una opci¨®n te¨®rica que los chimpanc¨¦s perdieron esta capacidad para cooperar¡±, asegura Surbeck, que tambi¨¦n pertenece al Instituto Max Planck de Antropolog¨ªa Evolutiva.
Tradicionalmente, los cient¨ªficos se ve¨ªan en la tesitura de explicar de d¨®nde surg¨ªa la cooperaci¨®n que observamos entre innumerables grupos humanos, dado que se part¨ªa de la idea de que los humanos eran hostiles, como los chimpanc¨¦s. As¨ª, seg¨²n explica Surbeck, la monogamia era una de las explicaciones: Romeo y Julieta se casan y tienen hijos, que unen a sus respectivas familias en el amor por los nietos, y a partir de ah¨ª surg¨ªan los lazos de uni¨®n que permit¨ªan cooperaciones primitivas entre clanes.
Pero este relato hace aguas, a juzgar por este trabajo: no somos los ¨²nicos grandes simios con este rasgo pac¨ªfico y podemos usar a los bonobos para aprender m¨¢s sobre las fuerzas evolutivas que permiten a los grupos interactuar y cooperar con tolerancia. ¡°Ahora podemos estar seguros de que los bonobos no lo hacen por estar emparejados y, sin embargo, vemos cooperaci¨®n entre los grupos... Por lo que podemos concluir que ese no es un elemento evolutivamente necesario. Podr¨ªa ser que desempe?ara un papel en los humanos, pero no es un elemento necesario¡±, asegura el primat¨®logo de Harvard.
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