La mujer an¨®nima que descubri¨® el virus cancer¨ªgeno presente en el 95% de las personas
Un libro rescata la historia de Yvonne Barr, la investigadora que dio nombre al virus de Epstein-Barr, causante de la enfermedad del beso y de algunos tumores
Una profesora de instituto, Yvonne Balding, muri¨® hace seis a?os en Australia sin que trascendiera la noticia. Casi nadie sab¨ªa que aquella an¨®nima maestra de matem¨¢ticas era en realidad Yvonne Barr ¡ªsu nombre de soltera¡ª, la codescubridora del virus de Epstein-Barr, un organismo de 0,00012 mil¨ªmetros que es culpable de la enfermedad del beso, de la esclerosis m¨²ltiple e incluso de algunos tumores. Pr¨¢cticamente todo el mundo lleva dentro, sin saberlo, el apellido de Yvonne Barr. El virus infecta a 95 de cada 100 personas.
Barr falleci¨® en 2016 en Melbourne, tras pasar media vida empalmando contratos temporales en varios institutos. Encontrar el virus que lleva su nombre fue una asombrosa aventura ¡ªcon cient¨ªficos jud¨ªos huidos del nazismo, hallazgos de chiripa, presuntas llamadas de Dios y hasta experimentos con miles de ni?os ugandeses en plena dictadura del sanguinario Idi Amin¡ª, pero Barr apenas mencionaba su pasado, seg¨²n recuerda su hija, Kirsten Balding. ¡°Mam¨¢ nunca habl¨® mucho de este tema, lo ve¨ªa como una parte menor de su vida¡±, explica a EL PA?S. ¡°Alg¨²n d¨ªa deber¨ªa escribir un libro, pero me temo que tendr¨ªa pocas p¨¢ginas, porque no tengo mucha informaci¨®n¡±, reconoce Balding con humor.
El que s¨ª ha escrito un libro sobre los cazadores de virus cancer¨ªgenos es el historiador Gregory Morgan. Su obra, Cancer virus hunters (editorial Johns Hopkins University Press, en ingl¨¦s), rescata ahora las peripecias de aquellos pioneros, incluida la haza?a de Yvonne Barr antes de esfumarse de los laboratorios. ¡°Abandon¨® la investigaci¨®n, en parte, por su experiencia con el sexismo¡±, opina el autor, del Instituto Stevens de Tecnolog¨ªa, en Nueva York.
La historia arranca en plena II Guerra Mundial, en 1943, cuando el cirujano militar Denis Burkitt, cristiano devoto, fue destinado a Uganda con las tropas brit¨¢nicas. All¨ª, seg¨²n contar¨ªa despu¨¦s, sinti¨® ¡°la llamada de Dios¡±, as¨ª que al acabar la contienda se qued¨® a trabajar en un hospital de Kampala. Un d¨ªa de 1957, un colega le llev¨® a un ni?o con la mand¨ªbula hinchad¨ªsima, pero no lleg¨® a un diagn¨®stico concluyente. Semanas despu¨¦s, el cirujano se top¨® con otro caso igual. Aquello no pod¨ªa ser casualidad. Burkitt inici¨® una b¨²squeda por los historiales m¨¦dicos de varios hospitales y encontr¨® 38 casos similares: todos ni?os del cintur¨®n tropical de ?frica central. Era un tumor maligno que se acabar¨ªa llamando linfoma de Burkitt.
El cirujano viaj¨® a Londres en 1961 para presentar sus resultados en una conferencia en el Hospital Middlesex. El vir¨®logo brit¨¢nico Anthony Epstein, sentado entre el p¨²blico, se qued¨® boquiabierto. La extra?a distribuci¨®n de los casos en ?frica ¡ªno hab¨ªa ni?os con estos tumores en las zonas m¨¢s fr¨ªas¡ª suger¨ªa que un insecto, quiz¨¢ un mosquito, transmit¨ªa un virus que provocaba el c¨¢ncer. Nunca se hab¨ªa vinculado un virus a un tumor. Epstein se acerc¨® a Burkitt tras la charla y decidieron investigar juntos. El cirujano empez¨® a enviar por avi¨®n muestras de ni?os enfermos desde Uganda y el vir¨®logo las analizaba en su laboratorio londinense. Durante dos a?os, Epstein intent¨® de todo: inyectaba el tejido de las biopsias en huevos de gallina, en ratones o en otros tipos de c¨¦lulas humanas, pero no aparec¨ªa ni rastro de un virus. Quiz¨¢ se hab¨ªa equivocado.
Epstein contrat¨® a una ayudante a finales de 1963: Yvonne Barr, una irlandesa de 31 a?os que hab¨ªa estudiado Zoolog¨ªa en Dubl¨ªn y se hab¨ªa curtido investigando la lepra humana y el virus del moquillo de los perros. El historiador Gregory Morgan recuerda en su libro ¡°el d¨ªa de suerte¡± en el que cambi¨® la historia de la medicina. Era un fr¨ªo viernes de diciembre y hab¨ªa niebla en Londres, as¨ª que el avi¨®n procedente de Uganda fue desviado a Manchester. Las biopsias de los ni?os llegaron al laboratorio con muchas horas de retraso, envueltas ya en un turbio suero. Pese a todo, Epstein las observ¨® al microscopio y vio c¨¦lulas tumorales que flotaban libremente. Se las entreg¨® a su ayudante para que intentara cultivarlas. Y Barr, por fin, lo logr¨®. Aquellas c¨¦lulas, procedentes del c¨¢ncer de una ni?a africana de 9 a?os, se han estado multiplicando sin parar desde entonces. Un investigador puede comprar hoy una muestra congelada de ellas por 900 euros. Se bautizaron EB1: la primera l¨ªnea celular de Epstein y Barr.
Cuando tuvo suficientes c¨¦lulas del linfoma creciendo en su laboratorio, Epstein pudo por fin examinarlas en su microscopio electr¨®nico, mucho m¨¢s potente que el tradicional. Era un d¨ªa de febrero de 1964 y en la calle nevaba. La imagen microsc¨®pica mostr¨® unas part¨ªculas que el vir¨®logo reconoci¨® inmediatamente como virus de la familia de los herpes. El propio Epstein record¨® sus sensaciones en una entrevista con el autor del libro Cancer virus hunters. ¡°Sal¨ª a la nieve sin abrigo ni nada, solo con la bata blanca, y camin¨¦ alrededor del edificio para calmarme¡±, rememor¨®. El 28 de marzo de 1964, Epstein, Barr y el pat¨®logo Bert Achong anunciaron al mundo que hab¨ªan encontrado virus en las c¨¦lulas del linfoma de Burkitt.
Aquello fue una revoluci¨®n, pero faltaba demostrar que el virus era realmente el causante del c¨¢ncer. Epstein contact¨® entonces con un matrimonio de vir¨®logos jud¨ªos que hab¨ªan huido de la Alemania nazi, Gertrude y Werner Henle, del Hospital Infantil de Filadelfia. Los Henle detectaron el virus en el 100% de los ni?os africanos con linfoma, pero se encontraron con una sorpresa: el 90% de los estadounidenses sanos tambi¨¦n ten¨ªa el virus. ?C¨®mo era posible que un pat¨®geno omnipresente provocase un c¨¢ncer extremadamente infrecuente?
Los Henle analizaron la sangre de sus compa?eros de laboratorio y observaron que una colega de 19 a?os, la t¨¦cnica Elaine Hutkin, no ten¨ªa rastro del virus. El 10 de agosto de 1967, la joven cay¨® enferma y no fue a trabajar. Ten¨ªa s¨ªntomas de mononucleosis infecciosa, m¨¢s conocida como la enfermedad del beso, y ahora s¨ª estaba infectada. As¨ª, por casualidad, se descubri¨® que el virus de Epstein-Barr tambi¨¦n era el culpable de esta dolencia, que se caracteriza por un cansancio extremo y afecta a siete de cada mil personas al a?o, sobre todo a adolescentes.
Yvonne Barr se cas¨® con un australiano, Stuart Balding, y se mud¨® con ¨¦l a Melbourne en 1965. Su hija, Kirsten Balding, cree que all¨ª realiz¨® investigaciones posdoctorales en la Universidad Monash, pero ignora en qu¨¦ laboratorio. ¡°Me dijo que era un club de hombres. Me dio la impresi¨®n de que hab¨ªa tenido problemas para conseguir una plaza fija, as¨ª que se pas¨® a la ense?anza¡±, recuerda Balding. Yvonne Barr dedic¨® el resto de su vida profesional a dar clases de F¨ªsica, Qu¨ªmica, Biolog¨ªa y Matem¨¢ticas en diferentes institutos. ¡°Era una persona muy sociable y le encantaba ayudar a la gente, as¨ª que sospecho que la ense?anza se ajustaba m¨¢s a ella que la investigaci¨®n. Nunca se arrepinti¨® de abandonar la ciencia, la consideraba una profesi¨®n dif¨ªcil¡±, explica su hija.
Alberto Ascherio, un epidemi¨®logo de 68 a?os de la Universidad de Harvard (EE UU), es uno de los mayores expertos del mundo en el virus de Epstein-Barr. Sin embargo, nunca pudo hablar con Yvonne Barr. ¡°Dej¨® la ciencia y su nombre no es conocido¡±, se?ala. El equipo de Ascherio inici¨® hace dos d¨¦cadas un seguimiento a unos 10 millones de militares estadounidenses. Sus resultados, publicados este a?o, han demostrado que el riesgo de esclerosis m¨²ltiple se multiplica por 32 tras la infecci¨®n por el virus de Epstein-Barr. El microorganismo es generalmente inocuo, pero en algunas personas puede provocar diferentes enfermedades.
Ascherio recuerda que la irlandesa envi¨® un breve v¨ªdeo a un congreso cient¨ªfico celebrado en Oxford en 2014, con motivo del medio siglo del descubrimiento del virus. Su mensaje a los expertos all¨ª reunidos revela el olvido en el que se encontraba: ¡°?Hola! Saludos desde Melbourne, en Australia. Me llamo Yvonne Balding y soy la Barr del virus de Epstein-Barr. Barr era mi apellido de soltera¡±, proclam¨®.
Demostrar la causa de una enfermedad es una tarea tit¨¢nica. La comunidad cient¨ªfica no se conforma con encontrar una pistola humeante en el lugar del crimen, necesita ver el disparo en directo. En 1968, el onc¨®logo franc¨¦s Guy de Th¨¦ propuso un ambicioso experimento: sacar sangre a m¨¢s de 40.000 ni?os en Uganda y esperar unos a?os para analizar las peculiaridades de los que desarrollasen un linfoma de Burkitt. Su plan, ya de por s¨ª complejo, se top¨® con un problema inesperado: en 1971 ascendi¨® al poder el dictador Idi Amin, el ¡°carnicero de Uganda¡±, acusado de hasta 250.000 asesinatos. Sin embargo, seg¨²n recuerda el historiador Gregory Morgan, Idi Amin adopt¨® el proyecto cient¨ªfico como si fuera ¡°su beb¨¦¡±. El experimento, en el que solo 14 ni?os tuvieron linfoma, ayud¨® a demostrar que el virus de Epstein-Barr era efectivamente el culpable. La malaria, una enfermedad parasitaria transmitida por mosquitos, facilita la acci¨®n del virus, por eso el linfoma de Burkitt se concentra en ?frica.
El historiador Gregory Morgan destaca en su libro una cifra sorprendente: el 20% de los tumores humanos est¨¢n causados por virus. Los cient¨ªficos que revelaron estos inesperados v¨ªnculos han salvado ¡°quiz¨¢ millones de vidas¡±, seg¨²n Morgan. Epstein y Barr fueron los primeros. El vir¨®logo sigui¨® investigando y fue nombrado caballero de la Orden del Imperio Brit¨¢nico. En 2021, la comunidad cient¨ªfica celebr¨® que Epstein cumpl¨ªa 100 a?os. Yvonne Barr, en cambio, dedic¨® su vida a dar clases en institutos, viajar con su familia, pasear por el campo y observar aves. ¡°Le encantaban las manualidades, como hacer calceta¡±, rememora su hija. Su l¨¢pida s¨ª recuerda su haza?a: ¡°Doctora Yvonne Margaret Balding, nacida Barr. Codescubridora del virus de Epstein-Barr¡±.
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