Los tartesios sacrificaron sus animales m¨¢s preciados durante a?os
El estudio de decenas de caballos, toros y cerdos inmolados en un santuario de Tartesos da pistas sobre la que fue la principal civilizaci¨®n del occidente europeo
Cuando hace un lustro empezaron a excavar en Casas del Turu?uelo, un yacimiento tart¨¦sico en Guare?a (Badajoz), los cient¨ªficos creyeron estar ante una hecatombe. Seg¨²n el diccionario de la RAE, hecatombe se refiere a una gran mortandad de personas o cat¨¢strofe. En tercer lugar, aparece el sentido original de la palabra, que procede del griego antiguo: Sacrificio de 100 reses vacunas u otras v¨ªctimas, que hac¨ªan los antiguos a sus dioses. En el Turu?uelo, no han encontrado 100 bueyes, pero s¨ª restos de una cincuentena de animales, sobre todo caballos. Ahora, el estudio a fondo de todos los animales ilumina la relevancia de este lugar para sus constructores, los tartesios. Pero los motivos por los que Tartesos abandon¨® esta especie de santuario, como el resto de sus construcciones, para desaparecer en la historia, siguen siendo un misterio.
Casas del Turu?uelo fue descubierta en 2014. Estaba enterrada bajo seis metros de limo y tierra tra¨ªdos del cercano r¨ªo Guadiana. Al desenterrarla, al a?o siguiente, se encontraron un edificio de dos plantas. ¡°Algo as¨ª no aparecer¨ªa en el Mediterr¨¢neo occidental hasta los tiempos de Roma, hasta Pompeya¡±, dice Sebasti¨¢n Celestino, investigador del Instituto de Arqueolog¨ªa de M¨¦rida (IAM-CSIC) y codirector de la excavaci¨®n del Turu?uelo. Con distintas t¨¦cnicas de dataci¨®n, se?alaron que estaba en uso en el siglo V antes de la era actual, hace unos 2.500 a?os. Eran los ¨²ltimos tiempos de la civilizaci¨®n de Tartesos, nacida en la costa de lo que hoy es C¨¢diz de la mano de fenicios venidos del Mediterr¨¢neo oriental y expandida desde el valle del Guadalquivir al del Guadiana. Para los antiguos griegos, era la mayor civilizaci¨®n del occidente. Al excavar descubrieron una sala con un altar con la forma de una piel de buey en la que hab¨ªa elementos decorativos de procedencia cartaginesa o incluso griega en la que hab¨ªa tambi¨¦n restos de animales. Pero a medida que bajaban hallaron primero dos caballos a los pies de una escalinata, despu¨¦s una especie de patio con una veintena de animales y m¨¢s tarde, debajo de esa capa de huesos, otra con decenas de seres m¨¢s. Entonces se crey¨® que formaban parte de una hecatombe al estilo griego y posterior banquete. Ahora, la revisi¨®n completa de todos los restos cuenta otra historia.
Los resultados del estudio arqueozool¨®gico de los restos ¨®seos, publicado en la revista cient¨ªfica PLoS ONE, han identificado a 52 animales. La mayor¨ªa son caballos (41 del total) y mulos adultos, pero tambi¨¦n hay b¨®vidos (toros y vacas), cerdos y un perro. Pero el an¨¢lisis estratigr¨¢fico muestra que este sacrificio masivo no fue durante una hecatombe ¨²nica, sino que form¨® parte de una serie de rituales realizados en los ¨²ltimos a?os del edificio hasta su abandono, cuando fue sellado intencionadamente.
¡°En un principio el sacrificio nos parec¨ªa que se hab¨ªa hecho en un solo momento¡±, dice la zooarque¨®loga de la Universidad de Barcelona y coautora del an¨¢lisis de los animales, Silvia Albizuri. ¡°Llegas all¨ª, ves esa foto fija, y piensas que han sido sacrificados todos as¨ª¡±, a?ade su colega de investigaci¨®n, M? Pilar Iborra, investigadora del Instituto Valenciano de Conservaci¨®n, Restauraci¨®n e Investigaci¨®n. ¡°El estudio tafon¨®mico [la ciencia de la formaci¨®n de un f¨®sil desde algo vivo] que hemos hecho nos ha aportado informaci¨®n sobre la historia de ese dep¨®sito, desde que se enterr¨® hasta que se ha desenterrado¡±, explica Iborra. ¡°Los huesos recogen toda esa informaci¨®n, todo lo que les ha pasado, si han sido sacrificados, si han sido consumidos, si han estado expuestos al sol. Toda esa informaci¨®n es la que nos ha permitido definir que hay tres grandes momentos de dep¨®sito¡±. Casas del Turu?uelo fue una especie de santuario en el que los tartesios realizaron sacrificios durante a?os,¡°quiz¨¢ una d¨¦cada¡±, termina Iborra.
El an¨¢lisis tambi¨¦n ha mostrado que los ¨¦quidos eran machos adultos, casi todos de edades entre los cinco y los ocho a?os. De los seis b¨®vidos, cuatro eran toros, mientras que los restos porcinos pertenec¨ªan a cerdas adultas. La edad es clave para que las cient¨ªficas descarten que los hubieran depositado all¨ª tras una muerte natural o por una enfermedad. La tesis del sacrificio coge m¨¢s fuerza cuando se tiene en cuenta que tanto ¨¦quidos como cerdas estaban en lo mejor de su vida ¨²til, ya fuera como animales de carga, para las bigas gobernadas por aurigas o para la cr¨ªa. Como dice la zooarque¨®loga de Albizuri, ¡°esto implica un esfuerzo enorme para una comunidad¡±.
La confirmaci¨®n del sacrificio ritual se hace evidente en los huesos de las dos primeras fases del enterramiento. No es solo que sendas capas estuvieran separadas por una especie de manto de unos quince cent¨ªmetros de cereales quemados, lo que lo relacionar¨ªa con ofrendas por la fertilidad de la tierra, sino que las osamentas no tienen marcas de haber sido despiezadas, evisceradas ni consumidas por los humanos. Adem¨¢s, los ejemplares de la primera, los m¨¢s antiguos, muestran que estuvieron expuestos al ambiente, al sol, a la acci¨®n del viento. ¡°Cuando hacen un sacrificio no lo entierran, lo que quieren es que la gente lo vea. Es una exposici¨®n de lo que has hecho y que ha costado mucho hacer, porque sacrificas animales que son muy preciados¡±, comenta Iborra.
¡°Cuando hacen un sacrificio no lo entierran, lo que quieren es que la gente lo vea. Es una exposici¨®n de lo que has hecho y que ha costado mucho hacer¡±M? Pilar Iborra, investigadora del Instituto Valenciano de Conservaci¨®n, Restauraci¨®n e Investigaci¨®n
Pero en la tercera fase, algo ha cambiado. ¡°Lo que hemos podido observar en la ¨²ltima fase de dep¨®sito es que adem¨¢s del sacrificio de animales, tambi¨¦n se consumi¨® su carne, pero no la de caballos, solo de vacas y de un ternero, en el que incluso detectamos marcas de mordeduras humanas. Entonces se har¨ªa un banquete, un acto de comensalidad en esa ¨²ltima fase¡±, cuenta Iborra. Su colega Albizuri a?ade: ¡°cuando hablamos de banquete, hablamos de una comida que no sabemos d¨®nde se celebr¨®, pero s¨ª que los restos de esa comida se quedaron en el patio. Porque otra cosa que sol¨ªan hacer cuando terminaban un acto de estas caracter¨ªsticas, colocaban los restos en un silo abandonado¡±. A lo que Iborra a?ade: ¡°Era para preservar la memoria de ese acto. De hecho, en esa fase 3, el ternero est¨¢ con todos los huesos inconexos, con marcas de carnicer¨ªa, con marcas de mordeduras humanas, pero depositados todos en conjunto, sin conexi¨®n anat¨®mica, pero agrupados. En la edad del hierro eran muy habituales estos bothros¡±. En la Odisea, Homero describ¨ªa los bothros como hoyos excavados en los que se vert¨ªa la libaci¨®n por los muertos y encima de ella se sacrificaba a las v¨ªctimas. Tras aquel banquete o poco despu¨¦s, la Casa del Turu?uelo fue enterrada y el lugar abandonado.
Ni Iborra ni Albizuri saben el motivo del abandono. Tampoco el codirector de las excavaciones. ¡°Lo sellaron con arcilla y lo abandonaron¡±, dice Celestino. Pero como el del Turu?uelo, ¡°tenemos otras 13 localizaciones tart¨¦sicas, todas enterradas intencionadamente y todas abandonadas a la vez, en el siglo V [antes de esta era]. Algo pas¨® que afect¨® a todos¡± Est¨¢n trabajando con ge¨®logos y paleoclimat¨®logos para investigar si la causa pudo ser una persistente sequ¨ªa o, por el contrario, una sucesi¨®n de lluvias. Con la ayuda de la Fundaci¨®n Palarq y las administraciones estatal y auton¨®mica, los investigadores quieren desenterrar m¨¢s lugares de Tartesos y seguir excavando en Casas del Turu?uelo, porque est¨¢n convencidos de que hay algo m¨¢s debajo de los animales sacrificados.
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