La gran diferencia de altura entre sexos sugiere que en el norte de Europa alimentaban mejor a los ni?os que a las ni?as
Hace 8.000 a?os los norte?os ya eran m¨¢s altos que los mediterr¨¢neos, pero la disparidad entre mujeres y hombres era mayor, lo que apunta a que daban trato preferencial a los varones
De un padre y una madre altos, la gen¨¦tica predice hijos altos. Pero las cosas no son tan sencillas. Al menos 697 variantes gen¨¦ticas est¨¢n relacionadas con la altura. Adem¨¢s, al margen de los genes, el entorno, en particular la dieta, afecta al resultado final: el fenotipo. Ahora un complejo trabajo se?ala la importancia de las pr¨¢cticas culturales. Sus autores han indagado en lo que med¨ªan los primeros europeos que se dedicaron a la agricultura en los inicios del Neol¨ªtico, hace entre 8.000 y 7.000 a?os. La investigaci¨®n, apoyada en datos de m¨¢s de 1.200 restos humanos, indica que ya entonces los que viv¨ªan en el norte del continente eran m¨¢s altos que los mediterr¨¢neos. Pero el estudio desvela algo m¨¢s intrigante e inesperado: la diferencia de altura entre hombres y mujeres era mucho menor en el sur. Aunque no est¨¢ probado que as¨ª fuera, todo indica que a los ni?os norte?os los alimentaban mejor que a las ni?as.
Ayer como hoy, los europeos del norte eran m¨¢s altos que los de la pen¨ªnsula ib¨¦rica y la pen¨ªnsula it¨¢lica, pero pr¨¢cticamente iguales a los balc¨¢nicos. Es lo que muestra el estudio de los restos de casi 1.300 personas datados entre hace 8.000 y 6.000 a?os, cuyos resultados han sido publicados en la revista cient¨ªfica Nature Human Behaviour. Para medirlos usaron la longitud del f¨¦mur como aproximaci¨®n a la altura. ¡°Los antrop¨®logos han trabajado durante d¨¦cadas en el desarrollo de ecuaciones para estimar la altura de una persona en funci¨®n de la longitud del f¨¦mur¡±, recuerda la investigadora de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos) y primera autora del trabajo, Samantha Cox.
El dimorfismo sexual es una constante en casi todas las especies de mam¨ªferos. Los leones son m¨¢s grandes que las leonas, los gorilas pesan hasta el doble que las gorilas y entre los alces los machos tienen astas pero las hembras no. En los humanos, el dimorfismo ya exist¨ªa en las especies antecesoras, como atestiguan registros como el de Atapuerca. Pero, ?a qu¨¦ se deben las diferencias entre unas poblaciones que, teniendo el mismo origen, acabaron asentados en diferentes partes de Europa? La llegada de los neol¨ªticos desde Anatolia (actual Turqu¨ªa) fue el elemento central de la mayor revoluci¨®n de la Antig¨¹edad. Con ellos lleg¨® la agricultura y la ganader¨ªa, el sedentarismo y el desarrollo urbano posterior. Hay dos rutas probadas. Una sigui¨® la costa, pasando por los Balcanes, el norte de la actual Italia y acabando en la pen¨ªnsula ib¨¦rica en torno a hace unos 7.500 a?os. En la otra, los neol¨ªticos se adentraron por el centro de Europa hasta asentarse en el norte de lo que hoy es Alemania, Pa¨ªses Bajos y parte de Francia un par de siglos m¨¢s tarde. Ahora, un grupo de cient¨ªficos ha rastreado en los yacimientos desenterrados para estudiar la altura de aquellos primeros europeos del Neol¨ªtico.
¡°Hoy, los europeos del norte son m¨¢s altos que los del sur y tampoco sabemos el porqu¨¦¡±Iain Mathieson, experto en demograf¨ªa y ADN antiguo de la Universidad de Pensilvania
?A qu¨¦ se debe esa diferencia? Iain Mathieson, autor s¨¦nior de este estudio y experto en demograf¨ªa y ADN antiguo de la universidad estadounidense, reconoce que no lo saben: ¡°No tenemos la respuesta. Podr¨ªa ser gen¨¦tico o podr¨ªa ser alg¨²n otro factor ambiental que no hemos medido. De hecho, lo mismo ocurre hoy, los europeos del norte son m¨¢s altos que los del sur y tampoco sabemos el porqu¨¦¡±. Para saberlo, se apoyaron en el ADN recuperado de centenares de restos y en la gen¨¦tica de poblaciones (que se basa en las diferencias colectivas, no individuales). Sobre el mapa pusieron a las comunidades estudiadas (balc¨¢nicos, neol¨ªticos del sur de Centroeuropa, norte?os y mediterr¨¢neos) y los compararon con datos gen¨¦ticos de agricultores anat¨®licos al este y cazadores-recolectores europeos al oeste. Los mediterr¨¢neos debieron relacionarse m¨¢s con los habitantes de los territorios a los que llegaron, ya que hasta el 11,4% de su material gen¨¦tico procede de cazadores-recolectores. Mientras, los del norte, apenas tienen un 1,1%. Pero todos los grupos est¨¢n mucho m¨¢s cerca de los neol¨ªticos de Anatolia que de los mesol¨ªticos del oeste de Europa.
La investigaci¨®n obtuvo otro resultado para el que los cient¨ªficos tampoco tienen explicaci¨®n y que no se sab¨ªa hasta ahora. Aunque dentro de cada uno de los grupos la ratio de dimorfismo sexual es similar, las mujeres del norte eran m¨¢s bajas que las mediterr¨¢neas. Concretamente, de media, el f¨¦mur de los hombres del norte es un 14% m¨¢s largo que el de ellas, mientras que entre los mediterr¨¢neos la diferencia es apenas de un 5%.
Si la respuesta a este fen¨®meno no estaba en el ADN, la buscaron en el ambiente. El factor ambiental m¨¢s determinante es la dieta. Para investigarla, los autores del trabajo se apoyaron la presencia de dos is¨®topos de los elementos b¨¢sicos de la vida, el carbono y el nitr¨®geno. Las variaciones en ambos detectadas en el col¨¢geno de los huesos se deben a que, en su desarrollo, recurre a mol¨¦culas obtenidas de los alimentos. De ah¨ª que su an¨¢lisis ayude a saber si una persona inger¨ªa m¨¢s prote¨ªnas animales o vegetales o si com¨ªa m¨¢s carne o menos pescado. El an¨¢lisis isot¨®pico, por ejemplo, fue determinante para ver c¨®mo la dieta de la cultura de El Argar era diferente seg¨²n las incipientes clases sociales. Los autores del nuevo trabajo vieron que hab¨ªa diferencias entre los del norte y el resto de grupos. Pero eso segu¨ªa sin explicar el acusado dimorfismo sexual del norte. As¨ª que profundizaron su investigaci¨®n, hurgando en los huesos.
Como si fueran forenses, intentaron descubrir si hab¨ªa una dieta diferente seg¨²n el g¨¦nero, si ambos sexos recib¨ªan la misma alimentaci¨®n. De ser as¨ª, eso deber¨ªa de dejar su marca en los huesos. Al estudiar el esmalte de los dientes, comprobaron que la mitad de los norte?os presentaban hipoplasia, una debilidad dental provocada por una deficiente mineralizaci¨®n durante el desarrollo de la dentadura, es decir, de cuando eran ni?os. En el sur tambi¨¦n hab¨ªa hipoplasia, pero no supera el 20%. Otro indicador que estudiaron es una patolog¨ªa llamada hiperostosis por¨®tica. Se trata de una lesi¨®n craneal que se manifiesta en la b¨®veda del cr¨¢neo, que aparece como esponjosa y llena de poros. Es un s¨ªntoma claro de anemia y, de nuevo, se produce durante el crecimiento. El paleopat¨®logo de la Universidade L¨®dz (Polonia), Francesco Galassi, no relacionado con este estudio, recuerda que la frecuencia de hiperostosis por¨®tica e hipoplosia del esmalte son ¡°marcadores comunes de estr¨¦s en poblaciones antiguas¡±. As¨ª que los investigadores confirmaron que los del norte sufrieron mayor estr¨¦s alimenticio que los mediterr¨¢neos.
El cultivo de cereales y legumbres domesticados en un clima como el de Anatolia o la actual Siria era m¨¢s f¨¢cil reproducirlo en un clima como el de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica que en el norte de Europa. De hecho, los yacimientos de los primeros neol¨ªticos del norte, la llamada cultura de la cer¨¢mica de bandas, muestran que buscaron asentarse en zonas con suelos f¨¦rtiles, compensando as¨ª la menor radiaci¨®n solar. Aun as¨ª, sus huesos y dientes indican que se alimentaban peor. Lo que vuelve a suscitar la doble pregunta: ?por qu¨¦ los primeros neol¨ªticos del norte eran m¨¢s altos, pero sus mujeres m¨¢s bajas que en la regi¨®n mediterr¨¢nea?
¡°Como hay m¨¢s estr¨¦s diet¨¦tico en el norte, esto har¨ªa que las mujeres norte?as fueran a¨²n m¨¢s bajas porque los recursos no se distribu¨ªan de manera uniforme¡±Samantha Cox, investigadora de la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pensilvania , Estados Unidos
¡°No podemos estar completamente seguros, pero como solo los hombres del norte eran altos, suponemos que se debe a que pudieron obtener m¨¢s recursos que las mujeres o que los varones del sur de Europa¡±, apunta Cox, la principal autora del trabajo. El trato diferente seg¨²n el sexo es la explicaci¨®n m¨¢s l¨®gica, pero solo es una hip¨®tesis. ¡°Dado que hay m¨¢s estr¨¦s diet¨¦tico en el norte, esto har¨ªa que las mujeres del norte fueran a¨²n m¨¢s bajas porque los recursos no se distribu¨ªan de manera uniforme¡±. Es decir, priorizaban a los ni?os sobre las ni?as. En concreto, la ratio de dimorfismo sexual, que entre los mediterr¨¢neos es de 1.05, en los del norte es de 1.14. Una ratio as¨ª es extremadamente alta. En la actualidad, solo se producen ratios superiores a 1,10 en sociedades que tradicionalmente han favorecido a los ni?os sobre las ni?as, como en la india.
I?igo Olalde, investigador de la Universidad del Pa¨ªs Vasco y la fundaci¨®n Ikerbaske, ha publicado varios trabajos sobre los primeros neol¨ªticos y ¨²ltimos cazadores-recolectores europeos. Para Olalde, lo m¨¢s interesante de este trabajo es este marcado dimorfismo sexual entre los del norte. ¡°La diferencia de dieta no se puede ver en los adultos, se manifiesta en el cuerpo durante el desarrollo, en el crecimiento¡±, recuerda. Algo deb¨ªa de pasar con los ni?os y ni?as, pero ¡°la suya es solo una hip¨®tesis¡±, a?ade.
Por su parte, la investigadora del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (Alemania), Vanessa Villalba, destaca como el factor gen¨¦tico parece ser poco contundente, siendo ¡°los factores ambientales y culturales en las primeras etapas del desarrollo del individuo claves a la hora de generar una estatura diferente en hombres y mujeres¡±. Villalba, que ha investigado el acervo gen¨¦tico de los cazadores-recolectores de la pen¨ªnsula ib¨¦rica, cree que ser¨ªa muy revelador usar la metodolog¨ªa de trabajo utilizada con los primeros neol¨ªticos, con los ¨²ltimos cazadores-recolectores europeos.
Galassi, el paleopat¨®logo, destaca del estudio su enfoque multidisciplinar, combinando ADN antiguo, is¨®topos, patolog¨ªas ¨®seas y medidas del f¨¦mur, y ¡°la audacia de sus autores¡±. Pero advierte, como Olalde, de lo reducido de la muestra. Son 1.269 restos humanos, pero no de todos ten¨ªan datos sobre su dieta, su ratio isot¨®pica o hipoplasia del esmalte. El trabajo parece plantear m¨¢s preguntas de las que responde. A Galassi le ha recordado unas palabras del emperador romano Julio C¨¦sar que, ¡°en sus Commentarii, haciendo una digresi¨®n etnogr¨¢fica y pol¨ªtica sobre los primitivos pueblos germ¨¢nicos, los consideraba una sociedad primordialmente masculina y guerrera, en la que los hombres eran ¡®m¨¢s altos, m¨¢s fuertes y m¨¢s musculosos¡±.
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