Un estudio muestra que algunas dietas paleol¨ªticas eran sobre todo vegetales
Un yacimiento del norte de Marruecos sirve para reconstruir el camino hacia las sociedades agrarias
Hace algo m¨¢s de 10.000 a?os, los humanos cometieron el peor error de su historia y el trauma colectivo qued¨® grabado en sus mitos. En el poema de Gilgamesh, una leyenda mesopot¨¢mica de hace m¨¢s de 4.000 a?os, se narra la historia de Enkidu, un ser primitivo y salvaje que viv¨ªa en armon¨ªa con la naturaleza. Una sacerdotisa le ense?¨® los misterios del amor, lo hizo sabio y se lo llev¨® a la ciudad, donde Enkidu pierdi¨® su conexi¨®n con los otros seres vivos y ya no pudo caminar desnudo. En el cuento judeocristiano, la p¨¦rdida del para¨ªso, donde Ad¨¢n y Eva viv¨ªan sin trabajar, recogiendo felices los frutos del jard¨ªn del Ed¨¦n, suena parecido.
La transici¨®n de la vida n¨®mada de los cazadores recolectores, que fue suficiente para nuestra especie durante decenas de miles de a?os, a otra basada en la agricultura y la ganader¨ªa, sedentaria, que dio lugar a las grandes desigualdades y el sometimiento al trabajo que define hoy la existencia humana, es uno de los momentos m¨¢s importantes de la historia. Pero la ca¨ªda no sucedi¨® de un d¨ªa para otro, con el simple mordisco de una manzana, y los cient¨ªficos siguen trabajando para reconstruir la historia que hay tras el mito. Un grupo internacional de investigadores publica hoy lunes, en la revista Nature Ecology & Evolution, un trabajo en el que aportan informaci¨®n sobre este periodo revolucionario en una regi¨®n poco explorada.
Los investigadores han realizado su trabajo en las cuevas de Taforalt, en el norte de Marruecos, uno de los mayores enterramientos de este periodo. All¨ª se acumulan restos de animales, vegetales y f¨®siles humanos de una ¨¦poca, hace unos 15.000 a?os, en que la Tierra se calentaba r¨¢pidamente tras la ¨²ltima glaciaci¨®n. Los an¨¢lisis de is¨®topos de elementos como el zinc, el estroncio o el carbono en el esmalte de los dientes o el col¨¢geno de los huesos desvelaron que, aunque el consumo de carne era habitual, con el mufl¨®n del Atlas como caza preferida, la dieta de aquellos norteafricanos se basaba en plantas como frutos secos o cereales silvestres.
Los resultados sugieren que en esta regi¨®n se consum¨ªa menos carne que en otras zonas al final de la Edad de Piedra y que los vegetales se almacenaban para garantizar el alimento a lo largo de todo el a?o. Sin embargo, la conciencia de que era importante guardar para los d¨ªas de escasez no impuls¨® el desarrollo de la agricultura o, al menos, las pruebas de que cultivaban sus alimentos no han llegado hasta hoy. Los habitantes de aquella regi¨®n eran cada vez m¨¢s sedentarios, y se produjo un aumento progresivo del consumo de vegetales, pero su forma de vida a¨²n depend¨ªa de la recolecci¨®n y la caza y no realizaron los cambios tecnol¨®gicos que sacar¨ªan a los humanos del para¨ªso.
Pese a la nostalgia por el pasado semisalvaje que rezuman historias como la de Gilgamesh, la transformaci¨®n se produjo en muchos lugares como respuesta a cambios medioambientales que complicaron la vida de aquellas personas. La llegada de los humanos se ha asociado a la extinci¨®n de grandes mam¨ªferos y es posible que la falta de caza favoreciese la incorporaci¨®n de m¨¢s plantas al men¨² del final del Paleol¨ªtico. Mucho antes del comienzo de la domesticaci¨®n de plantas, en el yacimiento israel¨ª de Ohalo II, de hace unos 23.000 a?os, ya se ven indicios de un aumento temprano del consumo de granos, y en esa misma regi¨®n, unos 10.000 a?os despu¨¦s, en los yacimientos de la cultura natufiense han quedado vestigios del cultivo intencional de cereales salvajes. Los humanos, con su flexibilidad propia, adaptaron su dieta cuando fue necesario y, con su osad¨ªa caracter¨ªstica, sacrificaron el para¨ªso para tener lo que entonces les debi¨® parecer una mayor seguridad. Pero esto no pas¨® de la misma forma en todo el mundo y en el mismo momento.
Una de las teor¨ªas sobre el origen de la agricultura en Oriente Pr¨®ximo lo atribuye a un susto que se llevaron los humanos del Paleol¨ªtico cuando cre¨ªan que ya hab¨ªan salido de la ¨²ltima glaciaci¨®n. Un regreso a los niveles de temperatura anteriores, hace algo m¨¢s de 10.000 a?os, redujo la disponibilidad de plantas salvajes a las que ya se hab¨ªan acostumbrado aquellos humanos y pudo ser un acicate para comenzar con la agricultura. En el norte de ?frica, sin embargo, no se dio un desarrollo local de esta tecnolog¨ªa, pese a vivir unas condiciones similares y tener estrechas conexiones gen¨¦ticas con los natufienses, que s¨ª cultivaban sus granos.
Hay una tendencia natural a ver m¨¢s claras cosas sobre las que tenemos poca informaci¨®n, pero no hay motivos para pensar que la dieta de los humanos del paleol¨ªtico fuese menos diversa que la de los humanos actuales. Conceptos como la dieta paleol¨ªtica o algunas explicaciones sobre el origen de la agricultura son una simplificaci¨®n que es posible porque se habla de un tiempo remoto y de unos humanos a los que deshumanizamos un poco. ¡°La concepci¨®n de los grupos humanos anteriores al Neol¨ªtico como hipercarn¨ªvoros ha ido evolucionando en los ¨²ltimos a?os. Las dietas suelen ser muy diversas y ajustadas al entorno ambiental donde habitan. Ser¨ªa algo similar a lo que vemos hoy a nivel etnogr¨¢fico¡±, explica Ruth Blasco, investigadora del Instituto Catal¨¢n de Paleoecolog¨ªa Humana y Evoluci¨®n Social (IPHES). ¡°En la actualidad, podemos encontrar grupos de cazadores recolectores distribuidos en diversas ubicaciones geogr¨¢ficas y clim¨¢ticas, desde el ?rtico hasta las selvas tropicales. Dependiendo de las condiciones ambientales y la disponibilidad de recursos, sus dietas experimentan ajustes significativos, llegando incluso a ser pr¨¢cticamente opuestas en su composici¨®n b¨¢sica¡±, a?ade.
Aunque no haya pruebas concluyentes de que los humanos de periodos anteriores del Paleol¨ªtico acumulasen comida para gestionar su consumo, Blasco considera que no es descartable, porque ya se ha visto hace m¨¢s de 300.000 a?os, en el yacimiento israel¨ª de Qesem Cave, que guardaban m¨¦dula ¨®sea para comerla despu¨¦s. Tampoco descarta la posibilidad de que los procesos que se ven en las postrimer¨ªas de la Edad de Piedra y desembocaron en la revoluci¨®n agr¨ªcola, tuviesen lugar, al menos en cierta medida, en un tiempo anterior. E incluso que fuesen protagonizados por los neandertales. Durante mucho tiempo, se pint¨® a estos parientes como unos toscos cazadores infrahumanos, pero la acumulaci¨®n de pruebas ha cambiado esa imagen.
¡°Existen varios estudios en los que se argumenta el consumo de vegetales entre neandertales, e incluso el uso de plantas medicinales para tratar algunas afecciones y patolog¨ªas, como por ejemplo en el yacimiento del Sidr¨®n, en Asturias¡±, dice Blasco. ¡°Yo creo que la diversidad diet¨¦tica ha estado presente desde muy antiguo, y el consumo de vegetales, dependiendo del entorno ambiental, ha jugado un papel importante en las dietas humanas¡±, se?ala.
Berta Morell, investigadora del CSIC, valora el estudio por su aportaci¨®n a la reconstrucci¨®n de este periodo en una regi¨®n donde a¨²n hay poca informaci¨®n y plantea un camino entre la vida de los cazadores recolectores y las sociedades agrarias como algo muy paulatino y ¡°casi inconsciente¡±. ¡°Ten¨ªan un conocimiento muy profundo del medio en que se mov¨ªan, conoc¨ªan el ritmo de las estaciones y c¨®mo estaban relacionadas con el crecimiento de las plantas¡±, indica. Y recuerda estudios que muestran que hay grupos de cazadores recolectores que seleccionaban cu¨¢ndo recoger moluscos para obtener los m¨¢ximos beneficios y gestionar su producci¨®n. A diferencia de los mitos, que ofrecen historias completas y satisfactorias, la ciencia sigue acumulando pruebas de que no es f¨¢cil simplificar la historia de una revoluci¨®n que dur¨® decenas de miles de a?os.
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