Los cient¨ªficos exigen una ¡°acci¨®n global¡± contra los micropl¨¢sticos, que ya se han colado en m¨¢s de 1.300 especies de seres vivos
La cantidad de pl¨¢stico que llega al ambiente se habr¨¢ doblado en 2040, seg¨²n una revisi¨®n cient¨ªfica que defiende la necesidad de una acci¨®n planetaria
Apenas perceptibles a la vista (eso los m¨¢s grandes), los micropl¨¢sticos est¨¢n en el mar, en los r¨ªos y lagos, pero tambi¨¦n en el hielo de los polos y los m¨¢s alejados suelos del planeta. Su tama?o los hace tan biodisponibles que se confunden con el plancton marino, entrando as¨ª en la cadena tr¨®fica en cuya c¨²spide est¨¢n los grandes depredadores, por encima de todos, los humanos. Estos llevan d¨¦cadas comiendo, bebiendo y hasta respirando pl¨¢stico. Hace solo 20 a?os, un grupo de cient¨ªficos introdujo por primera vez el t¨¦rmino micropl¨¢sticos. Ahora, estos mismos investigadores publican una revisi¨®n, hoy jueves en la revista Science, con lo que se ha descubierto en este tiempo. Su conclusi¨®n es que la acumulaci¨®n de datos sobre su elevada presencia en el ambiente y sus peligros es tal que exigen una acci¨®n global para reducirlos.
El pl¨¢stico no lleva tanto tiempo siendo la base de la infraestructura de las sociedades humanas. Investigado y sintetizado entre finales del siglo XIX y el XX, su producci¨®n masiva no se inici¨® hasta 1950. Una d¨¦cada despu¨¦s, primero los pescadores y despu¨¦s los cient¨ªficos, alertaron de la presencia residuos pl¨¢sticos en los oc¨¦anos. Para finales de los 70, ya hab¨ªa decenas de estudios sobre la acumulaci¨®n de trozos m¨¢s peque?os confundidos entre el plancton en el mar del Norte, en el de los Sargazos, en el Caribe, en el Atl¨¢ntico sur... Pero no fue hasta 2004 cuando empez¨® a hablarse de los micropl¨¢sticos, cuando la revista Science public¨® un peque?o art¨ªculo en el que sus autores mencionaron el t¨¦rmino por primera vez. Para entonces, el pl¨¢stico se hab¨ªa convertido en esencial para la civilizaci¨®n humana.
El profesor de la Universidad de Plymouth Richard Thompson fue el primer autor de aquel texto que buscaba explicar la incongruencia entre las cifras de pl¨¢stico producido y el que se contaba en el mar, dando con la clave, la presencia de incontables trocitos cada vez m¨¢s peque?os. ¡°Tras 20 a?os de investigaci¨®n, hay pruebas claras de los efectos nocivos de la contaminaci¨®n por micropl¨¢sticos a escala mundial¡±, dice Thompson, que firma un nuevo trabajo, tambi¨¦n en Science. El trabajo es una revisi¨®n de lo que la ciencia, con m¨¢s de 7.000 estudios publicados, ha aprendido la ciencia sobre estas peque?as creaciones humanas. Lo primero es su omnipresencia. Primero fueron detectados en el mar, pero tambi¨¦n est¨¢n en la atm¨®sfera. La investigaci¨®n de su presencia en los suelos es m¨¢s reciente, pero seg¨²n esta nueva revisi¨®n podr¨ªa hasta triplicar la concentraci¨®n en los mares. En conjunto, se espera que, para 2040, la cantidad llegue a m¨¢s que doblarse.
¡°Todav¨ªa hay incertidumbres, pero durante los 20 a?os transcurridos desde nuestro primer estudio, la cantidad de pl¨¢stico en nuestros oc¨¦anos ha aumentado alrededor de un 50%, lo que solo enfatiza a¨²n m¨¢s la necesidad apremiante de actuar¡±, sostiene en una nota Thompson. Adem¨¢s, los pl¨¢sticos y micropl¨¢sticos han llegado muy lejos de donde fueron usados. As¨ª, la basura pl¨¢stica generada en Europa y Am¨¦rica del Norte acaba en el c¨ªrculo polar ¨¢rtico arrastrada por la corriente. All¨ª, la acci¨®n del tiempo, la radiaci¨®n solar, las olas... lo van descomponiendo en trozos m¨¢s peque?os. Es ya como micropl¨¢sticos que llegan hasta las monta?as. En el Pirineo, por ejemplo, se puede encontrar una concentraci¨®n de estas part¨ªculas muy similar a la que pueda haber en Par¨ªs o en las industriosas ciudades chinas.
Con un tama?o de unas micras, los micropl¨¢sticos se confunden con el plancton del que se alimentan muchas especies o es ingerido accidentalmente. Llegue como llegue, ya se ha documentado su presencia en el interior de ejemplares de m¨¢s de 1.300 especies de peces, aves y mam¨ªferos. Desde los intestinos de las anchoas o las sardinas, pasando por el est¨®mago de delfines y gaviotas, llegando hasta los test¨ªculos de los humanos. No hay pruebas definitivas de que esta presencia tenga que ver con que la calidad del esperma humano haya bajado a la mitad en el ¨²ltimo medio siglo, pero ah¨ª est¨¢ la correlaci¨®n temporal. Solo en los ¨²ltimos a?os se est¨¢ avanzando en el conocer el impacto en la salud de los seres vivos. Primero fueron los experimentos con ratones, pero ya empiezan a aparecer trabajos que documentan c¨®mo la presencia no ya de micropl¨¢sticos, sino de nanopl¨¢sticos en el interior del cuerpo humano multiplica el riesgo de sufrir un infarto o un ictus.
En el trabajo de Thompson alertan sobre estos nanopl¨¢sticos, dos o tres ¨®rdenes de magnitud m¨¢s peque?os que los micropl¨¢sticos. Como dice la investigadora de la Universidad de C¨¢diz, Carmen Morales, ¡°cuanto m¨¢s peque?os, m¨¢s biodisponibles¡±. Pero enseguida reconoce que son los grandes desconocidos, ¡°debemos refinar las metodolog¨ªas para detectarlos, para saber qu¨¦ son, de d¨®nde procede¡±, a?ade. Si se parte de las primeras clasificaciones en funci¨®n de su origen, hay dos grandes tipos de micro y ahora nano pl¨¢sticos. Los primarios y los secundarios. Aquellos son los que en origen ya eran micro, como las fibras que es desprenden de un jersey, las miniesferas que se usaban en algunos cosm¨¦ticos, los pellets o los min¨²sculos trozos que pierden los neum¨¢ticos cada vez que nos pasamos de frenada. Pero, seg¨²n la revisi¨®n del profesor brit¨¢nico, la mayor proporci¨®n se corresponde con los segundos, que proceden de la fragmentaci¨®n de trozos de pl¨¢stico m¨¢s grandes hasta que se vuelven primero micro y despu¨¦s nano. Una de las conclusiones del estudio es que el ritmo de llegada de m¨¢s pl¨¢stico al entorno es mucho m¨¢s r¨¢pido que el lento proceso por el que sus componentes b¨¢sicos son asimilados por la Tierra por medio de su mineralizaci¨®n.
La ilusi¨®n del pl¨¢stico biodegradable tambi¨¦n es destacada en la revisi¨®n realizada por Thompson. Como recuerda Morales, que no ha participado en este trabajo, ¡°en realidad muchos que se anuncian como biodegradables, lo que hacen es fragmentarse en trozos m¨¢s peque?os¡±. Y eso tiene la parad¨®jica consecuencia de que lo que se dice como m¨¢s amigable con el entorno, en realidad es m¨¢s da?ino, ya que acelera la descomposici¨®n del pl¨¢stico, facilitando as¨ª su ingesta o introducci¨®n en los seres vivos. Desde 2019, la Comisi¨®n Europea ha prohibido la fabricaci¨®n y comercializaci¨®n de pl¨¢sticos oxobiodegradables, que se apoyan en la acci¨®n del ox¨ªgeno para su descomposici¨®n hasta quitarlos de la vista humana, aunque el pl¨¢stico siguiera ah¨ª.
Tanto Thompson como Morales son miembros de la Coalici¨®n de Cient¨ªficos para un Tratado Efectivo sobre los Pl¨¢sticos. Asesoran y tambi¨¦n presionan a los Estados en favor de una reducci¨®n de nuestra dependencia del pl¨¢stico. ¡°La mayor¨ªa de las medidas colocan la responsabilidad en los consumidores, cuando las m¨¢s efectivas deber¨ªa estar m¨¢s arriba, en el inicio de la cadena¡±, dice Morales. En noviembre, Naciones Unidas tendr¨¢n quiz¨¢ la reuni¨®n definitiva para lograr un acuerdo mundial vinculante. La investigadora espa?ola pone de ejemplo al Tratado de Montreal sobre los CFC, que en 1987 prohibi¨® la fabricaci¨®n de los gases CFC, por ser los causantes del agujero de la capa de Ozono, con una fase de transici¨®n. ¡°No se trata de eliminar los pl¨¢sticos a cero, sino de analizar los que son esenciales y los que no, de buscar alternativas¡±, termina Morales. 30 a?os despu¨¦s de aquel acuerdo, el agujero de la capa de ozono empieza a recuperarse.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.