?Por qu¨¦ los tit¨ªs y los humanos somos los ¨²nicos primates conocidos que tenemos nombres?
Un estudio reciente indica que los tit¨ªs tambi¨¦n tienen nombres, lo que aporta luz al origen del lenguaje humano
Los nombres son una rareza en la naturaleza. Hasta ahora, solo ten¨ªamos noticia de cuatro animales que utilizan nombres para llamar a otros individuos: los humanos, los delfines, los loros y los elefantes. Pues bien, seg¨²n un estudio recientemente publicado en la revista Science, hay otro primate al que tenemos que incluir en la lista. No se trata de un gran simio, sino del tit¨ª com¨²n (Callithrix jacchus), un monito de Brasil que nos cabr¨ªa en la palma de la mano.
Confieso que este descubrimiento no me sorprendi¨® demasiado. En 2019, asist¨ª a un congreso de Primatolog¨ªa celebrado en Oxford. Recuerdo que, de las nueve charlas que hab¨ªa dedicadas a la comunicaci¨®n, tres de ellas trataban sobre el tit¨ª. Todas hac¨ªan hincapi¨¦ en que estos animales ten¨ªan unas vocalizaciones fuera de lo com¨²n, diferentes a las de otros primates.
En lo que a comunicaci¨®n vocal se refiere, los humanos nos parecemos m¨¢s a los loros, los elefantes o los cet¨¢ceos que al resto de primates. Nacemos sin saber hablar y vamos adquiriendo esta capacidad mediante el aprendizaje. Por el contrario, las vocalizaciones de los primates son generalmente innatas y apenas se modifican a lo largo de su vida. A pesar de haberlo intentado en m¨²ltiples ocasiones, solo hemos conseguido que alg¨²n chimpanc¨¦ llegue a aprender palabras muy simples como mam¨¢. No se puede decir que nuestros primos primates carezcan totalmente de aprendizaje vocal, pero este resulta muy limitado.
Ni siquiera los monos vervet pueden ser considerados una excepci¨®n. Estos animales adquirieron cierta fama porque producen una vocalizaci¨®n de alarma cuando ven a una serpiente, otra distinta cuando ven a un leopardo y otra cuando ven a un ¨¢guila. Parecen palabras, como si simbolizasen a los distintos depredadores, pero ya sabemos que no lo son. Los vervet nacen sabiendo hacer estas vocalizaciones. Simplemente, los depredadores provocan en ellos diferentes tipos de emociones aversivas que les llevan a producir las distintas alarmas.
Asignar un nombre a cada uno de los distintos individuos de un grupo requiere una capacidad de aprendizaje vocal avanzada, ya que es necesario que las vocalizaciones tengan una flexibilidad, una capacidad de modificarse y generar un sonido diferente para cada individuo del grupo. Por eso, no es de extra?ar que no conoci¨¦ramos ning¨²n primate no humano que tuviese nombres... hasta ahora.
Los tit¨ªs han sido bastante estudiados, tanto en libertad como en el laboratorio, por tener un repertorio vocal llamativamente complejo. Las poblaciones salvajes usan por lo menos 13 vocalizaciones distintas. Mediante chillidos, silbidos y chasquidos, marcan su territorio y avisan de que han encontrado comida o de que hay depredadores a la vista. De hecho, al igual que los vervet, tambi¨¦n diferencian entre depredadores terrestres o a¨¦reos.
Una de sus vocalizaciones m¨¢s comunes son las llamadas phee, que son utilizadas para localizar a otros individuos. Resulta que los tit¨ªes viven en peque?os grupos cohesionados y son extremadamente sociales. En la selva, la maleza a veces dificulta la uni¨®n del grupo, por lo que mediante las llamadas phee entablan di¨¢logos de contacto con otros miembros para no perderse. Se consideran di¨¢logos porque estas llamadas son cortas y las hacen por turnos.
Lo m¨¢s llamativo de las llamadas phee es que s¨ª que requieren cierto aprendizaje, y esto las hace m¨¢s flexibles. Cuando nacen las cr¨ªas, empiezan a emitir una versi¨®n inmadura de estas llamadas y, solo gracias al feedback de sus padres, van aprendiendo a pronunciarlas correctamente. El tiempo de aprendizaje requerido var¨ªa mucho entre los distintos individuos y depende en gran medida del tiempo que los padres les dedican.
Cuando hay aprendizaje, tambi¨¦n suele haber diversidad. Varios estudios indican que las distintas poblaciones de tit¨ªs tienen dialectos y que estas variaciones no se deben a que est¨¦n viviendo en ambientes diferentes o a la gen¨¦tica. Por el contrario, todo apunta a que los individuos aprenden los unos de los otros. Si se cambia a un tit¨ª de poblaci¨®n, acabar¨¢ hablando como sus nuevos compa?eros.
Las llamadas phee
Ante todas estas evidencias, tiene sentido preguntarse si las llamadas phee var¨ªan en funci¨®n del individuo al que apelan. Dicho en otras palabras, si se asemejan a los nombres humanos. Para averiguarlo, un equipo de investigaci¨®n de la Universidad de Jerusal¨¦n ha analizado en varios experimentos las llamadas phee de 10 tit¨ªes en cautividad.
El procedimiento b¨¢sico era el siguiente: met¨ªan a dos monos en dos recintos transparentes contiguos y les dejaban verse brevemente antes de colocar una cortina entre ellos. A continuaci¨®n, las llamadas phee que emit¨ªan los tit¨ªes eran introducidas en un sistema de inteligencia artificial (Random Forest Classifiers). Este detect¨® diferencias entre las llamadas y pudo predecir a qu¨¦ individuo iban dirigidas.
En el siguiente paso, reprodujeron las llamadas grabadas a los tit¨ªes para comprobar si estos responden a su nombre y as¨ª fue. No obstante, cada tit¨ª utilizaba un nombre diferente para referirse al mismo individuo, aunque los que pertenec¨ªan al mismo grupo se parec¨ªan mucho. De nuevo, esto sugiere que los tit¨ªes aprenden los unos de los otros.
?Por qu¨¦ los humanos y los tit¨ªes somos los ¨²nicos primates conocidos con aprendizaje vocal? Dado que ya han pasado 40 millones de a?os desde que nuestro linaje se separ¨® del de los tit¨ªes, todo apunta a que estamos ante un caso de convergencia evolutiva. Esto ocurre cuando una misma caracter¨ªstica aparece en dos grupos de organismos de manera independiente, como las alas de una mariposa y las alas de un murci¨¦lago. Lo interesante es entender qu¨¦ es lo que propicia que aparezcan estas caracter¨ªsticas.
Hay autores que sugieren que el aprendizaje vocal se ve favorecido en un sistema de crianza cooperativa. Entre los primates, la sociedad tit¨ª es la ¨²nica, aparte de la humana, en la que familiares e individuos no emparentados ayudan de una manera activa y sistem¨¢tica a los progenitores en la crianza de sus hijos. Esto es necesario porque los tit¨ªs siempre tienen gemelos, situaci¨®n muy demandante desde el punto de vista energ¨¦tico. Las madres solas no se pueden hacer cargo del par de gemelos, as¨ª que todos los miembros del grupo ayudan en el transporte y alimentaci¨®n.
En nuestro caso, los humanos hacemos crianza cooperativa porque los beb¨¦s son altriciales, es decir, nacen muy poco desarrollados y son extremadamente dependientes. Por ejemplo, el cerebro de un beb¨¦ humano solo tiene un 25% del tama?o de un cerebro adulto, mientras que el cerebro de un macaco beb¨¦ ya tiene un 65%. Esto tambi¨¦n provoca que nazcamos sin la capacidad de control vocal y que la vayamos desarrollando gracias a la influencia del entorno social.
Algunos estudios indican que los beb¨¦s humanos que producen vocalizaciones que se asemejan m¨¢s al lenguaje humano, reciben una mayor atenci¨®n de sus cuidadores. Por tanto, hay una presi¨®n selectiva. En este escenario, en el que hay muchos cuidadores potenciales, las cr¨ªas compiten por tener m¨¢s atenci¨®n. Cuanto antes aprenda un beb¨¦ a hablar, mejor le ir¨¢.
Curiosamente, aunque los tit¨ªs se desarrollan doce veces m¨¢s r¨¢pido que los humanos, las cr¨ªas tambi¨¦n son altriciales. Debido al embarazo gemelar, se produce un retraso de la formaci¨®n de los ¨®rganos durante la gestaci¨®n y estas nacen menos desarrolladas que la mayor¨ªa de los primates. Entre otros rasgos, esto se aprecia en las escasas habilidades locomotoras que tienen los tit¨ªs reci¨¦n nacidos.
Por tanto, encontramos un paralelismo entre humanos y tit¨ªs que ha podido fomentar la aparici¨®n del aprendizaje vocal: ambos nacemos altriciales en un sistema de crianza cooperativa donde los beb¨¦s compiten por atenci¨®n. Esto es una hip¨®tesis y se necesita m¨¢s investigaci¨®n para que sea aceptada, pero deja muy claro por qu¨¦ es imprescindible estudiar el comportamiento animal para entender al ser humano.
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