La Hispanidad y la mercanc¨ªa
La ciencia y la superstici¨®n se aliaron en beneficio de la vida de Crist¨®bal Col¨®n y de su tripulaci¨®n en Jamaica
La noche empez¨® a hacerse astronom¨ªa cuando la humanidad abandon¨® el nomadismo y se convirti¨® en sedentaria. La recolecci¨®n y la siembra necesitaban de cierta capacidad de predicci¨®n por parte del ser humano que buscaba en el cielo se?ales beneficiosas para sus cosechas.
Con todo, nunca se perder¨ªa el componente m¨¢gico que alimenta las leyendas m¨¢s antiguas, las mismas que cuentan la epopeya sumeria de Gilgamesh, la historia m¨¢s vieja que conocemos, donde la venganza y los celos se cruzan con las referencias a los cuerpos celestes. El ciclo de poemas sumerios, lo queramos o no, acompa?a nuestras vidas cada vez que miramos el cielo de la noche. La superstici¨®n y la magia son m¨¢s grandes que la realidad entera.
Y todo esto viene a cuento por las fechas en las que estamos. Hace unos d¨ªas se conmemor¨® el primer viaje de Col¨®n, hace m¨¢s de 500 a?os, cuando Europa se abri¨® al Atl¨¢ntico y, de esta manera, se ampli¨® el mundo conocido hasta entonces. Como cada a?o, por estas fechas, celebramos la modernidad que puso fin al oscurantismo en el que la Edad Media hab¨ªa sumido a Europa durante siglos.
Por lo mismo, viene al hilo recordar lo que sucedi¨® en el cuarto y ¨²ltimo viaje de Crist¨®bal Col¨®n al continente reci¨¦n encontrado, cuando la ciencia y la superstici¨®n se aliaron en beneficio de la vida del marino genov¨¦s y de su tripulaci¨®n varada en Jamaica. Vamos a ello.
Los arahuacos sab¨ªan que no era de fiar. Ni ¨¦l ni sus hombres.
Ocurri¨® en 1504, y ante la falta de v¨ªveres, Col¨®n pidi¨® ayuda a los nativos de la isla, los indios arawak o arahuacos. Pero estos no estaban por la labor. Ayudar al forastero era lo m¨¢s parecido a ayudar a un esp¨ªritu maligno. Ya conoc¨ªan al hombre blanco de otras veces. Col¨®n hab¨ªa llegado hasta aquellas costas en su segundo viaje, en 1494, bautizando la isla reci¨¦n encontrada como Santiago. Los arahuacos sab¨ªan que no era de fiar. Ni ¨¦l ni sus hombres.
Lo que nunca supieron es que el marino genov¨¦s manejaba un calendario perpetuo o Regiomontano, denominado as¨ª por el apodo que recib¨ªa su creador, el astr¨®nomo alem¨¢n Johann M¨¹ller (1436-1476), un ni?o prodigio en su ¨¦poca que dio a la imprenta su Kalendarium por el que se predec¨ªan sin error los eclipses debido a la certeza con la que se mostraban las posiciones del Sol y de la Luna.
¡°Se borrar¨¢ la luna del cielo esta misma noche¡±, amenaz¨® Col¨®n
Armado con dicho calendario, Crist¨®bal Col¨®n puso en pr¨¢ctica su habilidad para el enga?o ante los nativos de la isla, amenaz¨¢ndolos con el poder del dios cristiano, en el caso de que estos siguieran obcecados en la idea de no darles provisiones. ¡°Se borrar¨¢ la luna del cielo esta misma noche¡±, amenaz¨® Col¨®n. Era un 29 de febrero y, seg¨²n el calendario perpetuo, iba a ser noche de eclipse.
Los nativos, cuando vieron que la amenaza de Col¨®n se cumpli¨®, temerosos de nueva amenaza, decidieron cambiar de idea y no negarse a nada de lo que los hombres blancos imperaran. De esta manera, la superstici¨®n que nace de la divinidad y el materialismo que aspira al conocimiento cient¨ªfico se complementaron a la hora de salvar la vida a Col¨®n y a los hombres de su tripulaci¨®n. De lo contrario hubiesen muerto de inanici¨®n.
Este episodio se convierte en todo un ejemplo de c¨®mo los miedos at¨¢vicos que acompa?an al ser humano desde que el mundo es mundo han sido utilizados en beneficio de los privilegiados que, poseedores de informaci¨®n cient¨ªfica, la han utilizado para dominar al resto; como si dicha informaci¨®n fuese mercanc¨ªa que se pudiese canjear por un miedo m¨¢s enorme que la realidad entera.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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