Los universos paralelos de un visionario cient¨ªfico llamado Philip K. Dick
Cuando en 1957 Hugh Everett public¨® su interpretaci¨®n de la teor¨ªa cu¨¢ntica, donde abr¨ªa la posibilidad a los universos paralelos, no fue tomado en serio por el mundo cient¨ªfico. Pero un autor de ciencia-ficci¨®n sali¨® en su ayuda
Para el cr¨ªtico literario norteamericano Anthony Boucher (1911-1968), la ciencia-ficci¨®n es un g¨¦nero que consiste en hacerse la pregunta ¡°?y si?¡± durante todo el relato. De esta manera, la ciencia-ficci¨®n queda convertida en un juego donde todo depende de que se cumpla una condici¨®n.
Cuando esto ocurre, cuando la condici¨®n se cumple, entonces se abre la posibilidad de desarrollar un nuevo escenario y, con ello, nuevos conflictos en el relato. Por lo mismo, cada vez que nos hacemos la pregunta ¡°?y si?¡± estamos en el umbral de una hip¨®tesis tan literaria como cient¨ªfica: la hip¨®tesis de los universos paralelos.
Para hacernos una idea de la relaci¨®n entre el g¨¦nero de ciencia-ficci¨®n y la interpretaci¨®n de los mundos m¨²ltiples vamos a recurrir a dos personas, la primera es un cient¨ªfico; la otra un escritor. El cient¨ªfico responde al nombre de Hugh Everett III (1930-1982) y se trata del f¨ªsico que jug¨® con la idea de los universos paralelos a partir de una original interpretaci¨®n de la mec¨¢nica cu¨¢ntica. Propuso que se explicase el proceso de medici¨®n a partir de la formulaci¨®n de una teor¨ªa, todo lo contrario de lo que ven¨ªa siendo habitual. Hay que recordar que hasta su hip¨®tesis fueron las mediciones las que determinaban la teor¨ªa. Las part¨ªculas cu¨¢nticas no se comportan de manera usual y, por este motivo, los fen¨®menos cu¨¢nticos y su din¨¢mica at¨®mica no se dejan medir por la mec¨¢nica de Newton aplicada al macrocosmos.
Con estas cosas, en 1957 Hugh Everett public¨® en ¡°Reviews of Modern Physics¡± su interpretaci¨®n de la teor¨ªa cu¨¢ntica; una hip¨®tesis que rozaba lo literario y donde abr¨ªa la posibilidad a los universos paralelos. Pero claro, aquello fue tomado como una frikada por el mundo cient¨ªfico. As¨ª ocurri¨® durante m¨¢s de una d¨¦cada. Durante este periodo de desprecio entr¨® en escena la otra persona.
Se trata de Philip K. Dick, un escritor de aspecto desaseado y con pintas de beatnick que andaba por Berkeley buscando descripciones exactas de la otra realidad, es decir, la realidad que subyace bajo la apariencia de lo real.
En una de sus historias, los personajes que habitan una peque?a ciudad americana en los a?os cincuenta est¨¢n viviendo en una especie de parque tem¨¢tico que se expone en un museo del siglo XXIII. Sin embargo, los habitantes de esta reconstrucci¨®n hist¨®rica no pueden ver a las personas que se acercan a mirarlos a trav¨¦s de un complejo sistema ¨®ptico. No saben que el mundo que los observa es el mundo del siglo XXIII. Ellos siguen en los a?os cincuenta del siglo XX. Por relatos as¨ª, por historias como esta, la aproximaci¨®n a los universos paralelos de Everett tendr¨¢ su confirmaci¨®n en Philip K. Dick.
Con todo, la obra de Philip K. Dick que m¨¢s depende de la pregunta ¡°?y si?¡± es la novela titulada El hombre en el castillo recientemente reeditada en Minotauro. Muchas veces nos hemos hecho la pregunta: ¡°?Y si los Aliados hubiesen perdido la Segunda Guerra Mundial, c¨®mo ser¨ªa todo?¡± Pues bien, Philip K. Dick tiene la respuesta en la que puede ser su mejor novela, una historia donde traspasa el umbral de la realidad y alcanza un universo paralelo.
Esta ucron¨ªa fue publicada en 1962 y en ella nos presenta el escenario despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, cuando los Aliados perdieron la guerra y el Eje Roma-Berl¨ªn la gan¨® gracias a la bomba at¨®mica. La inversi¨®n llega hasta el mapa de Norteam¨¦rica donde los Estados Unidos quedaron divididos entre una Costa Este sujeta al poder alem¨¢n y unos Estados del Pac¨ªfico sometidos al Imperio Japon¨¦s.
Se trata de una novela que ilustra de manera original la hip¨®tesis de Everett acerca de los universos paralelos y, sobre todo lo dem¨¢s, nos ense?a que tanto Everett como Philip K. Dick fueron esp¨ªritus libres, pues, en ambos casos, demostraron que la libertad no consiste en otra cosa que en la capacidad para pensar los propios l¨ªmites.
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