1. Mario Vargas Llosa. El vicio de escribir
Cr¨ªticos, expertos y profesores analizan en el foro Lecciones y maestros la obra del escritor hispanoperuano
Mario Vargas Llosa se encontr¨® un d¨ªa, en la mesa de noche de su adolescencia, que adem¨¢s de los cuentos que le contaba su madre hab¨ªa unos poemas de Pablo Neruda, un poeta para ¨¦l desconocido pero que le introdujo en las turgencias (y en las urgencias) de la vida. Todo fue porque su madre le quit¨® el libro, "eso no es para ni?os", de modo que ¨¦l se afan¨® en reencontrarlo y finalmente ley¨® los Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada.
El escritor peruano cuenta eso en El pez en el agua, su autobiograf¨ªa personal, y esta ma?ana lo record¨® ante un nutrido grupo de profesores, escritores, cr¨ªticos, editores y amigos, V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, en la apertura de las jornadas Lecciones y maestros que organiza la Fundaci¨®n Santillana en su sede de Santillana del Mar.
Estas jornadas fueron fundadas por Jes¨²s Polanco, presidente de Prisa fallecido en julio de 2007, y por Isabel Polanco, su hija, consejera delegada del grupo editorial Santillana, fallecida tambi¨¦n en marzo de este a?o. Isabel estuvo en las jornadas del a?o pasado, y su padre no pudo estar porque entonces (junio de 2007) sufr¨ªa un episodio grave de su estado de salud.
El hijo mayor de Jes¨²s, Ignacio, presidente ahora de PRISA (empresa editora de EL PA?S), se refiri¨® a esa contingencia triste cuando abri¨® estas jornadas, y fue luego V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, director de la Academia, ling¨¹ista y cr¨ªtico literario, quien subray¨® esa circunstancia dolorosa para remarcar algo que distingui¨® a padre e hija, y que est¨¢ en el origen de esta reuni¨®n de maestros literarios con sus lectores en Santillana del Mar, que tanta vinculaci¨®n tiene con el proyecto editorial de Polanco y de su socio, Pancho P¨¦rez Gonz¨¢lez, que ha estado hoy, como el a?o pasado, en el acto inaugural.
Dijo De la Concha que nunca pagar¨¢ bastante la Academia la fuerza con la que los Polanco, padre e hija, ayudaron a la instituci¨®n que dirige a arraigarse y a prolongarse en Am¨¦rica, en todos los l¨ªmites del espa?ol. Salvador Ord¨®?ez, rector de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo, se sum¨® a ese homenaje, que domina sentimentalmente el desarrollo de las jornadas.
Ya metidos en la literatura propiamente dicha, resultaba extra?o, pero rigurosamente imprescindible, contemplar a Vargas Llosa, el primero de los escritores que se somete a estas lecciones, ante el exegeta de su obra, su compa?ero de Academia V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha. Y debi¨® ser muy estimulante para ¨¦l; De la Concha recogi¨®, de muchas de las cosas que Vargas Llosa ha ido diciendo o escribiendo, una especie de autobiograf¨ªa literaria que parte de aquellos poemas de Neruda, y va a los poemas de Baudelaire o Rimbaud o Luis de G¨®ngora, para pasar a abrazar, primero, las tesis de Jean Paul Sartre, y sucesivamente, para revisarlas o para abrazarlas, las de Albert Camus, las de William Faulkner, las de Joseph Conrad o las de Flaubert.
Cuando le respondi¨®, sentado en la misma mesa de caf¨¦, ante sus lectores y antes sus ex¨¦getas, y tambi¨¦n ante los dos escritores que le han de suceder en esta serie de lecciones y maestros, Javier Mar¨ªas y Arturo P¨¦rez-Reverte (el a?o pasado fueron Jos¨¦ Saramago, Carlos Fuentes y Juan Goytisolo), Vargas Llosa reivindic¨® esas fuentes de su escritura, marc¨® n¨ªtidamente el nacimiento de su vocaci¨®n imbatible, se adentr¨® en el encuentro tan nutritivo con Faulkner y con Flaubert y dibuj¨® la esencia de su trabajo literario como la consecuencia de una teor¨ªa y de una voluntad.
Su teor¨ªa, y con ella comenz¨®, es contar bien las historias; y su t¨¦cnica es la de hacer que la t¨¦cnica tenga protagonismo; no se puede decir cualquier cosa, porque sea dram¨¢tica o espectacular, de cualquier manera; hay que seguir una t¨¦cnica, y ¨¦sta ha de servir en funci¨®n de la esencia o el desarrollo de las historias que se quieran representar.
Sin un folio delante, sin siquiera una nota, mirando acaso a ese aparatito invisible que se llama memoria, el autor de La t¨ªa Julia y el escribidor cont¨® su historia de matrimonio indisoluble con la literatura y dej¨® paso al coloquio que tambi¨¦n le tuvo a ¨¦l como protagonista silente y que control¨® Basilio Baltasar, director de La Oficina del Autor y de la revista cultural El Boomeran(g). Ah¨ª hubo de todo; Peter Landelius, traductor al sueco de Vargas Llosa, cont¨® su experiencia a la hora de trasladar a su lengua el imaginario del peruano; Jos¨¦ Miguel Oviedo, peruano, que naci¨® con Mario a la vida y a la literatura, en la misma escuela, en el mismo tiempo, habl¨® de "la pasi¨®n hirviente"que hay en los personajes y en la literatura de su paisano, y estuvieron tambi¨¦n otros especialistas o lectores.
Armas Marcelo, que escribi¨® una biograf¨ªa literaria del escritor de La ciudad y los perros, cont¨® una an¨¦cdota que completa el mito (basado en la realidad) del trabajo incesante a que se somete Vargas Llosa a la hora de cumplir con su vocaci¨®n literaria. Dice Armas Marcelo que escribe Carlos Barral que ¨¦ste le fue a visitar a Par¨ªs, cuando ya Mario hab¨ªa escrito La ciudad y los perros; sonaba la m¨¢quina de escribir, y era Vargas Llosa en medio del silencio de la casa, mientras Barral dormitaba. Hasta que son¨® el timbre de la puerta, entr¨® seguramente una mujer, y al cabo de unos minutos volvi¨® a sonar la m¨¢quina, que par¨® tan solo para que se oyera la voz de Mario diciendo: "?Qu¨¦ haces desnuda, que te vas a enfriar!". Y luego volvi¨® a sonar la m¨¢quina. Lo de Neruda es verdad, Mario recuerda haber contado eso; alguien cont¨® luego que Barral escribi¨® esa an¨¦cdota para cumplir con el deber de un editor de crear una mitolog¨ªa en torno a un autor que estaba naciendo.
En lo que estuvo de acuerdo Mario, y en lo que estuvieron de acuerdo todos, fue en que en el escritor peruano se cumple el gozo del vicio m¨¢s misterioso del mundo, el que proporciona la escritura incesante, a la que ¨¦l se somete como un forzado feliz. Despu¨¦s de almorzar le ofrecieron irse de viaje por Li¨¦bana. Pero ten¨ªa que escribir. Ya se lo pod¨ªa pedir Brigitte Bardot, o la que le sucediera en los estrellatos de ahora.
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