Y 3. P¨¦rez-Reverte: El lector de batallas
El an¨¢lisis de la obra del escritor de Cartagena cierra el ciclo 'Lecciones y maestros' en Santillana del Mar
Vestido de oscuro, con camisa blanca, abierta, subi¨® de un salto al estrado, le devolvi¨® a su presentador, el cr¨ªtico Jos¨¦ Mar¨ªa Pozuelo Yvancos, su m¨®vil y un bol¨ªgrafo que ¨¦ste se hab¨ªa dejado sobre la mesa, y se lanz¨® a dar mandobles; no dej¨® t¨ªtere con cabeza Arturo P¨¦rez-Reverte. Contra esto y aquello, parec¨ªa el Capit¨¢n Alatriste, aunque alguna vez tuvo r¨¢fagas de El pintor de batallas, su creaci¨®n m¨¢s melanc¨®lica y, si esto se puede decir, m¨¢s tierna, m¨¢s interior, m¨¢s reposada.
Fue la ¨²ltima sesi¨®n del ciclo Lecciones y maestros. P¨¦rez-Reverte fue precedido en la serie por Mario Vargas Llosa (que habl¨® de s¨ª mismo como un contador de historias), y por Javier Mar¨ªas (que al fin y al cabo se calific¨® de la misma manera). Y Arturo hizo lo propio, "soy un contador de historias", cuando le toc¨® referirse a la pasi¨®n que va con ¨¦l desde que naci¨® para la lectura. Y naci¨® pronto, a los seis a?os, junto a una biblioteca enorme, la de su familia; fue una suerte y un desafi¨®; se ley¨® todos los libros, y lo hizo con denuedo, entrando en ellos como si le fuera la vida en la lectura. Hace unos a?os le pidi¨® su amigo Julio Ollero, editor, que le escribiera una lista con sus cien libros preferidos, "y result¨® que casi todos los le¨ª antes de cumplir los veinte a?os".
Esos libros, en los que est¨¢n desde Robert L. Stevenson hasta Mika Waltari o Agatha Christie, y en fechas m¨¢s recientes John Le Carr¨¦ y hasta Ken Follett, hicieron de P¨¦rez-Reverte un lector, y sobre todo un lector de batallas, "un best seller europeo", como dijo el periodista Sergi Vila Sanju¨¢n. Los especialistas que hablaron de su obra, despu¨¦s de su discurso, ahondaron en esa experiencia del autor de El maestro de esgrima, como hizo el presentador, Pozuelo Yvancos. Ese bagaje de lector le quit¨® a P¨¦rez-Reverte la timidez del autor, que en la ¨¦poca en la que ¨¦l naci¨® a la escritura (y fue, dijo, un escritor tard¨ªo) estaba casi obligado a escribir m¨¢s como Julio Cort¨¢zar o como Juan Benet que a escribir batallas como las que hab¨ªa le¨ªdo.
El discurso de P¨¦rez-Reverte fue una reivindicaci¨®n de ese origen de su vocaci¨®n, que tiene su emblema. Cuando a¨²n no hab¨ªa publicado ning¨²n libro, es decir, antes de que se publicaran El h¨²sar o El maestro de esgrima, se encontr¨® que iban apil¨¢ndose en su biblioteca (la suya ya, atr¨¢s quedaba la de la familia) las revistas o los suplementos literarios, que llegaban a la altura f¨ªsica de los Balzac, Dumas o Conrad que ten¨ªa entre los libros que le¨ªa y rele¨ªa. Y encima de esos libros, junto a la resma de peri¨®dicos o revistas, hab¨ªa clavada una frase que le marcaba un modo de ser: "Dios bendiga las lejanas islas donde nunca llegan las ¨®rdenes de captura...".
Afront¨® el periodismo (que ahora le parece un mal sue?o) y se adentr¨® para siempre en la literatura huyendo de las ¨®rdenes de captura, sobre todo literarias? Su discurso, que en alg¨²n momento record¨® algunos de esos instantes de refriega que le dan sentido a las ¨²ltimas p¨¢ginas de La Reina del Sur, constituy¨® una defensa de esa actitud y de aquellas herencias literarias. Pozuelo Yvancos hab¨ªa dicho que El pintor de batallas era un punto y aparte en su dedicaci¨®n novel¨ªstica; aunque es una historia como las que P¨¦rez-Reverte reivindica, supone tambi¨¦n una inflexi¨®n: entra ese Arturo reflexivo, que atiende el eco de los h¨¦roes cansados que constituyen, en el fondo, la materia narrativa de su obra completa.
Pero ese P¨¦rez-Reverte, que existe, y que aflora, como dijo su editor italiano Marco Tropea, en la conversaci¨®n y en la mirada, no fue el que surgi¨® hoy por la ma?ana en estas jornadas de Santillana; fue m¨¢s bien el autor de El capit¨¢n Alatriste o el de ese otro libro, La Reina del Sur, e incluso el autor de La piel del tambor o de Territorio comanche; ¨¦l escribe, dijo, sabiendo que el lector est¨¢ ah¨ª, y quiere una historia, no est¨¢ para atender los lloriqueos de los escritores que se hacen pajas mentales con los problemas de su ombligo? ?l no quiere ser "ni un referente moral ni un partero moral", ¨¦l es un contador de historias que no tiene nada que ver con el pesado -as¨ª lo dijo- que le echa la culpa al mercado de que no exista gusto literario...
La cr¨ªtica no se libr¨® de su invectiva; demasiado deudora de las modas y de los modos, ha preferido dedicarse al lado solemne de la literatura y se ha centrado en decir c¨®mo se deben escribir los libros que ellos no escriben antes que atender a lo que realmente se escribe. Ante eso, ante los cr¨ªticos y ante los pesados, ¨¦l afronta la vida literaria como un trabajador (y como un lector), trabajando entre ocho y diez horas diarias, y teniendo en cuenta un ¨²nico m¨¦todo de escritor: escribir una novela, cont¨®, es contar una historia, partiendo de la A para llegar a la C, que es el desenlace, pasando por la B, que es el nudo? "Hasta la fecha no he encontrado m¨¦todo mejor". El m¨¦todo hay que seguirlo poniendo bien los puntos y las comas, escribiendo y no quej¨¢ndose luego "de que el mundo no me comprenda".
M¨¢s deudor de Quevedo que de Ferlosio o Cort¨¢zar, P¨¦rez-Reverte escribe "porque soy lector"; no entiende que haya escritores que se quejan de su sacrifico, "pues no escribas, t¨ªo"; ¨¦l lo hace para divertirse, "divertirse es imprescindible, no lloriquear"; para seguir creyendo en las historias, sigue atendiendo m¨¢s a las novelas del siglo XIX y principios del XX que lo que luego mandaron las modas; eso fue conformado "el territorio en el que se fue asentando el novelista que yo no ten¨ªa ni idea de que un d¨ªa iba a aparecer...". ?l iba a contar las historias del h¨¦roe, del combate, del tesoro?, lejos siempre de "esos pajilleros de la vacuidad inane".
Despu¨¦s de esa diatriba, Arturo recogi¨® sus artes de matar lo que no le gusta, se sent¨® entre Vargas Llosa y Mar¨ªas y atendi¨® el coloquio que dirigi¨® Rosa Junquera. Muchos de los especialistas en su obra le arrancaron la risa y la sonrisa, e incluso intervino a veces; hablaron de sus art¨ªculos, de sus libros, se refirieron con mucha minuciosidad a ese libro, El pintor de batallas, como para fijar un P¨¦rez-Reverte m¨¢s secreto (como Negra espalda del tiempo en el caso de Mar¨ªas): su editor italiano dijo que en ese libro se hab¨ªan juntado "la gran literatura europea y el testimonio de este tiempo; e incluso se mostr¨® (lo mostr¨® ?scar L¨®pez, uno de sus m¨¢s frecuentes entrevistadores) un dec¨¢logo para periodistas que quieran entrevistar a P¨¦rez-Reverte y pretendan tener ¨¦xito en el empe?o... Annie Morvan, su editora francesa, dijo que ahora en Francia el paradigma espa?ol ya no es Carmen sino Alatriste?, y hablando de sus art¨ªculos Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Nogales dijo que P¨¦rez-Reverte "es el Larra de nuestro tiempo..."
P¨¦rez-Reverte hab¨ªa dicho, en su discurso, "me importa un r¨¢bano el futuro de la novela". No es un te¨®rico, eso dijo tambi¨¦n; pero sus libros, dijo su amigo Pepe Perona, son una suma de libros, un punto de partida para leerle a ¨¦l y para no dejar de leer esa larga bibliograf¨ªa que le contempla desde que cumpli¨® seis a?os.
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