Celebraci¨®n para las masas
Los miembros de Depeche Mode siguen milim¨¦tricamente fieles al gui¨®n que vienen representando en las ¨²ltimas temporadas
Ese enorme container de hormig¨®n que es el Pabell¨®n 5 de Feria Valencia cobra plena funcionalidad con bandas como Depeche Mode. Pocos grupos hallar¨¢n mejor acomodo en su mastod¨®ntico entramado de enormes columnas grises, su rectil¨ªnea amplitud y su inconfundible encrucijada de ecos, tan poco proclive a las sutilezas. Y m¨¢s si se completan m¨¢s de tres cuartas partes de su aforo -m¨¢s de 10.000 personas-, un aspecto mucho m¨¢s saludable que el de la desangelada estampa vivida en otras citas mucho menos concurridas. Un enclave de connotaciones tan industriales se antoja el mejor marco para la oscura grandilocuencia synth pop patentada por los brit¨¢nicos, realzada por las proyecciones de una enorme pantalla que no hizo m¨¢s que apuntalar el hechizo visual de un pu?ado de temas tallados para ser coreados a voz en grito por la multitud.
Depeche Mode
David Gahan: voz; Martin Gore: guitarra, voz y teclados; Andrew Fletcher: teclados; Peter Gordeno: teclados; Christian Eigner: bater¨ªa. Pabell¨®n 5 de Feria Valencia. Jueves 12 de noviembre de 2009.
Gahan, Gore y Fletcher siguen milimetradamente fieles al gui¨®n que vienen representando en las ¨²ltimas temporadas sobre los escenarios, en el que si simplemente se permutan los temas del ¨¢lbum que se dedican a presentar (Playing The Angel hace cuatro a?os, Sounds of The Universe ahora, ambos discretos), el resultante es pr¨¢cticamente el mismo concierto una y otra vez. Porque agota comprobar c¨®mo una banda con tantos temas memorables se empe?a en exprimir siempre la misma media docena de puntos ¨¢lgidos de su repertorio en el mismo orden. Hubo varios focos de inflexi¨®n, tan efectivos como previsibles, desde la temprana ¨¦pica de Walking In My Shoes hasta una extasiante Enjoy the Silence, pasando por el vuelo rasante de It's No Good, el socorrido magisterio del insuperable Violator (con Policy of Truth o World in My Eyes) o los proverbiales minutos de lucimiento vocal de Martin Gore en temas como Home. Pero la aplastante elocuencia emocional que desprende la banda en escena no merece que, invariablemente, la intensidad de Never Let Me Down Again quede licuada en un mero tr¨¢mite para echar el cierre. O que la machacona Personal Jesus baje siempre el tel¨®n, para m¨¢s inri cercenada por la mitad (?acaso les faltan ensayos?) para luego alargarse hasta el infinito. Objeciones seguramente ro?osas, ya que la repetici¨®n del mismo truco sin chistera alguna parece ser el leit motiv principal del 90% de un p¨²blico predispuesto a comulgar siempre con la misma rueda de molino, siempre que le recuerde tiempos pasados, y, al parecer, mejores.
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