Hamburgo: La primera gran ciudad que fue aniquilada
Se publica en espa?ol el testimonio del novelista Hans Erich Nossack sobre el bombardeo que destruy¨® Hamburgo durante la Segunda Guerra Mundial
Por fin iban a poder ir a descansar unos d¨ªas fuera de la ciudad. Al fin el calor apretaba y, despu¨¦s de aplazarlo varias veces, hab¨ªan reservado una caba?a en el campo. El escritor Hans Erich Nossack y su compa?era dejaban atr¨¢s el bullicio urbano de Hamburgo. Ignoraban que de ninguna manera podr¨ªan escapar de lo que iba a caer del cielo aquella semana de julio de 1943. "Y de pronto todo parec¨ªa ba?ado por la luz opalina de los infiernos", escribe Nossack en El hundimiento. Lo que contempl¨® fue el mayor bombardeo urbano hasta entonces, que arras¨® la urbe y caus¨® 40.000 v¨ªctimas civiles y un mill¨®n de desplazados. "Para m¨ª, la ciudad se hundi¨® como un todo", sentencia.
Nadie hab¨ªa visto nada parecido. "Asist¨ª a la destrucci¨®n de Hamburgo como espectador", comienza su testimonio. Nossack (1901-1977) avist¨® la incursi¨®n desde su caba?a, a quince kil¨®metros al sureste de la ciudad. Luego regres¨® y habl¨® con los supervivientes. "Lo que contaban es tan incre¨ªblemente aterrador que cuesta entender c¨®mo lograron sobrevivir". El hundimiento es la cr¨®nica de la aniquilaci¨®n de una ciudad y, sobre todo, uno de los escasos testimonios sobre el sufrimiento de la poblaci¨®n civil alemana durante la guerra. Ahora se recupera por primera vez en espa?ol, traducido por Juan de Sola, en la editorial La U?a Rota.
Todo comenz¨® la noche del 24 de julio, cuando el cielo de Hamburgo estall¨® en pedazos. Las fuerzas a¨¦reas de Reino Unido, con apoyo de EE UU, lanzaron la Operaci¨®n Gomorra (llamada as¨ª por la ciudad del Antiguo Testamento que fue devastada por el fuego), un ataque a¨¦reo sin precedentes, sobre la industriosa ciudad del Elba, uno de los mayores puertos del mundo y punto estrat¨¦gico con astilleros, refiner¨ªas de petr¨®leo e industrias metal¨²rgicas. Esa medianoche los aviones brit¨¢nicos descargaron 2.300 toneladas de bombas incendiarias. At¨®nito contempl¨® Nossack c¨®mo el horizonte reventaba en un millar de bengalas. "Era como si del cielo cayeran unas gotas de metal candente sobre las ciudades. M¨¢s tarde desaparec¨ªan tras una nube de humo, iluminada de rojo desde abajo por el incendio de la ciudad."
Tormenta de fuego
Lo peor lleg¨® tres d¨ªas despu¨¦s. La diab¨®lica intensidad del bombardeo caus¨® un fen¨®meno imprevisto. Los zonas que ya ard¨ªan segu¨ªan siendo machacadas una y otra vez con m¨¢s bombas, de manera que la temperatura se elev¨® descomunalmente. Los bomberos no pod¨ªan sofocarlas y el tiempo seco y caluroso hizo el resto. El aire supercaliente lanz¨® corrientes de fuego de 240 kil¨®metros por hora, a temperaturas de 800 ?C, y desat¨® un gigantesco tornado de fuego. Es lo que se conoce como feuersturm o tormenta de fuego. Las llamaradas se elevaban varios metros. El petr¨®leo derramado incendi¨® los canales. El asfalto se derriti¨®. La falta de ox¨ªgeno y el fuego acabaron con muchos de los que intentaron alcanzar los refugios antia¨¦reos. La mayor¨ªa de v¨ªctimas del ataque pereci¨® esa noche infernal.
La breve cr¨®nica de Nossack, apenas un centenar de p¨¢ginas, es un texto pionero de las obras alemanas que medio siglo despu¨¦s, de la mano del ensayo Sobre la historia natural de la destrucci¨®n, del novelista alem¨¢n W. G. Sebald (1944-2001), dar¨ªan voz al sufrimiento de la poblaci¨®n civil alemana durante la guerra. "La sensaci¨®n de humillaci¨®n nacional sin parang¨®n sentida por millones [de alemanes] durante los ¨²ltimos a?os de la guerra nunca encontr¨® expresi¨®n verbal de verdad, y aquellos directamente afectados por la experiencia ni la compartieron entre s¨ª ni la transmitieron a la siguiente generaci¨®n", escribe el autor de Austerlitz.
El propio Sebald subray¨® el valor testimonial de El hundimiento: "M¨¦rito innegable de Nossack es que fue el ¨²nico escritor que intent¨® escribir sobre lo que hab¨ªa visto realmente de la forma m¨¢s sencilla posible". La devastaci¨®n de la Operaci¨®n Gomorra la han abordado de manera exhaustiva durante los ¨²ltimos a?os el historiador alem¨¢n J?rg Friedrich, en El incendio, y el brit¨¢nico Keith Lowe, en Inferno. The Devastation of Hamburg, 1943. Lowe recoge testimonios escalofriantes. Como el de un ingeniero de vuelo brit¨¢nico que iba a bordo de un bombardero Lancaster. A 17.000 pies de altura divis¨® c¨®mo una columna de humo les rodeaba. "Pod¨ªamos oler claramente... Bueno, era como carne quemada. No es algo de lo que mes guste hablar".
El regreso de Nossack a la ciudad d¨ªas despu¨¦s fue un peregrinaje apocal¨ªptico. Subido a un cami¨®n de refugiados, describe la destrucci¨®n del centro hist¨®rico. Las hileras de edificios de oficinas de ladrillo rojo en los canales de St Annen, que parecen intactas aunque teme que no sean m¨¢s que fachadas huecas. Ante el campanario decapitado de la Katharinenkirche, evoca c¨®mo el desaparecido "verde azulado de la cubierta barroca hechizaba las aguas opalescentes del canal. Su mera visi¨®n, especialmente en primavera y en oto?o, te transportaba a un mundo de enso?aciones". Entre casas derruidas, puentes partidos y senderos que se abren entre cristales y escombros, Nossack recorre la cat¨¢strofe desde la anta?o elegante Jungfernstieg hasta la c¨¦ntrica Hohe Bleichen y los s¨®tanos atestados de cad¨¤veres carbonizados.
Aplastar a la poblaci¨®n civil
Aturdidos y desmoralizados, los ciudadanos se sintieron abandonados por las instituciones, que huyeron de la ciudad durante el ataque, seg¨²n consigna Nossack. Caminando entre la devastaci¨®n ("todo en un silencio absoluto, sin movimiento ni variaci¨®n; despojado del tiempo, hab¨ªa devenido eterno"), el novelista lamenta la transformaci¨®n del car¨¢cter de los ciudadanos. "La codicia y el miedo se mostraban con una desnudez imp¨²dica y reprim¨ªan todo asomo de ternura". Con todo, admira que la mayor¨ªa no busque venganza. M¨¢s bien, ven a los aliados y a los atacados como sometidos a las mismas fuerzas destructivas.
Algunos especialistas sostienen que m¨¢s all¨¢ del valor estrat¨¦gico de la ciudad, el ataque buscaba machacar a los ciudadanos alemanes. "Clara e inequ¨ªvocamente ten¨ªa como objetivo la poblaci¨®n civil de una gran ciudad, que fue bombardeada de noche para conseguir su fin, descrito gr¨¢ficamente en las palabras de sir Arthur Harris [comandante brit¨¢nico de la Operaci¨®n Gomorra] de 'aplastar al Boche [apelativo despectivo aplicado a la poblaci¨®n alemana], matar al Boche, aterrorizar al Boche'. Si la Operaci¨®n Gomorra ya fue un acto inmoral, cu¨¢nto m¨¢s lo ser¨ªan Dresde, Hiroshima y Nagasaki", se pregunta el fil¨®sofo brit¨¢nico A. C. Grayling en Among the Dead Cities.
Tras la conmoci¨®n, que dur¨® ocho d¨ªas y siete noches, Nossack se sinti¨® impelido a dar testimonio de la cat¨¢strofe cuanto antes. "Es cierto que ya han transcurrido tres meses desde entonces -escribi¨®-, pero como la raz¨®n no alcanzar¨¢ nunca a comprender lo que ocurri¨® ni a preservarlo en la memoria como un hecho real, temo que se vaya desdibujando poco a poco como una pesadilla". Las cifras de la Operaci¨®n Gomorra ser¨ªan luego tr¨¢gicamente superadas por los bombardeos de Dresde, Hiroshima y Nagasaki, pero, como subraya Nossack, "Hamburgo fue la primera gran ciudad en ser aniquilada".
Babelia
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