Scorsese, siempre Scorsese
El director abunda en su amor por el s¨¦ptimo arte con la pericia de un veterano en A letter to Elia, el documental sobre la figura de Elia Kazan
En un s¨¢bado en que la programaci¨®n promet¨ªa dos platos fuertes a competici¨®n el ganador moral ha resultado ser de siempre: Martin Scorsese. A letter to Elia, el documental del director sobre la figura de Elia Kazan, ha dejado a Fran?ois Ozon y a Kelly Reichardt en el olvido para ponerse a la cabeza del imaginario r¨¢nking cin¨¦filo que cada d¨ªa se marca la prensa acreditada.
Scorsese abunda en su amor por el s¨¦ptimo arte con la pericia de un veterano pero, sobre todo, con la sinceridad que concede hablar de alguien a quien el director italo-estadounidense considera maestro y mentor. Kazan, que regal¨® al Hollywood de los a?os dorados obras maestras del tama?o de Al este del Eden o La ley del silencio pag¨® caros sus devaneos con el lado oscuro de Am¨¦rica al delatar a ocho compa?eros que hab¨ªan pertenecido al partido comunista. El incidente convirti¨® al chivato en una especie de paria y hasta cuando se le hizo entrega del Oscar honor¨ªfico a toda una carrera, all¨¢ por 1999, el director recibi¨® la repulsa del Sindicato de Guionistas de Hollywood que voto contra la decisi¨®n de otorgarle el premio.
Scorsese no juega a beatificar a Kazan, sino que afronta el tema con absoluta solvencia, dejando que las propias palabras del cineasta y sus respectivos silencios pongan al espectador en la equidistancia adecuada. M¨¢s all¨¢ de su lengua larga, dice Scorsese, Kazan era un director de cinco estrellas, un creador con may¨²sculas. "Mi padre me dec¨ªa que me metiera en mis propios asuntos, que nunca empezar¨¢ ninguna discusi¨®n y que me alejara de las peleas", confiesa Kazan (que muri¨® en 2003) en unas im¨¢genes de archivo a cuenta de su formaci¨®n como cineasta. De hecho, A letter to Elia (Una carta a Elia) es justamente eso, una carta p¨²blica, una confesi¨®n a coraz¨®n abierto donde el realizador de Uno de los nuestros, Toro salvaje o Taxi Driver mira a c¨¢mara y se rinde al talento de Kazan, seduce al espectador con una suerte de mirada fugaz a la carrera del hombre que puso a James Dean o a Marlon Brando en ¨®rbita.
Por el camino podemos lamentarnos de que con la decisi¨®n de Scorsese de dirigir pel¨ªculas hemos perdido a un actor maravilloso: su sencillez, en traje y corbata, ante un despacho m¨¢s bien espartano, contrasta con el entusiasmo de sus palabras y lo estudiado de sus pasiones. No hay mejor profesor para aprender a amar el cine que las lecciones de este hombre, capaz de convertir un asunto personal e intransferible en una hora y cuarto de goce indescriptible. El largu¨ªsimo aplauso y las caras de satisfacci¨®n al final del pase en una sala abarrotada (m¨¢s de 100 periodistas se han quedado fuera de la proyecci¨®n en la Sala Grande del certamen) daban buena cuenta de ello. Hasta Elia Kazan, un tipo de rostro gran¨ªtico, hubiera tenido que dar su sonrisa a torcer ante tama?o espect¨¢culo.
El realizador franc¨¦s Fran?ois Ozon acud¨ªa al festival con muchas expectativas puestas en su ¨²ltimo trabajo, Potiche. La pel¨ªcula contaba con dos glorias del cine galo como Catherine Deneuve y Gerard Depardieu y un descomunal cameo de Sergi L¨®pez al ritmo de Cucurrucucu Paloma de Julio Iglesias. Potiche es una f¨¢bula a medio camino entre la parodia y el cuento de hadas que retrata con sorna la lucha de clases que adorno el final de los a?os 70 en Francia. Deneuve interpreta a una burguesa con una vida aburrida de solemnidad que sofoca sus instintos escribiendo poemas de medio pelo, haciendo footing y cocinando para su rid¨ªculo marido, un se?or que ordena y manda y al que no le chista nadie.
Cuando ¨¦ste se pone enfermo y se decide que su mujer tome el mando de la empresa familiar la cosa dar¨¢ un giro kafkiano (en realidad el primero de muchos). En realidad hay poco m¨¢s: Depardieu parece estar a miles de kil¨®metros de all¨ª en su papel de diputado comunista y lo dem¨¢s son retazos de comedias mil veces vistas. La pel¨ªcula divierte y hasta se disfruta en ocasiones, pero sorprende su presencia en la secci¨®n oficial de la Mostra siendo como es un producto liviano de s¨¢bado por la tarde... o igual es por eso. La Deneuve, para que conste, sigue teniendo su aquel.
El d¨ªa lo ha liquidado una pel¨ªcula con galones, Meek's cutoff, de la cineasta independiente Kelly Reichardt. La directora se mete en el western con voluntad neorrealista, m¨¢s cerca del ¨²ltimo experimento de Michael Winterbotton en el g¨¦nero que de los cl¨¢sicos de John Ford o Howard Hawks para entendernos. As¨ª, en alg¨²n lugar entre las fotograf¨ªas de Ansel Adams y los cuadros de Olaf Wieghorst se esconde un paraje que Reichardt explora con suma cautela, dej¨¢ndose llevar por el ritmo de una tierra hu¨¦rfana de vida. En ese sendero sin camino viajan tres familias de pioneros buscando un lugar donde asentarse, guiados por un chiflado que en realidad es el m¨¢s perdido de todos ellos. Con eso, un trabajo de c¨¢mara de chuparse los dedos y un descomunal p¨®ker de actores (Paul Dano, Will Patton, Michelle Williams y Bruce Greenwood) construye la realizadora una pel¨ªcula notable, ¨¢rida y movediza. Un filme interesante que apunta buenas maneras y que podr¨ªa optar al palmar¨¦s si la competici¨®n sigue como hasta ahora.
Babelia
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