El tiempo amarillo de Castilla y Le¨®n
Un libro recuerda c¨®mo era la sociedad en esta regi¨®n entre 1839 y 1936.- Las fotos se muestran en una exposici¨®n en Le¨®n
Las monjas de clausura pasean en fila por el patio del monasterio de las Huelgas; los novicios del monasterio de San Isidro de Due?as envuelven tabletas de chocolate La Trapa; las ni?as cosen en un taller de costura o la vieja diligencia espera a sus pasajeros ante el parador de Reinosa. Son im¨¢genes de hace un siglo, "tiempo amarillo sobre mi fotograf¨ªa", dec¨ªa Miguel Hern¨¢ndez, la memoria visual de unos a?os ya lejanos rescatada por el fotohistoriador y acad¨¦mico de Bellas Artes de San Fernando Publio L¨®pez Mond¨¦jar (Casasimarro, Cuenca, 1946) en un libro, Memoria del tiempo, fotograf¨ªa y sociedad en Castilla y Le¨®n, 1839 a 1936 (editorial Lunwerg), que "habla de lo que somos y de lo que fueron nuestros padres". La elecci¨®n de las fechas no es casual. Arranca el 7 de enero de 1839, cuando en la Academia de Ciencias de Par¨ªs se daba cuenta del invento de Niepce y Daguerre, el daguerrotipo, y finaliza con el estallido de la Guerra Civil espa?ola. Una exposici¨®n con estas im¨¢genes puede contemplarse entre el 7 de junio y el 7 de julio en Le¨®n, en el Instituto Leon¨¦s de Cultura.
A mediados del siglo XIX era una de las regiones m¨¢s pobres y despobladas de Espa?a
Con el ascenso de la burgues¨ªa harinera, llegan los fot¨®grafos aficionados que documentan las fiestas familiares
Armados con pesadas c¨¢maras los aventureros ingleses se lanzaron a descubrir los conventos, catedrales, torres y campos de Espa?a. Clifford, Laurent y Mart¨ªnez Hebert fueron los pioneros en el retrato fotogr¨¢fico de Castilla. Los grandes viajeros del XIX encontraban estas tierras pintorescas, y los primerizos fot¨®grafos suspiraban por ellas. Tambi¨¦n pintores como Solana o Zuloaga plasmaron en sus cuadros la quietud de un paisaje amado por los rom¨¢nticos. "A Castilla la ha hecho la literatura", dec¨ªa Azor¨ªn. Tambi¨¦n la fotograf¨ªa. "Fue una ¨¦poca muy documentada", afirma el antrop¨®logo Luis D¨ªaz Viana (Zamora, 1951), profesor del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC) y presidente de la Asociaci¨®n de Antropolog¨ªa de Castilla y Le¨®n. "Tenison, Atkinson, Clifford. Masson, Francis Frith y J. Laurent muestran las grandes obras, las presas, los t¨²neles, los ferrocarriles, como una plasmaci¨®n de las utop¨ªas del progreso, aunque documentan tambi¨¦n las utop¨ªas del pasado, es decir, lo pintoresco, lo folkl¨®rico. Son los dos polos de la fotograf¨ªa, y la realidad est¨¢ en medio", a?ade D¨ªaz Viana, quien subraya que "los retratos captan el instante, pero escamotean el tiempo hist¨®rico. De ah¨ª la importancia de la memoria, porque la historia que hable de un tiempo lineal es insuficiente. Necesitamos memoria para ir componiendo el espacio, el tiempo".
Las im¨¢genes nos hablan de una realidad miserable y cambiante. A mediados del siglo XIX, Castilla y Le¨®n era una de las regiones m¨¢s pobres y despobladas de Espa?a. En 1857 estaban censados 15.464.340 espa?oles. De ellos, solo 2.083.129 viv¨ªan en las provincias castellanas. ?vila, Palencia y Soria -¨¦sta ¨²ltima no llegaba ni a los 6.000 habitantes-, apenas superaban los 150.000. Las provincias m¨¢s pobladas eran Le¨®n, con 346.756; Valladolid, con 244.023 y Zamora con 249.146. Comparadas con el medio mill¨®n de habitantes de Alicante, Oviedo, Pontevedra, Murcia, M¨¢laga y Madrid, la diferencia era abismal. El progreso se alejaba de zonas que en otro tiempo conocieron momentos de bonanza con la miner¨ªa o el ganado. Tal como la defin¨ªa Azor¨ªn, "Castilla est¨¢ recogida sobre s¨ª misma, florece un momento la industria, crece el comercio. R¨¢pidamente las ciudades, con su opulencia, absorben la poblaci¨®n rural, y quedan las tierras sin cultivo...".
Demanda de retratos
A finales del siglo XIX, la demanda de retratos se intensific¨®. No pod¨ªan faltar en casi ninguna ceremonia. Fot¨®grafos de bodas, comuniones y bautizos se establecieron en todas las capitales de provincia. El auge lleg¨® en 1874, cuando los fot¨®grafos retratistas abren tienda en las principales ciudades de Espa?a. En Castilla hab¨ªa poco mercado, solo en Valladolid, por el comercio del cereal, y en Burgos, por los servicios, era rentable, pero los fot¨®grafos ambulantes se desplazaban por los pueblos retratando a vivos y muertos. La fotograf¨ªa de difuntos se hace popular por "la voluntad de tener al muerto" y enviar su foto de cuerpo presente a los familiares que se encontraban lejos. Las malas noticias no se creen del todo si no existe la prueba y la certeza la proporcionaban esas im¨¢genes de ni?os en su cunita ata¨²d, del padre, la madre o la abuela engalanados para la posteridad.
La realidad era tambi¨¦n el comercio sexual. Se?oritas sin apenas ropa, con sonrisa p¨ªcara y la pierna ligeramente levantada. Escenas de prost¨ªbulo que coleccionaban se?ores con puro y leontina. Todas estas im¨¢genes requer¨ªan una cierta escenograf¨ªa. El retrato se engalana con escaleras, balaustradas y sillones isabelinos. Los franceses pusieron de moda decorar el estudio imitando un sal¨®n lleno de muebles y, con esfuerzo, los fot¨®grafos castellanos se empe?aron hasta las cejas para conseguirlos. M¨¢s tarde llegar¨ªan los decorados, papeles pintados con paisajes para resaltar los retratos de encargo. Un poco despu¨¦s, con el ascenso de la burgues¨ªa harinera, llegan los fot¨®grafos aficionados que documentan las fiestas familiares y el paso del tiempo.
A finales del siglo XIX, Espa?a pierde sus ¨²ltimas colonias. La generaci¨®n del 98 vuelve sus ojos hacia Castilla para cantarla en poemas y crear el mito de lo castellano. Aparece lo que Luis D¨ªaz Viana llama "el miserabilismo", denigrar lo que se est¨¢ ensalzando. Jalean lo arcaico y, al tiempo, se?alan que ha de cambiar ante el progreso. Los ojos de los escritores se posaron en la Castilla m¨¢s pobre, la de los p¨¢ramos, mientras Men¨¦ndez Pidal ensalzaba la "tradici¨®n y el idioma".
In¨¦s Fern¨¢ndez Ord¨®?ez (Madrid, 1961), la primera mujer fil¨®loga en la Real Academia Espa?ola (RAE), catedr¨¢tica de Lengua Espa?ola en la Universidad Aut¨®noma de Madrid y responsable del Corpus Oral y Sonoro del Espa?ol Rural, un trabajo de campo que recoge la lengua hablada en el entorno rural, tambi¨¦n la variedad castellana, rebate la idea de Castilla como base ¨²nica del lenguaje moderno. "No hay que confundir castellano, el nombre, con el origen ling¨¹¨ªstico de todas las soluciones que hoy se dan en el castellano o espa?ol, un producto de innovaciones ling¨¹¨ªsticas que, a veces, tienen su origen en Le¨®n, otras, en La Mancha, en Navarra, en Arag¨®n y tambi¨¦n en la Castilla del norte, claro. Es una lengua que es propia de toda la zona central peninsular. La escuela filol¨®gica espa?ola que fund¨® Men¨¦ndez Pidal afirm¨® que la impronta que le daba m¨¢s car¨¢cter a la lengua era la de origen castellano porque Men¨¦ndez Pidal identific¨® una fon¨¦tica supuestamente castellana con la fon¨¦tica del espa?ol, pero en el an¨¢lisis de una variedad ling¨¹¨ªstica no solo hay que tener en cuenta la fon¨¦tica, sino tambi¨¦n la morfolog¨ªa, la sintaxis y el l¨¦xico. Si consideramos todo en su conjunto se ve claramente que la soluci¨®n actual de lo que llamamos espa?ol, o castellano, es una lengua, en la que a veces han triunfado soluciones leonesas, o navarras, o meridionales, frente a las del castellano del Norte, es decir, que es el resultado del cruce de muchas variedades ling¨¹¨ªsticas. Y no es lo mismo la Castilla del siglo X, que la del XIII o la de los Reyes Cat¨®licos, es un reino que va ensanchando sus fronteras y como tal va asumiendo poblaciones que ling¨¹¨ªsticamente en origen no eran castellanas".
Coraz¨®n de Espa?a
Castilla se retrata como el coraz¨®n de Espa?a. Cuando Franco se erige en caudillo desde Burgos, lo castellano, recio, seco y austero, se afianza en el ideario nacional. "Resulta muy curioso el juego de identificaciones respecto a las culturas que pasan por Castilla", dice D¨ªaz Viana, "porque los celt¨ªberos eran de aqu¨ª, pero los romanos, no; m¨¢s tarde, los visigodos vuelven a ser de aqu¨ª. Es ese juego del yo que lo domina todo. Hablamos un dialecto del lat¨ªn. Somos romanos y ¨¢rabes".
A principios del siglo XX, en Castilla se inicia t¨ªmidamente el ascenso de la poblaci¨®n. Una ilusi¨®n. En 1918, la gripe hizo estragos. A?os m¨¢s tarde, la Guerra Civil vuelve a diezmar el n¨²mero de habitantes. La poblaci¨®n espa?ola superaba entonces los 15 millones, pero Castilla apenas pasaba de los dos. La pobreza era evidente. Julio Caro Baroja describe a los castellanos en Pueblos de Espa?a como un pueblo de contrastes, de la pobreza a la ostentaci¨®n, del boato de las celebraciones y de los trajes tradicionales de fiesta a la miseria.
Los antrop¨®logos distinguen varias Castillas. La del cereal, la de tierra de pinares -Valladolid, ?vila y Soria, que viv¨ªan del pi?¨®n, de los pinares, de la resina-, la del vino, o la ganadera, como la zona de Sanabria, en Zamora. Es la regi¨®n m¨¢s extensa de Europa, con pocos habitantes, de los que uno de cada tres vive fuera. "Castilla es muy diferente", asegura D¨ªaz Viana, "unida por lo cultural, etnogr¨¢ficamente hablando, entendido como un recurso, no como una r¨¦mora, no como montones de piedras que hay que mantener. Yo vengo defendiendo la necesidad de la comarcalizaci¨®n. Castilla o se reorganiza en comarcas o no va a ninguna parte. Porque es una zona de una gran dispersi¨®n, de poblaciones de peque?os n¨²cleos con recursos muy limitados".
Estereotipo
Castilla se convierte en un estereotipo. Azor¨ªn, Machado, Unamuno o Delibes trazan retratos que elevan a estereotipos, como los pelados campos, o el clima ¨¢rido que forja el car¨¢cter castellano, "juicioso, sumiso, lac¨®nico, seco, austero, fatalista, o los palurdos sin danzas ni canciones". La idea de que el campo es conservador y reaccionario cobra fuerza.
D¨ªaz Viana rebate los t¨®picos y los mitos. "C¨®mo se puede decir de esta gente que es retr¨®grada, reaccionaria, cuando han estado dedicando sus esfuerzos, el dinero que sacaban del campo, para la educaci¨®n de sus hijos. Castilla es una de las zonas de Espa?a con un ¨ªndice muy bajo de analfabetismo desde hace mucho tiempo y adem¨¢s entre mujeres, porque eran ellas las que llevaban las cuentas. Tenemos una Castilla muy equivocada en la cabeza. Esa Castilla es de viajero de tren".
Otro mito es el del lenguaje. La creencia popular sostiene que en Valladolid se habla el mejor castellano. In¨¦s Fern¨¢ndez-Ord¨®?ez lo discute. "Hay muchos rasgos no admitidos en la lengua de la cultura escrita que se dan plenamente en el habla de Valladolid, por ejemplo el la¨ªsmo. Es un rasgo que habitualmente se corrige en la escritura. Es verdad que en el siglo XX se habla mucho del prestigio de Valladolid, pero la realidad es que durante el siglo XVI y XVII el prestigio ling¨¹¨ªstico se atribu¨ªa a Toledo. Yo no creo que se pueda situar geogr¨¢ficamente la variedad m¨¢s prestigiosa de la lengua espa?ola. Lo que tiene prestigio es lo que llamamos los ling¨¹istas la lengua est¨¢ndar, la lengua codificada para la cultura escrita, en la cual tiene prestigio lo que est¨¢ incluido en ella".
Las leyendas y romances han contribuido a forjar la identidad castellana. Como se?ala D¨ªaz Viana. "El gran cantar ¨¦pico, arguyen, es la prueba de que ya exist¨ªa un pueblo, que ten¨ªa una lengua y una poes¨ªa. Nuestra Iliada es el Poema del Mio Cid y sobre Rodrigo D¨ªaz de Vivar se ha querido construir lo espa?ol".
Si la literatura habla de una regi¨®n ensimismada, el antrop¨®logo tiene otra mirada. Habla de proyectos de modernidad que no cuajaron. "Castilla, cuando entra en proyectos que le permiten salir de s¨ª misma, como en la Edad Media y en la Mesta, con el negocio del ganado, o con el Canal de Castilla, o el negocio de los pinares, ha demostrado su empuje. En Castilla se han dado dos fen¨®menos, el odio al del pueblo de al lado, o funcionar como una confederaci¨®n, poblaciones que est¨¢n en su lugar pero que a la hora del trabajo van de aqu¨ª para all¨¢ y no se sienten extra?os porque siguen trabajando en lo mismo".
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