Chucho Vald¨¦s y Concha Buika encienden el Carnegie Hall
La cantante espa?ola abre la gira en Estados Unidos de Afrocuban Messengers
Hace 34 a?os el Carnegie Hall se convirti¨® en el escenario de un reencuentro tan emotivo como espectacular: el pianista Bebo Vald¨¦s, huido de Cuba en los a?os sesenta, se reencontraba con su hijo, el tambi¨¦n pianista Chucho Vald¨¦s. La legendaria banda de este ¨²ltimo, Irakere, debutaba en Nueva York, pero para los Vald¨¦s aquel reencuentro iba m¨¢s all¨¢ de la m¨²sica: buscaba cerrar heridas con las que a¨²n hoy, muchas otras familias de cubanos podr¨ªan identificarse.
En Nueva York y en la vecina Nueva Jersey viven muchas de esas familias rotas, y cuando se anuncia la llegada de un m¨²sico cubano a la ciudad, de alguna manera la met¨¢fora del reencuentro se repite y la entrega es absoluta. El pasado s¨¢bado, Chucho Vald¨¦s, que no pisaba el Carnegie Hall desde aquel concierto hist¨®rico, aparec¨ªa sobre su escenario con un elegante traje de terciopelo azul, sus manos prodigiosas y una inmensa sonrisa. Entr¨® solo, provocando una larga ovaci¨®n en un auditorio abarrotado de cubanos pero tambi¨¦n de amantes del latin jazz, atra¨ªdos adem¨¢s, como se demostrar¨ªa despu¨¦s, por la presencia de Concha Buika, en su debut en el Carnegie Hall como artista invitada y por la nueva banda del pianista, The Afro-cuban Messengers.
Vald¨¦s, de 70 a?os, abr¨ªa el concierto experimentando con la m¨²sica de uno de sus ¨ªdolos, Duke Ellington, cuyos cl¨¢sicos sazon¨® con un toque afrolatino que calent¨® motores para lo que vendr¨ªa despu¨¦s. Su banda, con la que el pasado a?o gan¨® el Grammy al mejor disco de Jazz Latino por Chucho step¡¯s, entr¨® en el escenario poco despu¨¦s, inundando el aire con el ritmo fren¨¦tico de sus dos percusionistas, el mago Yaroldi Abreu y el alquimista Dreiser Durruthy, por no hablar del bater¨ªa-hechicero Juan Carlos Rojas Castro, o el bajista-prestidigitador, Lazaro Rivero, que juntos hacen latir el coraz¨®n r¨ªtmico de la banda como si se tratara del de dos adolescentes enamorados, pero sabios.
El talento de la trompeta (Reinaldo Melian) y el saxof¨®n (Carlos Manuel Miyares) tambi¨¦n se unieron en temas como Begin to be good o el Mambo de Zawinul, de su ¨²ltimo disco, para despu¨¦s dar paso a Concha Buika, esa mujer-vendaval de energ¨ªa contagiosa y voz de seda quebrada a la que los neoyorquinos se entregaron con el mismo entusiasmo que ante Chucho Vald¨¦s. Es m¨¢s, tras irrumpir en el escenario descalza y arrebatar con dos canciones, su retirada, impuesta por el guion del concierto ¡ªella era solo la invitada¡ª no fue bien recibida y el p¨²blico hizo mucho ruido para que regresara. Un sorprendido Chucho tuvo que intervenir ¡ª¡°No se preocupen que volver¨¢¡±¡ª y como para dejar constancia de que aquel era, sobre todo, su concierto, se lanz¨® a tocar en solitario un blues desnudo, sin adornos, la escala pentat¨®nica, un pu?ado de acordes y sus virtuosos dedos. Pero por algo se trata de uno de los mejores pianistas del mundo: el p¨²blico olvidaba de inmediato a Buika para rendirse ante un maestro que es capaz de transformar el blues m¨¢s elemental en una obra de arte.
La cantante espa?ola regres¨® para cantar en los bises El andariego, y una vez m¨¢s el p¨²blico quiso que se quedara. No hubo forma, el concierto lo cerr¨® otro solo de Vald¨¦s, esta vez un recorrido atrevido y colorista a trav¨¦s de la obra de Gershwin combinada con cl¨¢sicos cubanos. Y naturalmente, espectacular.
Al finalizar el concierto, en los camerinos, decenas de personas se acercaban al maestro para darle las gracias o la enhorabuena, y ¨¦l, con su impresionante estatura, y un vaso de champ¨¢n en la mano, recib¨ªa los halagos y el cari?o de otros m¨²sicos de la ciudad con la satisfacci¨®n en el rostro del trabajo bien hecho. "Hace 34 a?os que no tocaba aqu¨ª. Supongo que soy la misma persona que entonces, pero con m¨¢s experiencia, m¨¢s trabajo a mis espaldas y espero, mejor m¨²sico", comentaba a EL PA?S. Buika, siempre con su generosa sonrisa dibujada en la cara, se declaraba "feliz" de haber actuado por primera vez en el Carnegie Hall, ese lugar que Vald¨¦s defini¨® como "un templo ¨²nico". La cantante, en una de esas frases tan suyas que desarman, apuntill¨®: "Todo lugar en el que haya gente escuchando es un templo. Da igual c¨®mo se llame y da igual donde est¨¦".
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