Mi Oscar con mando a distancia
![Meryl Streep posa con su Oscar por 'La mujer de hierro'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/XGW3WEEUOQOXYANBWZ62L7BAWI.jpg?auth=ac6a378c2525085d757de40dee498c2cd3766881d36d103cbd0c2faddf971f25&width=414)
Con los a?os he aprendido muchas cosas, y una de ellas es crear las condiciones adecuadas para disfrutar de la ceremonia de los Oscar. Lo m¨¢s importante es sobreponerse a ese absurdo de ver, en directo, a las dos de la ma?ana, a gente vestida de diez de la noche que llegan a un teatro a las cinco de la tarde. Importa grabar, pues. As¨ª que le dije a mi iPlus: anda, gr¨¢bame esto.
Al d¨ªa siguiente, despu¨¦s de dormir las horas reglamentarias y de haber hecho gimnasia en una de las piscinas de mi ciudad, y con el mando a distancia ¡ªgran amigo¡ª en la mano, me ovill¨¦ en mi sof¨¢ y me dispuse a ser lo que siempre he sido, lo que siempre he querido seguir siendo, lo que siempre ser¨¦: ¡°Una ni?a de los programas dobles de cine¡±. Como tal, quiero gozar del espect¨¢culo, intentando no hacer porras, ni dejarme llevar por las tonter¨ªas sobre vestuario con que, a falta de mejor informaci¨®n, se asaetea a los artistas cuando pisan la alfombra roja.
Fue la mencionada frase ¡ªpero en masculino¡ª lo primero inteligente y entra?able que se dijo, despu¨¦s de la aparici¨®n de Billy Crystal, con su dominio de la escena y su encantadora introducci¨®n. La pronunci¨® el maquillador J. Roy Helland cuando recibi¨® la estatuilla por su trabajo en La dama de hierro. Mucho m¨¢s adelante, al hacerse Meryl Streep con la suya por el papel de la se?ora Thatcher, record¨® que trabaja con este hombre desde hace 30 a?os, desde que hicieron La decisi¨®n de Sophie. La espectadora de tarde de s¨¢bado y de domingo, en la esquina de su sala, aplaudi¨®. Aplaud¨ª: porque hace tres d¨¦cadas, cuando se estren¨® La decisi¨®n..., entrevist¨¦ a Streep en Londres, y estas cosas, asomada a los Oscar, hacen que una se sienta como de la familia.
Si alguna vez ponen en pr¨¢ctica mi consejo ¡ªgrabar y mirar reposadamente, con el Comandante Distancias a mano¡ª, comprender¨¢n que el pre¨¢mbulo de trajecitos y paseos es mejor pasarlo a velocidad r¨¢pida, para detenerse ¡ªe incluso repetir¡ª cuando merece la pena. A m¨ª me conquistaron dos damas, Milla Jovovich y Pen¨¦lope Cruz. La primera porque posee una belleza que no se parece a nadie ni a nada. Es humana, vegetal y mineral. La segunda, porque por fin se ha cortado el pelo, y le queda divinamente, como el vestido. Ech¨¦ a faltar m¨¢s alfombra roja de mi adorada Angelina Jolie ¡ªsabe andar, sabe estar, sabe ponerse en jarras, y sabe salir con la melena reci¨¦n cepillada¡ª, y tuve que congelar de repente una imagen porque, demonios, por la parte de atr¨¢s transitaba Tony Bennet y ni Dios le ten¨ªa en cuenta. A una de las presentadoras, sin embargo, se le hizo el escaparate mantequilla cuando ¡ªoh, my godness¡ª se materializ¨® ante sus hechuras nada menos que un pr¨ªncipe, el de M¨®naco.
Estar en familia, ser hija del cine, de los programas dobles. No tener que hacer porras, ni soportar a comentaristas que no distinguen entre Claude Berri y una ciruela claudia, llegar a lo concreto y disfrutar. A m¨ª me gusta detener la imagen cuando la c¨¢mara nos muestra la platea. Maldici¨®n, cada a?o van quedando menos, se va metiendo uno a uno y m¨¢s deprisa de lo que quisi¨¦ramos en la secci¨®n In memoriam, que termin¨® este a?o con una Elizabeth Taylor gloriosamente cleop¨¢trica, y gui?ando un ojo, que era lo suyo. Lagrimitas tiernas se sueltan en estas ocasiones, que de bien nacidos es ser agradecidos a quienes alegraron nuestras vidas con su inventiva y su talento.
Produce placer, al menos a m¨ª me lo causa, contemplar la mirada admirativa de Kenneth Brannagh cuando recibe los elogios del colega y presentador del Oscar al que ha sido nominado, y que no ganar¨¢. Y ver a Martin Scorsese con su mujer y su hija, sentados los tres como si estuvieran en el cine. Y a Meryl Streep moverse en el escenario como si fuera su cocina. Hasta el Cirque du Soleil estuvo menos trascendental que de costumbre porque el material del que se nutr¨ªa era solo cine: aquel del que tambi¨¦n est¨¢n hechos los sue?os, pero con menor pedanter¨ªa que en otras artes.
De acuerdo con el tono vintage impuesto por la arrasadora The artist ¡ªy otras pel¨ªculas que este a?o regresan a la infancia, del cine o de los hombres¡ª, el teatro ofreci¨® una decoraci¨®n de sala antigua recargada, de aquellas que, en el viejo Los ?ngeles ¡ªen donde est¨¢ el hotel Roosevelt, escenario de las primeras entregas de t¨ªo Oscar¡ª, fantaseaban con el cart¨®n piedra tanto como los h¨¦roes mudos lo hac¨ªan en la pantalla.
La frase de la noche, en mi opini¨®n, se la debemos a Christopher Plummer, espectacular y brillante: ¡°Si me quedara un ¨¢pice de decencia¡±, dijo, en relaci¨®n con la aceptaci¨®n de su Oscar por Beginners. ¡°Pero ya no me queda¡±. As¨ª es como hablan los grandes personajes en las mejores pel¨ªculas. Una l¨ªnea de di¨¢logo y una presencia por la que mereci¨® la pena darle al rewind.
Dos ¨²ltimas anotaciones. Siempre me resulta emocionante cuando la platea se pone en pie a aplaudir a uno de los nuestros. Y la otra, mucho m¨¢s fr¨ªvola: ?alguien m¨¢s est¨¢ de acuerdo conmigo en que Alexander Payne era el hombre m¨¢s atractivo de la gala? S¨¦ de qu¨¦ hablo. Revis¨¦ su intervenci¨®n m¨¢s de una vez.
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