La plet¨®rica madurez de Vetusta Morla
El sexteto madrile?o asombra con las versiones ac¨²sticas de su repertorio, riqu¨ªsimas en texturas e influencias
Un reto nada exento de atractivo. Vetusta Morla, los seis magn¨ªficos de Tres Cantos, en el vetusto ¨Csi bien remodelado¨C Teatro Nuevo Alcal¨¢ de la capital. Es decir, una banda corajuda, de pasi¨®n, contorsi¨®n y algo de v¨ªscera, que se plantea el reto de circunscribirse al espacio cercano y solemne de la butaca tapizada, con esa voz en off que anuncia a ¡°se?oras, se?ores¡± que ¡°va a dar comienzo la representaci¨®n¡±. Durante la primera mitad, Pucho y los suyos deslumbraron en el ejercicio de contenerse y reinventarse, con unos arreglos complementarios y bien diferenciados de los que acostumbran. Para cuando llegaron los rel¨¢mpagos guitarreros, a partir de Canci¨®n de vuelta y el minuto 61 en el reloj, la sensaci¨®n oscilaba entre la plenitud y la euforia. Definitivamente inmersos en un gozoso estado de gracia, los vetustos se han consolidado como una impactante anomal¨ªa del rock espa?ol: la de una banda que, sin artificios ni imposturas, le puede sostener la mirada a casi cualquier hom¨®loga de la anglofon¨ªa.
Arrancan Pucho y el guitarrista Guillermo Galv¨¢n a pelo y pulm¨®n, sin un ¨¢pice de amplificaci¨®n, con una lectura conmovedora de Peque?o desastre animal. Parece una osad¨ªa suicida, una insensatez juvenil. Es justo lo contrario: solo se puede asumir un reto as¨ª cuando la confianza en uno mismo agranda las fronteras.
A partir de ese momento, la primera hora ac¨²stica constituye un absorbente ejercicio de autoexigencia. Muchos de quienes ayer volvieron a agotar las entradas ya hab¨ªan disfrutado del sexteto durante sus cinco apote¨®sicas noches en La Riviera, a principios de diciembre, pero el concierto de anoche era otro muy distinto. En texturas y arreglos, en influencias e intenciones. Esas ocho primeras piezas sonaron tan nuevas que bien merecer¨ªan la inmortalidad en alg¨²n soporte discogr¨¢fico.
Los buenos, precioso talism¨¢n in¨¦dito que los fieles se saben de memoria, inaugura el men¨² con el aliento melanc¨®lico del armonio, una baza t¨ªmbrica que aflorar¨¢ en m¨¢s de una ocasi¨®n. Mapas, el tema que da t¨ªtulo al reciente segundo ¨¢lbum, se embadurna con unas cuerdas tan repetitivas y embaucadoras como los paisajes de Steve Reich. Baldosas amarillas alcanza dimensiones colosales con el metal¨®fono y unas guitarras reverberantes. Maldita dulzura acent¨²a su esp¨ªritu original de melodrama cl¨¢sico, como si ya la hubi¨¦semos escuchado en alg¨²n viejo vinilo de Los M¨®dulos. Escudo humano adquiere tintes moriscos y la polirritmia de En el r¨ªo remite a fuentes tan nobles como Yolanda you learn, del Pat Metheny Group. La sorpresa es permanente; tanto como el trasiego de cables, instrumentos, posiciones. Ni los m¨¢s aguerridos detractores podr¨¢n negarles a estos chicos esa minuciosidad de currantes concienciados.
Rey sol sirve de punto de inflexi¨®n entre la calma y la tempestad y aporta el primer momento de la noche en que nuestros protagonistas suenan a su influencia m¨¢s recurrente, los Radiohead de No surprises. Cuando estalla la tormenta (Canci¨®n de vuelta, Boca en la tierra, Cenas ajenas, Valiente), la platea es, una noche m¨¢s, tierra conquistada. Los cuerpos se desprenden definitivamente de sus butacas con esa agradecida inyecci¨®n de moral que suministra Un d¨ªa en el mundo, mientras que Copenhague es tan hermosa y evocadora que invita a una intuici¨®n: dentro de treinta a?os, cuatro o cinco mocosos que hoy ni siquiera han nacido se tropezar¨¢n con esta melod¨ªa y la volver¨¢n a convertir en ¨¦xito.
La marea gana una barbaridad en directo: comienza en remanso y acaba en ¨¦xtasis enloquecido, con el Pucho m¨¢s ad libitum (es decir, haciendo su santa voluntad) de toda la noche. Pero todav¨ªa falta S¨¢lvese quien pueda, himno consustancial a la avalancha, la euforia, el ardor y el alarido; a chillar hasta que revienten las cuerdas vocales propias y los t¨ªmpanos vecinos con aquello de ¡°Hay tanto idiota ah¨ª fuera¡±. Un recurso sencillo, pero afortunado: si ese verso siempre hizo fortuna, hoy parece premonitorio; l¨²cido como una dedicatoria al Banco Central Europeo o alg¨²n que otro organismo internacional.
Con solo dos discos, pero muchos a?os ya de batallas y ara?azos, los vetustos son unos j¨®venes en la plet¨®rica madurez de su talento. Incluso da lo mismo que sigamos sin entender gran cosa de sus letras, aunque ellos las consideren ¡°evidentes¡±: suenan muy lindas. Por lo dem¨¢s, el desvelo recreador que ayer exhibieron en su faceta ac¨²stica augura un futuro riqu¨ªsimo. Son brillantes, escuchan toneladas de m¨²sica, no se acobardan. Seguir¨¢n hasta donde les alcance la imaginaci¨®n, y ese viaje abarca todav¨ªa, probablemente, unos cuantos kil¨®metros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.