Triunfalismo, aroma y una charlotada
La reci¨¦n finalizada en Madrid Feria del Arte y la Cultura ha devuelto parte de la fe perdida
Tras la larga, sopor¨ªfera y muy preocupante feria de San Isidro, -con su rosario de fracasos ganaderos y toreros-, la ¨²ltima semana del ciclo, la mal llamada Feria del Arte y la Cultura, incluida la corrida de la Beneficencia, ha supuesto una bocanada de aire fresco que ha tra¨ªdo consigo toros de aceptable juego, dos salidas a hombros, -excesivas ambas-, toreo de muchos quilates, un valor espartano e, incluso, una charlotada final. Y no ha fallado el p¨²blico, que era uno de los grandes temores.
Se ha devuelto as¨ª parte de la fe perdida despu¨¦s de la enorme decepci¨®n que supuso la feria madrile?a, todo un referente para el resto de la temporada. Hora era ya de que se abriera la puerta grande, de que el aficionado disfrutara con la embestida noble y encastada de un toro, de que el toreo de calidad se hiciera presente y de que, a fin de cuentas, la fiesta devolviera la ilusi¨®n a quienes a pesar de tanto aburrimiento acuden a la plaza cada tarde con la esperanza intacta.
En primer lugar, hubo toros, lo que supone una magn¨ªfica noticia. Destacaron algunos ejemplares de Valdefresno, Puerto de San Lorenzo, Victorino Mart¨ªn y El Torre¨®n, lo que es condici¨®n fundamental para que se haga presente el toreo.
Dos sorpresas muy agradables salpicaron la feria: el toreo hondo y cargado de sentimiento de Daniel Luque, y el valor heroico y la ambici¨®n desbordante de Alberto Aguilar.
El primero bord¨® el toreo a la ver¨®nica cl¨¢sica ante un noble toro de Puerto de San Lorenzo, y se gust¨® por espl¨¦ndidos naturales, plenos de gracia y est¨¦tica. Suyo fue, quiz¨¢, el toreo m¨¢s profundo que se realiz¨® durante la semana.
Alberto Aguilar, por su parte, se anunci¨® con los v¨ªctorinos y se arm¨® de valor, firmeza, ambici¨®n para desgranar un encomiable deseo de triunfo, y un estrecho acercamiento a los c¨¢nones del toreo verdadero.
David Mora y Alejandro Talavante salieron a hombros por la puerta grande, aunque sus triunfos no alcanzaron el calificativo de apote¨®sico que justificara un premio tan sobresaliente. Mora no pudo estar a la altura de Bilanero, un serio ejemplar de Valdefresno, que derroch¨® casta y nobleza a borbotones; y Talavante encandil¨® a la plaza con destellos de calidad, pero a toda su labor le falt¨® el sello inconfundible de la faena redonda. Ambos, no obstante, encandilaron a los tendidos y se vieron beneficiados por la menor exigencia que rige actualmente en la fiesta de los toros. Hora es ya de que la plaza de las Ventas se plantee seriamente la obligatoriedad de cortar dos orejas en un solo toro para abrir la puerta grande, lo que evitar¨ªa la seria sospecha de triunfalismo, un virus que hace tiempo se instal¨® en los tendidos de la mayor parte de las ferias, y ha terminado contagiando tambi¨¦n a la plaza de Madrid.
Y como broche final, un cartel en forma de charlotada, el de los llamados toreros medi¨¢ticos, impropio de Madrid, que nunca debi¨® anunciarse en este ciclo, y que, a la postre, fue una exhibici¨®n de nobles toros desaprovechados y de un dicharachero p¨²blico orejil y festivalero que en nada beneficia a la propia fiesta.
En fin, siete orejas -dos cada uno David Mora y Alejandro Talavante, y una Daniel Luque, Alberto Aguilar y El Fandi-, dos salidas a hombros y toros nobles y encastados. La esperanza se asom¨® tibiamente por debajo de la puerta.
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