El ¡®showman¡¯ que une a Am¨¦rica
Don Francisco cumple 50 a?os al frente de ¡®S¨¢bado gigante¡¯ Un programa de televisi¨®n que aglutina a los latinos, desde la Patagonia hasta Miami As¨ª es su creador, el chileno Mario Kreutzberger, hijo de jud¨ªos perseguidos por los nazis
El de 1962 no fue uno de los peores a?os en la siniestra acumulaci¨®n de dictaduras que padeci¨® Am¨¦rica Latina el siglo pasado. Si se excluyen las peque?as islas del Caribe, ocho pa¨ªses estaban gobernados por reg¨ªmenes militares o totalitarios. Estaban en el poder personajes de siniestra memoria como Fran?ois Duvalier, Luis Somoza Debayle y Alfredo Stroessner. Pero exist¨ªan tambi¨¦n presidentes ilustrados como Alberto Lleras Camargo, R¨®mulo Betancourt o Jorge Alessandri. El mundo rend¨ªa en esa ¨¦poca culto a un joven presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. En Espa?a, Franco inauguraba su d¨¦cimo Gobierno, el de los tecn¨®cratas y los reformistas.
En 1962, la econom¨ªa latinoamericana estaba sumergida en uno de sus habituales ciclos de crisis y comenzaban a germinar las protestas y movimientos revolucionarios que se extender¨ªan pocos a?os despu¨¦s. Era ¨¦poca de gran vitalidad para el boom de la novela latinoamericana, que empezaba a obtener reconocimiento mundial. Hab¨ªa pobreza en la regi¨®n, pero tambi¨¦n energ¨ªa renovadora y ¨¦lites modernizadoras.
Ese mismo 1962 nac¨ªa en Chile un programa de televisi¨®n de ambiciones sencillas pero que acabar¨ªa convirti¨¦ndose en un fen¨®meno vertebrador de Am¨¦rica Latina y de su extensi¨®n hacia Florida y la poblaci¨®n hispana de EE UU. Pocas veces, un suceso televisivo, mucho menos uno concebido para satisfacer a los m¨¢s humildes, ha merecido cr¨¦dito como un factor de identidad y est¨ªmulo social. En ocasiones, en ciertos pa¨ªses, un programa determinado consigue formar parte de la memoria colectiva de una generaci¨®n. Pero jam¨¢s se ha logrado un espect¨¢culo que se herede de padres a hijos, durante medio siglo, desde la Patagonia hasta el norte de California. Solo Don Francisco, con su S¨¢bado gigante, ha sido capaz. Por eso se convirti¨® el a?o pasado en el primer latino en entrar en el Sal¨®n de la Fama de la televisi¨®n norteamericana, y el segundo, despu¨¦s de Desi Arnaz, la c¨¦lebre pareja de Lucille Ball, que cuenta con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. El libro Guinness de los r¨¦cords lo cita como el programa m¨¢s longevo de la televisi¨®n mundial.
No estamos hablando, por tanto, de un simple programa de televisi¨®n. Estamos hablando de un misterio, un misterio tan formidable que ni siquiera su creador, la persona que surge cuando desaparece el personaje, Mario Kreutzberger, es capaz de desentra?ar.
Su padre, un boxeador sin fortuna reconvertido en tendero, fue detenido en un campo de concentraci¨®n
Para calibrar la magnitud de este ¨¦xito es preciso delimitar el territorio en el que se produce. Esta es una regi¨®n en la que cada quien hizo su guerra de independencia por su cuenta y nunca fue capaz de acercarse al sue?o de unos Estados Unidos de Latinoam¨¦rica. No existen estructuras pol¨ªticas comunes, salvo la mortecina OEA, ni convenios comerciales que comprometan a todos. Mercosur, el Pacto Andino o la Comunidad Econ¨®mica Centroamericana son a¨²n embriones de cooperaci¨®n parcial que no acaban de consolidarse como verdaderas instituciones de soberan¨ªa compartida. Solo el idioma es patrimonio com¨²n. Si quisiera mencionarse la religi¨®n cat¨®lica como un elemento de cohesi¨®n en Am¨¦rica Latina, resultar¨ªa parad¨®jico que sea precisamente un jud¨ªo el responsable de un triunfo tan sensacional como Don Francisco.
No se puede decir que S¨¢bado gigante tenga el mismo ¨¦xito en todos los pa¨ªses y entre todos los espectadores. Hay quienes critican el tono, a veces zafio, del programa y la simpleza de sus contenidos, que se reparten entre concursos sencillos, peque?os esc¨¢ndalos familiares y algunos chismorreos de famosos. Es un compendio de los contenidos que hoy dominan los reality shows en medio mundo, pero en una versi¨®n mucho m¨¢s amable y apta para todos los p¨²blicos. Kreutzberger lo define como ¡°un programa familiar¡±, y eso es lo que es, una oportunidad para que la familia latina, especialmente la que no ten¨ªa o no tiene recursos para entretenimientos m¨¢s sofisticados, pase un buen rato el fin de semana. Nadie ha sabido dirigirse a ellos con semejante autenticidad y en nadie se reconocen con m¨¢s espontaneidad.
Parte del misterio radica en que no hay nadie m¨¢s alejado del prototipo de Don Francisco (ese ser simp¨¢tico y campechano que cuenta chistes vulgares, baila con las abuelas y juega con los ni?os) que el propio Mario Kreutzberger, en realidad un hombre introvertido, t¨ªmido, de compleja biograf¨ªa y un perfil m¨¢s cercano a un intelectual que a un showman.
Solo una semana estuvo su programa fuera del aire, y se debi¨® a la muerte de su madre
Mario Luis Kreutzberger Blumenfeld naci¨® el 28 de diciembre de 1940 en Santiago de Chile, adonde su familia hab¨ªa llegado desde Alemania huyendo de la persecuci¨®n nazi. Su padre, Erick Kreutzberger, un boxeador sin fortuna que pudo salir adelante como tendero de ropa, fue detenido y encarcelado en un campo de concentraci¨®n. Para evitar la misma suerte, su madre, Anna Blumenfeld, cantante profesional de ¨®pera, escap¨® a Am¨¦rica. El matrimonio se reunir¨ªa en Chile, alrededor de un a?o antes del nacimiento de Mario, despu¨¦s de que el padre consiguiera salir de Alemania y tras su paso por un campo de trabajo en Inglaterra, donde ahorr¨® durante varios meses para el pasaje del barco. En la traves¨ªa hizo planes con un compatriota para abrir una tienda de telas en la ciudad de Talca, 250 kil¨®metros al sur de Santiago. El negocio prosper¨® y Erick acab¨® estableci¨¦ndose por su cuenta en la capital como un exitoso sastre.
La madre, recuerda Kreutzberger, quiso volcar sobre su hijo su frustrada vocaci¨®n art¨ªstica. Le hizo aprender m¨²sica y tocar varios instrumentos. Pero sus dotes en ese campo se revelaron pronto muy limitadas. El ni?o se mantuvo, no obstante, vinculado al espect¨¢culo y lleg¨® a hacer varias actuaciones como imitador y c¨®mico para la comunidad jud¨ªa de Santiago en el club Maccabi. Fue en ese momento, buscando un nombre m¨¢s asequible para los chilenos que el impronunciable Kreutzberger, cuando apareci¨® Don Francisco.
El padre no ve¨ªa un gran futuro en las tablas y convenci¨® al muchacho para que se fuera, a los 16 a?os, a estudiar contabilidad y corte y confecci¨®n a un instituto tecnol¨®gico de Nueva York. Eso hizo. Se aloj¨® en el hotel Stanford, que todav¨ªa existe, en la calle 32 con la avenida de Broadway. ¡°Cuando yo entr¨¦ en la habitaci¨®n y vi una radio exactamente igual que la Grundig que ten¨ªamos en casa, con la diferencia de que en lugar de tener una tela por delante ten¨ªa un cristal, y cuando yo la encend¨ª y comprob¨¦ que se pod¨ªa o¨ªr y ver a la vez, pens¨¦: mi padre me ha enviado a estudiar algo que es el ayer. Fue como si a un tipo que tiene un ¨¢baco le dan una computadora¡±.
A partir de ese descubrimiento olvid¨® los estudios, aprendi¨® ingl¨¦s, vio televisi¨®n de forma obsesiva, ley¨® sobre televisi¨®n, se aprendi¨® los programas, retuvo en la cabeza los movimientos de los personajes que aparec¨ªan y, de la noche la ma?ana, el aprendiz de sastre, cantante frustrado, humorista de sal¨®n, se transform¨® en un animal televisivo. Don Francisco adquiri¨® su ser verdadero.
Cuando regres¨® a Chile ya no ten¨ªa m¨¢s meta que la de trabajar en televisi¨®n, cosa que no pod¨ªa resultar muy dif¨ªcil en ese tiempo para un muchacho que contaba con la ventaja de su experiencia en Nueva York. ¡°Chile entonces era una aldea¡±. El canal de la Universidad Cat¨®lica, para el que trabaj¨® en un principio, ten¨ªa 20.000 espectadores, y era el de mayor audiencia. Cuando, a?os m¨¢s tarde, empez¨® S¨¢bados gigantes, que es como se llamaba en su primera etapa, provoc¨® una revoluci¨®n en el medio y se convirti¨® r¨¢pidamente en la actividad obligatoria de los chilenos durante el fin de semana.
El programa avanz¨® durante una d¨¦cada con la tranquilidad provinciana con la que ocurr¨ªa todo en Chile. Pero de repente se vio inmerso en la convulsi¨®n de un tiempo excepcional. Salvador Allende pon¨ªa en marcha su experimento de socialismo democr¨¢tico. La derecha trataba de sabotear el proceso con huelgas y restricciones de alimentos. La izquierda presionaba con incautaciones irresponsables. El Ej¨¦rcito tramaba en la sombra, con la complicidad de EE UU, el golpe militar que poco despu¨¦s consumar¨ªa con Augusto Pinochet al frente. Don Francisco era un raro remanso de paz en medio de aquella tormenta. ¡°Conviv¨ª con Allende con dificultad y conviv¨ª con Pinochet con dificultad, pero conviv¨ª¡±. ¡°Incluso durante la dictadura y en todos los Gobiernos que sucedieron a la dictadura, el programa siempre cumpli¨® con la funci¨®n de puente entre las inquietudes de la gente, las necesidades de la gente, sin involucrarnos de manera partidista¡±. Probablemente en esa ¨¦poca desarroll¨® la capacidad de supervivencia que le ha mantenido en el primer plano hasta ahora. En estos 50 a?os, solo una semana estuvo su programa fuera del aire, y se debi¨® a la muerte de su madre.
Cuando su hija empez¨® a trabajar en la televisi¨®n, ¨¦l apareci¨® a su lado en una entrevista en la que le preguntaron qu¨¦ consejo pod¨ªa darle para tener una larga carrera profesional. ¡°Yo le dije, con toda honestidad: nosotros no somos due?os de los medios y, por tanto, no podemos hacer y decir lo que se nos ocurra. En algunas oportunidades vamos a tener que obviar cosas, como yo he hecho. Lo que yo no he hecho, nunca voy a hacer y recomiendo que no hagas es que pongas en tus labios cosas que no crees. Una empresa puede pedirte que no hables de los ping¨¹inos, pero lo que no puede pedirte es que digas que los ping¨¹inos no est¨¢n en extinci¨®n cuando t¨² est¨¢s convencida de que s¨ª lo est¨¢n. Yo no lo har¨ªa¡±.
En algunas ocasiones he tenido que obviar cosas. Pero lo que nunca pueden pedirte es que pongas en tus labios las cosas en las que no crees
No se ve a Mario Kreutzberger c¨®modo hablando de pol¨ªtica. Nunca ha confesado por qu¨¦ partido vota y nunca ha mostrado preferencias por ning¨²n Gobierno. La ¨²nica causa de ese car¨¢cter que ha abrazado p¨²blicamente es la denuncia del exterminio jud¨ªo por el r¨¦gimen nazi. Hace unos a?os produjo y present¨® un documental con su visi¨®n personal del Holocausto. Confiesa no haberse sentido nunca discriminado por su origen jud¨ªo, aunque recuerda una infancia en que fue testigo del miedo de su familia y de su comunidad.
Su mayor motivo de orgullo personal es la Telet¨®n, un proyecto anual de recaudaci¨®n de dinero para obras sociales que en cada edici¨®n supera las cifras de la anterior. Se siente realmente una persona al servicio del pueblo. Mario Kreutzberger no sabe muy bien las razones del ¨¦xito de Don Francisco. Ni siquiera se le ve seguro sobre la calidad del programa. Cuando le pregunt¨¦ que si ¨¦l, el verdadero ¨¦l, ver¨ªa a Don Francisco, lo dud¨® por unos segundos y contest¨®: ¡°Ahora que estoy en una entrevista, tengo que hablar bien del programa, pero yo no soy as¨ª, yo soy mucho m¨¢s opaco¡±. De lo que s¨ª est¨¢ completamente satisfecho es de que la gente, sus espectadores, le veneren, y ¨¦l trata de devolverles algo a trav¨¦s de la Telet¨®n.
Las dudas de Mario en Don Francisco se acentuaron cuando el programa comenz¨® a rodarse en 1985 en los estudios de Univisi¨®n en Miami. Tuvo que aceptar ser copresentador, compartiendo la titularidad con un cubano, tal como impon¨ªa la comunidad que en ese momento controlaba todos los negocios de habla espa?ola de la ciudad. Tuvo que soportar cr¨ªticas feroces por su falta de preparaci¨®n para un mercado que estaba a a?os luz del chileno.
Don Francisco entendi¨® que ten¨ªa que reinventarse. Estudi¨®, se adapt¨® a nuevas tecnolog¨ªas, a nuevos estilos. Y sobre todo, entendi¨® la complejidad del p¨²blico al que se dirig¨ªa a partir de ese momento. Aprendi¨® los conceptos de hispano y de latino. ¡°Yo distingo a dos grupos de personas que hablan espa?ol en EE?UU. Uno es el de los latinos, aquellas personas de ra¨ªz hispana que mantienen algunos aspectos culturales hispanos, pero que est¨¢n integrados en la sociedad norteamericana. El otro es el de los hispanos, que son los que mantienen preferentemente su cultura de origen. Yo me siento hispano, pero comprendo a los latinos y me dirijo a los latinos¡±. Ahora se mueve rodeado de m¨®viles, es inseparable de su iPad y trata de responder al desaf¨ªo de cualquier novedad que afecta a los medios de comunicaci¨®n. El mundo ha cambiado mucho desde 1962.
En Miami descubri¨® el poder del idioma espa?ol, que le permite unir a p¨²blicos de 13 pa¨ªses en un espect¨¢culo de inter¨¦s com¨²n. Y desde la gran torre de observaci¨®n que es EE UU descubri¨® tambi¨¦n el alcance de su propio poder. No tiene af¨¢n de hacer gran cosa con ese poder. Ha ganado mucho dinero, pero no se comporta como un millonario. Su matrimonio con Temy Muchnick cumple tantos a?os como su programa. Tiene tres hijos y nueve nietos. Y se considera un empleado m¨¢s de Univisi¨®n que algunos d¨ªas comparte con sus compa?eros mesa en la cafeter¨ªa de la empresa. Es famoso, desde luego, muy famoso, y eso le ha hecho pagar alg¨²n precio. En un par de ocasiones ha tenido que defenderse de una reclamaci¨®n de paternidad y una demanda de acoso sexual. En ambas, los jueces le dieron la raz¨®n.
Para despegarse de Don Francisco, Mario Kreutzberger tiene que someterse tras cada grabaci¨®n a una exigente reprogramaci¨®n a base de sue?o, ejercicio y familia. La duda es si Mario Kreutzberger podr¨¢ sobrevivir a Don Francisco. Con el tono tr¨¢gico que, como buen humorista, pone en sus palabras, le gusta referirse a la obra The little shop of horrors, en la que un florista cultiva meticulosamente la planta carn¨ªvora que lo acaba devorando.
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