Pederastia y sociedad

Lo vemos demasiadas veces en los peri¨®dicos. Simplemente porque ocurre. Una ni?a desaparecida. Unos padres rotos. Medios de comunicaci¨®n al acecho. La investigaci¨®n policial. El cuerpo que aparece (o no). Sin embargo, detr¨¢s de todas esas im¨¢genes, convertidas con lamento casi en clich¨¦, hay unos seres humanos. Y a eso aspira la notable pel¨ªcula alemana Silencio de hielo, segundo largometraje del por aqu¨ª desconocido Baran Bo Odar: no s¨®lo a contar un enigma criminal, un hecho atroz, sino tambi¨¦n a entrar en unos personajes. Padres, polic¨ªas, asesinos. En unas mentes, en unos cuerpos, en toda una sociedad, que huele a locura, que sabe a hedor.

Y a fe que lo consigue. Con ese tono de novela policiaca n¨®rdica tan en boga (y de algunas de sus adaptaciones cinematogr¨¢ficas y televisivas), la pel¨ªcula es ¨¢spera sin necesidad de ser sucia, siendo ambiciosa con un retrato de caracteres muy amplio durante, adem¨¢s, un arco de tiempo de m¨¢s de 20 a?os, lo que siempre lleva al dilema de si cambiar de int¨¦rpretes o no para visualizar ambas ¨¦pocas. Bo Odar no lo hace y, a pesar de que los peinados no consiguen rejuvenecer del todo a los dos asesinos, se mantiene la credibilidad por mil¨ªmetros; es decir, el relato se sostiene simplemente porque la narraci¨®n es poderosa.

Quiz¨¢ le sobren unos cuantos ralent¨ªs y subrayados, adem¨¢s del incansable lugar com¨²n del polic¨ªa reci¨¦n jubilado que se empe?a en seguir en la investigaci¨®n, pero lo mejor de Silencio de hielo es una doble reflexi¨®n: la primera, sobre la culpa, la redenci¨®n y la facultad de limpiar (o no) la mente de malos recuerdos; y la segunda, valiente y espantosa, sobre el hecho de que en la pedofilia no haya posibilidad de cierre, aunque el enfermo, convertido o no en criminal pederasta, se parapete entre elementos de normalidad y haga esfuerzos sobrehumanos por liberarse.