Bacharach, la afon¨ªa y los quioscos
La cantante acude al festival de Peralada para su ¨²nica actuaci¨®n espa?ola Su r¨¢pido y decepcionante concierto hace sufrir a la platea
Un vallista chino peg¨¢ndosela en la primera valla; un enamorado que tartamudea mientras se le caen las flores que torpemente ofrec¨ªa a su enamorada, al¨¦rgica al polen; un director de reparto dando explicaciones tras haber contratado para un papel principal a Hrundi V. Bakshi: situaciones en las que un observador neutral lo pasa mal. Otra: en un concierto de festival de verano, tiros largos entre la acomodada audiencia, perfumes dulces viajando entre frufr¨²s, suenan los acordes de Always something there to remind me, Dionne Warwick abre la boca para entonar la pieza y brota una voz ronca, rota, constipada o algo peor evocando a Lola Gaos. ?Qu¨¦ da?o!.
Ocurri¨® en el siempre distinguido festival del Castell de Peralada, espacio de galas donde agitar las joyas bajo el cielo nocturno del Ampurd¨¢n. En su ¨²nica actuaci¨®n en Espa?a, dentro de la gira que conmemora los 50 a?os en la industria del entretenimiento de Dionne, iba y ven¨ªa su blanco pa?uelo y los carraspeos entre frase y frase sonaban mientras la vocalista, pugnando por dejar expedita la garganta, solo lograba algo de lija con la que raspar entre el apuro de la concurrencia Walk on by, Anyone who had a heart o I¡¯ll never fall in love again, piezas no nacidas al calor de un sol y sombra matinal. El apuro hizo palidecer a las L¨¢grimas de San Lorenzo que en aquel momento decidieron ausentarse del cielo. ?Qu¨¦ mal rato!.
Pero, quiz¨¢s segura de que el mal ser¨ªa pasajero, la voz que hizo caricia un buen ramillete de canciones del t¨¢ndem Bacharach/David, sigui¨® haciendo sufrir a la platea con This girl¡¯s in love y The look of love. Hasta aquel momento, nueve canciones de un repertorio de veinte, solo brillaba la pedrer¨ªa refulgente de la estrella, todav¨ªa con estropajo entre las cuerdas vocales. Habl¨® entonces, dijo todo eso de que estaba muy feliz en Barcelona, nadie recrimin¨® que esta ciudad se encontrase a 140 kil¨®metros, se asust¨® por llevar 50 a?os en el negocio, ?c¨®mo pasa el tiempo! y con Alfie la voz comenz¨® a no amenazar a sus canciones. No, no es que estuviese reparada la v¨ªa de agua, pero al menos ¨¦sta no amenaz¨® la flotabilidad del concierto.
Entonces apareci¨® otra v¨ªa de agua que los problemas vocales hab¨ªan hecho menor: la instrumentaci¨®n y el feeling. Un repertorio trufado con canciones tan bellas y detallistas no deber¨ªa ser interpretado con la sensibilidad puesta en el ascensor que mientras sube y baja an¨®nimo y obediente brinda m¨²sica con el objeto de pasar inadvertido. Todos los efectos, la cuerda y los metales sal¨ªan de un teclado usado con la misma intenci¨®n con la que un cuarteto con vocalista femenina hab¨ªa ambientado desde un quiosco la cena previa al concierto. Funcional m¨²sica de fondo que no debe llamar la atenci¨®n, no sea que alguien se atragante. Eso evoc¨® Dionne Warwick mientras se reparaba que en poco m¨¢s de media hora hab¨ªa despachado m¨¢s de la mitad del recital.
Para reforzar la idea de m¨²sica funcional de quiosco, Aquarela do Brasil apareci¨® por all¨ª como quien no quiere la cosa, y de vuelta de la excursi¨®n tropical, Do you know the way to San Jose sirvi¨® para encajar los solos y la meticulosa presentaci¨®n de sus cinco uniformados m¨²sicos. M¨¢s tarde, en la recta final, Dionne, que ya se homenajeaba sin recato, invit¨® a un segundo vocalista, David Elliot, para dejarle vapulear en solitario B¨¦same mucho tras cantar al alim¨°n I say a little prayer. Con That¡¯s what friends are for lleg¨® el final, el final de un concierto que dej¨® a Dionne muy por debajo de otros enterteinments que esta temporada han pasado por los festivales de verano catalanes. Y lamentablemente eso no solo se debi¨® a un puntual problema de voz.
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