John Keegan, el historiador que puso rostro a la batalla
Sus obras cambiaron el enfoque de la historiograf¨ªa militar
John Keegan (Londres, 1934) revolucion¨® la historiograf¨ªa militar rompiendo con los t¨®picos de la disciplina, basada hasta sus trabajos sobre todo en la recolecci¨®n y exposici¨®n exhaustiva de fechas, lugares, n¨²mero de soldados y bajas, avances y retrocesos de los ej¨¦rcitos, Keegan, fallecido el pasado 2 de agosto a los 78 a?os en su casa de la localidad inglesa de Kilmington, opt¨® por centrarse en la experiencia vital de aquellos que durante mucho tiempo fueron simples n¨²meros para los historiadores: los soldados que arriesgaban la vida.
A Keegan, su salud nunca le permiti¨® cumplir con el servicio militar. Ingres¨® en 1947 en un hospital para tratarse de una tuberculosis que le dej¨® una cojera permanente. Ingresado entre adultos, pudo aprovechar su larga convalecencia para salir con algunos conocimientos de griego, franc¨¦s e historia. Dos a?os despu¨¦s, logr¨® una beca para el Balliol College de Oxford, donde curs¨® Historia.
Pese a que una reca¨ªda le oblig¨® a interrumpir sus estudios, finalmente se gradu¨® en 1957. En 1960 gan¨® la c¨¢tedra de Historia Militar de la Real Academia Militar de Sandhurst, que ocupar¨ªa durante 20 a?os. En 1966, un libro le hizo c¨¦lebre de golpe: El rostro de la batalla (primera edici¨®n en espa?ol en 1990, en el Servicio de Publicaciones del Ej¨¦rcito de Tierra), en el que solt¨® amarras con la impersonal historiograf¨ªa b¨¦lica, analizando las actitudes de los soldados en primera l¨ªnea de combate y qu¨¦ significaban para ellos valores y sensaciones como valor, honor o miedo. Para ello, buce¨® en documentos de ¨¦poca: no se limitaba a los partes oficiales, sino a diarios, cartas y poemas escritos por los soldados que hab¨ªan sufrido en su carne el horror de la lucha.
Su investigaci¨®n se desarroll¨® en tres escenarios dispares y alejados en el tiempo, pero que ten¨ªan como nexo la participaci¨®n brit¨¢nica: la batalla de Agincourt en 1415, la de Waterloo en 1815 y la del Somme en 1916. Cuando sali¨® a la luz este libro, Keegan ya ten¨ªa como pr¨¢ctica habitual la visita a los escenarios que en otro tiempo se hab¨ªan convertido en campo de batalla.
A esta obra le siguieron, entre otras, Seis ej¨¦rcitos en Normand¨ªa (Ej¨¦rcito de Tierra, 1990), en la que estudiaba el desembarco de las tropas aliadas contra el ocupante nazi y la liberaci¨®n de Par¨ªs en 1944. Esta operaci¨®n era, para el autor, ¡°la mayor derrota¡± sufrida por las armas hitlerianas en el curso de la II Guerra Mundial; no faltar¨¢ quien considere cuestionable, a la luz de estas palabras, la valoraci¨®n que hizo Keegan de la victoria sovi¨¦tica en Stalingrado en 1942 y la subsiguiente ca¨ªda del frente alem¨¢n en el Este.
Tras retirarse de su c¨¢tedra en Sandhurst, comenz¨® a trabajar en el diario Daily Telegraph como redactor especializado en temas militares y de defensa, compaginando el periodismo con la elaboraci¨®n de m¨¢s obras que alcanzaron repercusi¨®n, entre otras cosas, por la acusada dimensi¨®n p¨²blica de su autor. A este periodo pertenecen, por ejemplo, La m¨¢scara del mando (Ministerio de Defensa, 1991) donde el autor analiza las condiciones b¨¢sicas que ha de tener un general y de las cuales depend¨ªa, seg¨²n ¨¦l, el ¨¦xito o el fracaso de una campa?a, e Inteligencia militar: conocer al enemigo, de Napole¨®n a Al Qaeda (Turner, 2012), centrada en la importancia que para los ej¨¦rcitos ha ido adquiriendo progresivamente el conocimiento previo de las intenciones del enemigo y los l¨ªmites de la labor de espionaje.
En la ¨²ltima etapa de su vida Keegan, alejado de cualquier tipo de experiencia b¨¦lica por sus limitaciones f¨ªsicas, pudo, al fin, constatar lo que se siente en medio de una guerra. Viaj¨® como corresponsal a las guerras del Golfo y de L¨ªbano. Describi¨® esta ¨²ltima como una experiencia ¡°asquerosa y aterradora¡±.
Pese a ese contacto directo con el espanto del enfrentamiento armado, y a que se declaraba pacifista ¡°en un 95%¡±, seg¨²n declar¨® en una entrevista, no le impidieron expresar pol¨¦micas opiniones a favor de las intervenciones de Estados Unidos en Vietnam o en Irak.
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