Los achuchones de El Juli

El Juli rompi¨® la tarde. Cuando parec¨ªa que iba a ser otra corrida de apuntar y no despegar, lleg¨® el madrile?o para poner el despertador con un quite por lopecinas que sirvi¨® como toque de atenci¨®n de que su disposici¨®n para triunfar era toda en ese quinto de la tarde.

Quiz¨¢s espoleado porque la petici¨®n de oreja en su primero no hab¨ªa sido suficiente, sali¨® a por todas y firm¨® dos buenas series de derechazos en el inicio de faena. Muletazos largos, ligados y obligando al toro; adem¨¢s, pas¨¢ndoselo por la faja. Fueron dos series para hacerse con los tendidos, que esperaban alguien que mostrara esa decisi¨®n.

Entonces, tom¨® la izquierda y los naturales ya no fueron limpios, alguno sac¨® largo, pero ya fue en l¨ªnea recta y mucho m¨¢s despegados que los pases ejecutados con la diestra. Parec¨ªa que la l¨®gica invitaba a dejar que el animal reposara y tuviera tiempo de reponerse, pero no, hab¨ªa prisas, quiz¨¢ excesivo deseo de triunfar. En lugar de dar un respiro a Barrilero, El Juli acort¨® las distancias y se puso los pitones en la taleguilla.

Firme, seguro y desafiando al toro de Cuvillo, que como es presumible en esa divisa no hizo un adem¨¢n de peligro y sac¨® toda la nobleza tanto cuando el torero estuvo bien colocado como cuando estuvo a merced del animal, que ped¨ªa descanso en lugar de pelea. El Juli fue como un novio inc¨®modo, de esos que achuchan sin parar, que agobian a la amada, pero ¨¦sta nunca reaccion¨®.

En su primero, Morante tir¨® l¨ªneas y traz¨® alg¨²n muletazo suelto

La espectacular ejecuci¨®n de la estocada desat¨® al p¨²blico a pedir la segunda oreja, que con buen criterio el palco dej¨® en una. No en vano faltaron muchas cosas adem¨¢s de la capacidad, el deseo y la ambici¨®n demostrada.

El esperado era Morante. Un a?o despu¨¦s de salir en hombros de esta plaza, el p¨²blico de Vista Alegre le oblig¨® a saludar antes de comenzar el festejo. Una declaraci¨®n de intenciones y una muestra de admiraci¨®n que se prorrog¨® durante sus actuaciones, puesto que cualquier detalle del sevillano fue coreado con ilusi¨®n, pero con poca objetividad.

No tuvo un lote adecuado, pero tampoco se decidi¨® Morante a buscar el triunfo. En su primero tir¨® l¨ªneas y traz¨® alg¨²n muletazo suelto. En su segundo, ni eso.

Fue Talavante quien vino cargado de deseos de triunfar, pero choc¨® con un primero sin fuerzas y un sexto que se le raj¨® muy pronto. Estuvo decidido, pero atropellado como en el quite con el capote a la espalda. En el ¨²ltimo pareci¨® que su faena podr¨ªa romper, pero se apag¨® demasiado pronto.