Una gracia irresistible
Rafael ?lvarez 'El Brujo' est¨¢ en plen¨ªsima forma y lo demuestra en 'Mujeres de Shakespeare'. Hay bajones de tensi¨®n, pero predominan los altos vuelos, los puentes sorprendentes
He visto a un buf¨®n en el bosque, como el maravillado Jaques al toparse con el multicolor Piedradetoque en Como gust¨¦is. El bosque tiene cuatro candelabros y dos atriles a guisa de ¨¢rboles y se llama Cofidis pero antes se llam¨® Alc¨¢zar, y para m¨ª ser¨¢ siempre el teatro de Los huerfanitos, de Santiago Lorenzo (?a¨²n no han le¨ªdo Los huerfanitos?), pero el buf¨®n, al que conocen de sobra y atiende por El Brujo, aunque dentro de nada ser¨¢ Don Rafael, una gloria nacional, se pierde y se reencuentra gozosamente en su propio bosque, que limita al sur con su Lucena natal y al norte, este y oeste por donde le lleve su imaginaci¨®n. Dicho de otra manera: en el centro hay un espacio teatral a la antigua, con sus candilejas, y a los lados, aqu¨ª, all¨¢, en todas partes, sali¨¦ndose siempre, El Brujo. En el lateral izquierdo est¨¢ Javier Alejano, un formidable violinista, que muy sutilmente subraya (o impulsa) los vuelos, las ascensiones del buf¨®n.
Sabemos tambi¨¦n que El Brujo va de lo m¨¢s alto a lo m¨¢s chocarrero, de lo inmemorial a lo actual¨ªsimo, del Cinco Jotas a la morcilla con carne para la fiera, cocida al minuto, vuelta y vuelta, y es capaz de enlazar a Julieta con Rajoy (¡°ese enigma cu¨¢ntico¡±), porque al p¨²blico le encanta que entre y que salga y que salte sin tropiezo. El espect¨¢culo se llama Mujeres de Shakespeare y en lo alto est¨¢ su amor por el teatro y por esas damas cuya voz es ¡°una conciencia que nos habla y nos sacude¡±. La frase es de Harold Bloom: El Brujo deja de lado la arrogancia y la arbitrariedad del d¨®mine, el frecuente ¡°porque lo digo yo¡± y todas las veces que lleva el agua a su molino acad¨¦mico, y se queda (que no es poco) con su inmensa pasi¨®n por Shakespeare, con su generosidad a la hora de abrir ventanas.
En el espect¨¢culo se habla de cuatro mujeres. O de ocho, si bien se mira, porque con Rosalinda El Brujo liga p¨®quer de reinas: est¨¢, apunta, la invisible novia anterior de Romeo, y la Rosalinda-borrador de Trabajos de amor perdidos, y la cuajad¨ªsima protagonista de Como gust¨¦is y, subterr¨¢nea, la Dama Oscura de los Sonetos, de similar dibujo f¨ªsico y pareja disposici¨®n a la hora de poner a los hombres boca abajo. No est¨¢n, concomitantes, ni Viola ni Beatrice, qu¨¦ le vamos a hacer, pero es que la funci¨®n no es una conferencia erudita ni exhaustiva sino, ya se ha dicho, un paseo por el bosque, y en el bosque manda el revoloteo, y El Brujo es a ratos mariposa (con perd¨®n) que se acerca a una flor o un fruto, olisquea, saca un poco de miel, se aburre y pasa a otra, y a ratos abejorro zumb¨®n. Habla luego de Kate, la presunta fierecilla domada (?hasta qu¨¦ punto, nos dice, con Bloom, es su mon¨®logo final una rendici¨®n o una m¨¢scara?), y en el ¨²ltimo tercio se asoma, como se ver¨¢, al balc¨®n de Julieta.
La funci¨®n es un paseo por el bosque, y en el bosque manda el revoloteo, y El Brujo es a ratos mariposa y a ratos abejorro zumb¨®n
Hay cientos de moscas hilarantes atadas por el rabo, como la que enlaza la pasi¨®n de los ingleses por las colas (con perd¨®n), un t¨®pico que hemos escuchado mil veces pero nunca tan bien contado, y la imagen del rey Juan Carlos durmi¨¦ndose en el teatro (¡°aqu¨ª nos quitan a los reyes y nos deprimimos porque no podemos hacer chistes¡±), imitaciones inesperadas (soberbia la de Fern¨¢n- G¨®mez), que remata con una frase colocada a huevo: ¡°Era en la ¨¦poca en que en los teatros hab¨ªa ratones (pausa). Y volver¨¢n¡±. Lo que importa, siempre, es el estilo, el fraseo, el no dejar caer nunca la cometa. La digresi¨®n permanente: ¡°Hacemos un pr¨®logo largo por si alguien llega tarde¡±. Cuenta, en definitiva, la gracia, el estado de gracia, y este se?or, vaya descubrimiento, la tiene por arrobas. Lo importante de la gracia, tambi¨¦n, es conservarla al correr del tiempo, que no se vuelva agria y rutinaria. Tiene gracia hasta en los detalles aparentemente triviales, como cuando, por ejemplo, se descojona de risa y queda bien, no parece ni por asomo que est¨¢ vendiendo el chiste: esa es una suerte de mucho empe?o y mucho riesgo de la que solo he visto salir airosos a don Rafael, a Faemino y Cansado, y al difunto Pepe Rubianes.
Hay un chiste que me sobra porque no parece un chiste (o porque me hace poca gracia). ¡°La Royal Shakespeare Company va al Espa?ol, est¨¢n tres d¨ªas, solo acuden los del Ayuntamiento y sus mujeres, nadie entiende nada porque lo hacen en ingl¨¦s y les pagan cien mil euros¡±. Algo as¨ª dijo la otra noche y me pareci¨® falso e injusto. Para la RSC, para el Espa?ol y para el p¨²blico que desbord¨® y se apasion¨® con esas funciones. E inoportuno en estos tiempos que corren, cuando nos preguntamos si volveremos a ver aqu¨ª alguna vez a la RSC y a tantos visitantes enriquecedores. No le hacen falta a usted estos descensos, don Rafael.
Volvamos a los vuelos. Hay uno que me dej¨® titilando. El mejor bosque de la funci¨®n: el que, en la imaginaci¨®n de El Brujo, acogi¨® a Shakespeare en sus ¡°a?os perdidos¡±. No se lo puedo contar, tienen que verlo. En ese bosque vamos a encontrarnos con los ¡°bufones contemplativos¡±, con los directores que se duermen durante los ensayos, con los galanes galiardescos (y goliardescos) que seducen a las damas de la primera, la segunda y la duod¨¦cima fila y, atentos ahora, los gitanos, los gitanos inici¨¢ticos, los gitanos ingleses que exportaron las fiestas de Mayo (si non e vero¡) y se inventaron el Roc¨ªo, y digo yo que ah¨ª le falta un dato, un puente, don Rafael: la Dama Oscura ten¨ªa que ser gitana, por narices, por la gloria de su madre. En el tercio final hay una Julieta andaluza, el primer amor de El Brujo. Bueno, el segundo, porque la primera fue Olivia Hussey (¡°ten¨ªamos la misma edad ¡ªpausa¡ª. Y ahora tambi¨¦n¡±), pero se reencarn¨® en una cordobesa, y ah¨ª vemos al aprendiz de buf¨®n present¨¢ndose en calzoncillos a la hora de la siesta (?toma transgresi¨®n!) para impresionar a la moza y a su familia, y vaya si les impresion¨®. Eso es grande, precioso, perfecto. L¨¢stima que luego nos atice un ¡°descontratiempo¡±, como dice su tocayo Rafael Amador, porque tras hablar de ¡°la epifan¨ªa de la religi¨®n del amor¡±, el recitado del di¨¢logo entre Romeo y Julieta en la alborada se quede en la parodia innecesaria, en un tono menor que desluce la belleza del original. Puntos negros, descensos que molestan porque empa?an la redondez del acabado, pero el bot¨ªn final es grande: enorme artista, gracia grande, irresistible, ideal para ventilar este calor que no nos deja.
Mujeres de Shakespeare. Teatro Cofidis Alc¨¢zar. Madrid. Hasta el 23 de septiembre. www.elbrujo.es. www.teatrocofidis.com.
Babelia
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