Aaron Sorkin: ¡°Mi deseo es volver a hacer h¨¦roes de los periodistas¡±
Uno de los regresos m¨¢s esperados. El prestigioso guionista y productor, autor de ¡®El ala oeste de la Casa Blanca¡¯, al que llaman "la cabeza pensante de Hollywood", estrena serie sobre los medios de comunicaci¨®n, ¡®The Newsroom¡¯
"?Qu¨¦ hace de Am¨¦rica el mejor pa¨ªs del mundo?", pregunta un espectador al principio de The Newsroom, la nueva serie de HBO que comienza el pr¨®ximo martes, d¨ªa 11, en Canal +. "Estados Unidos lidera el mundo en tan solo tres cosas: el n¨²mero de ciudadanos en la c¨¢rcel, el n¨²mero de adultos que creen que los ¨¢ngeles existen y en el gasto militar", da la vuelta a la tortilla el interpelado, el periodista Will McAvoy, protagonista de esta serie centrada en el mundo de los medios de comunicaci¨®n. Es la nueva creaci¨®n que sale de la mente de Aaron Sorkin, el guionista, productor y dramaturgo de m¨¢s ¨¦xito en Hollywood. Palabras de ficci¨®n que, como siempre ocurre en el caso de este neoyorquino de 51 a?os, es dif¨ªcil separar de la realidad. Porque Sorkin suele hablar de verdades como pu?os, pero sin amargura; incluso con un tinte de esperanza y optimismo inusual en tiempos de cinismo y resignaci¨®n.
El padre de El ala oeste de la Casa Blanca, que consigui¨® el Oscar por su trabajo como guionista en La red social, dice que su nueva serie solo pretende entretener. Lo repite a cada rato: busca audiencia en tiempos de escapismo. Tambi¨¦n se describe como un idealista, un rom¨¢ntico enamorado del Quijote, y quiz¨¢ por ello sus historias nunca son ajenas a la pol¨¦mica. Vilipendiado e idolatrado, tan lleno de contradicciones como sus personajes, este hombre que es capaz de encerrarse en la habitaci¨®n de un hotel como un ermita?o hasta parir su nueva obra, se presenta coqueto a la entrevista, con un bronceado de estrella de cine y la mejor de las sonrisas.
Tras ver los primeros minutos de su nueva serie es dif¨ªcil no pensar que The Newsroom es una llamada de atenci¨®n al mundo en el que vivimos, a la desilusi¨®n que existe con el sistema y especialmente con aquellos que dicen informarnos.
Pues est¨¢ equivocada, porque no cejar¨¦ en mi empe?o de subrayar que mi ¨²nico deseo con The Newsroom es hacer una hora de televisi¨®n divertida, entretenida, idealista y optimista sobre un grupo de luchadores. En la actualidad tenemos una visi¨®n muy c¨ªnica del periodismo, tan c¨ªnica como la imagen que ten¨ªamos de nuestros pol¨ªticos cuando escrib¨ª El ala oeste de la Casa Blanca. Y mi deseo es volver a hacer h¨¦roes de los periodistas. No le niego que no haya problemas en el mundo de los medios de comunicaci¨®n, pero tampoco quiero persuadir a nadie de mis ideas. Simplemente quiero contar una historia que entretenga al espectador. Una historia de amor en un lugar de trabajo.
?Por qu¨¦ hacerlo entonces en el mundo de la televisi¨®n? Esta es su tercera serie en este ambiente tras las fracasadas ¡®Sports Night¡¯ y ¡®Studio 60 on the Sunset Strip¡¯.
Nuestras vidas est¨¢n muy marcadas por lo que escuchamos en televisi¨®n. De ah¨ª que debamos preocuparnos por los contenidos que se emiten tanto como nos preocupamos por lo que se imparte en nuestras aulas. Pero, repito, yo no quiero sentar c¨¢tedra. Solo entretener en un ambiente que se sienta real, donde las noticias son reales y el espectador cuenta incluso con m¨¢s informaci¨®n que los protagonistas.
Habla de volver a hacer h¨¦roes de los periodistas. ?Qui¨¦nes son sus h¨¦roes?
Admiro a Brian Williams, Bob Schiefer, Shepherd Smith, Martin Bashir, a Alex Wagner y a S. E. Cupp, Mark McKinnon y Steve Schmidt. Como digo en la serie, est¨¢ claro que no todos los periodistas merecen disculparse por la desinformaci¨®n que existe. Los hay que trabajan en la actualidad por lo que creen justo y son tan buenos como lo fueron [Walter] Cronkite o [Edward R.] Murrow. Lo que ocurre es que sus voces quedan ahogadas entre tanta tonter¨ªa.
Esperaba un mayor conocimiento de los medios a nivel internacional.
Recurro a ellos adem¨¢s de mi dosis diaria de informaci¨®n en un par de peri¨®dicos diferentes, adem¨¢s de The New York Times, alguna revista y la CNN cuando salta una noticia. Recuerdo que el Katrina me pill¨® en Londres y me hizo darme cuenta de lo diferente que era la cobertura de la BBC o de Al Jazeera comparado con lo que vemos en EE UU. Por lo general, suelo ir con el periodista, no con su medio.
Hagamos la pregunta al rev¨¦s: ?qui¨¦nes son los malos?
Lo he dicho muchas veces. En EE UU el problema est¨¢ en cadenas como Fox; y siempre que digo esto me acusan de rojo. Lo que no entienden es que mi problema con Fox no es su ideolog¨ªa republicana. Mi problema es que mienten y con sus mentiras no hacen otra cosa que enga?ar al espectador. Son varias las encuestas que demuestran que en EE UU el p¨²blico peor informado es el que sigue Fox News. Est¨¢n peor informados que los que no escuchan las noticias. Eso les hace muy peligrosos. Le recuerdo que el d¨ªa que EE UU invadi¨® Irak el 67% de los estadounidenses cre¨ªan que el 11-S era culpa de Irak. Es muy peligroso. Somos una gran potencia armada y muy desinformada. Es algo que supera la lucha de partidos. Es culpa de los periodistas que no insisten en lo que deben, que no preguntan lo necesario en lugar de preocuparse por los ¨ªndices de audiencia, y tambi¨¦n de los espectadores, que nunca deben ser el elemento pasivo de la ecuaci¨®n.
?Y despu¨¦s de lo que dice todav¨ªa se define como un optimista?
Soy un optimista, el mismo idealista que en El ala oeste de la Casa Banca fue capaz de escribir sobre una Administraci¨®n dem¨®crata que consigue hacer lo que quiere [risas].
?Ser¨ªa capaz de escribir lo mismo en la actualidad?
Yo s¨ª. Pero no s¨¦ si las cadenas lo emitir¨ªan en abierto [risas]. Tambi¨¦n mantengo el optimismo en el ¨¢mbito del periodismo. Lo que necesitamos de los medios es que presenten los hechos. El proceso m¨¢s inteligente es el di¨¢logo, el fruto de un debate entre dos visiones informadas aunque opuestas sobre un mismo tema. As¨ª es cuando obtenemos los mejores resultados de una democracia. Pero hablo de un debate dialogado e inteligente, no de un intercambio de acusaciones sobre si el presidente es marxista o ha nacido en Kenia. Lo que sucede es que esas discusiones son m¨¢s pintorescas y ganan audiencia, y el resto pasa a segundo plano.
?Cree posible que se invierta esta tendencia?
Network [Un mundo implacable, 1976] siempre fue mi pel¨ªcula favorita, pero solo ahora entiendo el sentimiento de frustraci¨®n de Howard Beale cuando dice: "Estoy m¨¢s que harto y no pienso seguir soport¨¢ndolo". Si quiere ver algo en The Newsroom, lo que hay es un canto a la educaci¨®n, a la urbanidad, a la inteligencia. Un llamamiento a que dejemos de considerar la inteligencia como algo malo. Yo no poseo la inteligencia que admiro, pero tengo el don de imitar su sonido. Disfruto de sus contenidos. Me posee este ansia por la verdad desde que me la robaron, desde que los hechos pasaron a ser algo subjetivo. Porque no siempre ha sido as¨ª. Nunca hemos estado tan divididos. Pese a los desacuerdos, yo creo en el sistema democr¨¢tico de partidos. En el Partido Republicano hay buenas ideas y gente brillante que merece la pena ser escuchada en debates con gente tambi¨¦n brillante del Partido Dem¨®crata, de manera que uno pueda escoger lo que m¨¢s le interese de sus programas. Esto no es una dictadura. La primera enmienda de la Constituci¨®n de EE UU garantiza la libertad de expresi¨®n, de asamblea y de religi¨®n, amparado todo ello por un gobierno agn¨®stico. Y esa libertad implica tu responsabilidad como ciudadano de expresarte de una forma ¨²til.
A Sorkin le habr¨ªa gustado escribir en las d¨¦cadas de los treinta o los cuarenta, antes del Watergate y de Vietnam, en una era que idealiza en el ¨¢mbito period¨ªstico. Antes de que su pa¨ªs perdiera la inocencia. Lo mismo le ocurre en lo cinematogr¨¢fico. Sorkin evoca en su trabajo esos a?os que dieron al mundo pel¨ªculas como Sucedi¨® una noche, de Frank Capra, otra de sus cintas preferidas y precursoras de su estilo a la hora de escribir. El suyo es el lenguaje de otra era traspasado a este milenio.
En ocasiones ha hablado de una fortuita m¨¢quina de escribir que se encontr¨® en casa de un amigo como su raz¨®n para comenzar en este trabajo, pero ?de d¨®nde nacen sus historias?
Desde muy peque?o mis padres me llevaron al teatro. Era algo rid¨ªculo porque llevaban a un chaval de nueve a?os a ver ?Qui¨¦n teme a Virgina Wolf?, y no entend¨ªa nada. Pero fue lo mejor que pudieron hacer por m¨ª. Ya le digo, la mayor¨ªa de las veces no entend¨ªa de qu¨¦ iba la obra, pero me quedaba prendado del sonido de lo que dec¨ªan, una m¨²sica que ten¨ªa los movimientos de una sinfon¨ªa. El sonido del di¨¢logo fue desde entonces para m¨ª tan importante como su significado. Claro que el m¨¦rito no es solo m¨ªo; jam¨¢s se notar¨ªa esa musicalidad a la que me refiero si mis textos no cayeran en manos de unos actores que saben tocar muy bien sus instrumentos.
?C¨®mo definir¨ªa su estilo?
Por mucho que me guste basarme en historias reales, ninguno de mis guiones, ni La guerra de Charlie Wilson ni La red social ni Moneyball, los puedo definir como instant¨¢neas de la realidad. Son obras art¨ªsticas, como una pintura, interpretaciones basadas en hechos reales. En cuanto al estilo¡ Hay guionistas que le dan mucha m¨¢s importancia a la trama que al di¨¢logo. Y son geniales. Como David Milch. Solo puedo decir que es un maestro. O David Mamet. Son poetas. Mamet es capaz de utilizar una palabra de cuatro letras y convertirla en un concierto en s¨ª misma, a menudo escribiendo sobre gente que tiene problemas a la hora de comunicarse. Para m¨ª el lenguaje es m¨²sica y obtengo el mismo grado de satisfacci¨®n con mis di¨¢logos que otro conseguir¨ªa con las mejores escenas de acci¨®n, con sus explosiones. Mis di¨¢logos no pretenden ser reales. Lo son. Es como hablar¨ªa la gente si tuviera el tiempo suficiente para pensar lo que quieren decir, si les dieras media hora para responder.
?Y su secreto como escritor?
?Pasarme un a?o encerrado hasta que completo un trabajo? Escribir consiste en comprender la intenci¨®n de los personajes y los obst¨¢culos a los que se enfrentan. Alguien quiere algo y algo est¨¢ en su camino. Saber lo que quieren tus personajes, si es dinero o ganarse a la chica o la fama, y qu¨¦ es lo que necesitan para conseguirlo. Una vez que tienes eso, ya est¨¢s a mitad de camino.
?Cu¨¢ndo se da cuenta de que algo que ha escrito est¨¢ mal?
En el instante mismo en que lo escribo. Soy como un jugador de b¨¦isbol, que sabe c¨®mo ha sido su jugada nada m¨¢s escuchar el sonido del bate. Y da mucha verg¨¹enza. Es uno de los problemas cuando haces televisi¨®n. Me gusta la inmediatez del medio y c¨®mo me permite expandir la historia en 10 episodios. Pero no nos enga?emos. Los d¨ªas en los que escribo mal superan con mucho a aquellos en los que lo hago bien. Siendo generoso y barriendo para casa, dir¨¦ que tengo 10 d¨ªas malos por cada uno bueno. Y cuando escribo un guion de cine o una obra de teatro, si un d¨ªa no lo hago bien, tengo la opci¨®n de mejorarlo al d¨ªa siguiente. Pero en televisi¨®n tienes que seguir escribiendo incluso cuando lo haces mal. En The Newsroom me di cuatro episodios de ventaja antes de comenzar el rodaje. Y me encant¨® la idea de comenzar la emisi¨®n una vez rodados los 10 episodios de la primera temporada. Porque as¨ª no hubo forma de que las cr¨ªticas influyeran en el resultado final. Porque conceb¨ª la serie como una historia de 10 horas con pr¨®logo, que es el episodio piloto.
Esto suena a que no es muy receptivo con las cr¨ªticas.
Siempre pienso que puedo mejorar. Y creo que he mejorado con los a?os. De alg¨²n modo es un trabajo que se parece al de director de orquesta, que mejora con cada concierto. Tambi¨¦n s¨¦ que lo puedo hacer mejor. Y lo intento cada d¨ªa, porque adem¨¢s vivo en la era de oro de los guionistas. Contamos en la actualidad con algunos de los mejores guionistas de la historia y acepto mi competencia. Pero tambi¨¦n me siento extremadamente afortunado por ser capaz de escribir en todos los medios, en cine, teatro y televisi¨®n, y de recibir cartas como las que me llegaron durante la emisi¨®n de El ala oeste de la Casa Blanca, donde me escrib¨ªan conservadores que no coincid¨ªan conmigo pol¨ªticamente, pero que disfrutaban viendo el show. No creo que eso vuelva a ocurrir.
?Hay algo que ¡®Sorkin El Grande¡¯, como ya hay quien le llama, no sepa hacer?
Los hay que me llaman otras cosas [risas]. Claro que hay cosas que no s¨¦ hacer y eso me motiva¡ A m¨ª me gustan las buenas historias, y hay muchas que me gustan como espectador que soy incapaz de escribir. Por ejemplo, historias policiacas. Infiltrados es una de mis pel¨ªculas favoritas, pero nunca he sido capaz de escribir algo as¨ª. Me debe de faltar el chip. Tampoco soy capaz de escribir ciencia-ficci¨®n. O fantas¨ªa. Soy un escritor lleno de limitaciones [risas].
Sorkin conoce sus puntos fuertes y tambi¨¦n sus debilidades. Su ascensi¨®n a la fama fue fulgurante con el triunfo de Algunos hombres buenos y El presidente y Miss Wade. Igual de r¨¢pida fue su ca¨ªda, su batalla con la coca¨ªna que le llev¨® al Instituto Hazelden de Minnesota en busca de ayuda, pero con una reca¨ªda sonada en el momento m¨¢s alto de su prestigio con El ala oeste de la Casa Blanca,cuando fue detenido en el aeropuerto de Burbank (California) con marihuana, coca¨ªna y otras sustancias alucin¨®genas en su poder. Adem¨¢s de la humillaci¨®n p¨²blica, su reca¨ªda supuso el divorcio de su primera esposa, la productora Julia Bingham, y dudas sobre el efecto que su adicci¨®n tendr¨ªa en la carrera de un autor demasiado perfeccionista y que no sabe delegar. El Oscar conseguido con La red social y su candidatura con Moneyball han borrado cualquier duda y abierto un nuevo cap¨ªtulo en su vida, del que surge The Newsroom.
La figura del Quijote es una constante en su obra, una presencia que vuelve a mencionar en ¡®The Newsroom¡¯. ?Cu¨¢ndo comienza su relaci¨®n con Cervantes?
Habla del libro que ha tenido m¨¢s impacto en mi vida. Y una vez m¨¢s tengo que agradec¨¦rselo a mis padres, porque ellos me llevaron a ver el musical El hombre de La Mancha cuando ten¨ªa cinco a?os. Esta obra s¨ª que la entend¨ª. La figura del Quijote siempre me recuerda a mi padre, que tiene 90 a?os. Siempre le he visto a un paso de arremeter contra los molinos. A su modo, siempre defendi¨® las leyes de caballer¨ªa. Cuando lo descubr¨ª, no sab¨ªa que se trataba de un libro tan famoso y me dieron sudores al ver su grosor. Finalmente me lo le¨ª a los 14, y a estas alturas me lo s¨¦ tan bien como otros se saben la Biblia. Lo puedo leer de atr¨¢s adelante, aunque nunca lo he le¨ªdo en espa?ol. Pero tengo un molino de viento en la mesa de mi despacho.
?Que hay de Quijote en usted? ?Quiz¨¢ la semilla de su idealismo?
Puede que tenga raz¨®n. Y aunque insisto en que The Newsroom es una obra de ficci¨®n que solo pretende entretener, si hay algo que me gustar¨ªa conseguir de mi p¨²blico, algo que me gustar¨ªa que sacaran de la serie, es inspirarles para que lean El Quijote, alguien que luch¨® por lo que merec¨ªa la pena luchar junto a su fiel Sancho en un momento en el que la Espa?a de la Inquisici¨®n hac¨ªa cosas que parec¨ªan impensables. Los protagonistas de mi serie tambi¨¦n se esfuerzan en su quimera. Y al igual que El Quijote, fracasar¨¢n una y otra vez porque sus metas no son realistas. Pero te hacen sentir que es posible so?ar sue?os imposibles.
?Comparte esos sue?os con alguien cercano? Se habla de su reciente relaci¨®n con Kristin Davis, conocida por su trabajo en ¡®Sexo en Nueva York¡¯.
Estoy muy contento con mi vida, muchas gracias por preguntar [risa cortante]. Mi mayor fuente de felicidad es mi hija, de 11 a?os, una ni?a incre¨ªble, alguien con quien comparto mis sue?os. Y ya que menciona su nombre, reconozco que he salido en varias ocasiones con Kristin, pero no hay m¨¢s. Muchas gracias por preguntar.
Adem¨¢s de sus sue?os, ?comparte su pasado con su hija?
Ser¨¦ claro; sabemos de lo que hablamos. Soy un adicto a la coca¨ªna en remisi¨®n. Pero no es algo de lo que me guste hablar en p¨²blico. Me alegra que mi experiencia le pueda ayudar a alguien y en especial que me pueda ayudar como padre. Al menos cuando hable con ella de las drogas, tendr¨¦ m¨¢s credibilidad que otros. Pero hablar de ello no me ayuda.
Hablemos entonces del futuro, porque los proyectos se acumulan.
Como le dec¨ªa antes, me considero muy afortunado de poder escribir en los tres medios. Estoy escribiendo junto a Stephen Schwartz, el compositor y libretista de Wicked, Godspell y Pippin, un musical sobre Houdini que estrenaremos en 2013 con Hugh Jackman como protagonista. Luego est¨¢ The Politician, una historia centrada en la relaci¨®n entre el senador John Edwards y su asistente Andrew Young. Una historia con muchos personajes y momentos interesantes. Adem¨¢s, The Newsroom ha sido renovada para una segunda temporada y est¨¢ el proyecto sobre la vida de Steve Jobs, que est¨¢ muy, muy en sus comienzos.
?Lleg¨® a conocer al fundador de Apple?
Mi base de trabajo es la biograf¨ªa de Walter Isaacson. Nunca llegu¨¦ a conocer a Steve personalmente, pero habl¨¦ con ¨¦l por tel¨¦fono varias veces y fue siempre muy amable. Me llamaba de improviso para decirme cu¨¢nto le hab¨ªa gustado lo que hab¨ªa escrito. Su primera llamada fue para convencerme de que trabajara con ¨¦l en Pixar. Yo le dije lo mucho que me gustaban las pel¨ªculas de su estudio, pero que me sent¨ªa incapaz de hacer hablar a un objeto inanimado. Nunca olvidar¨¦ lo que me contest¨®: "En el momento en que les haces hablar, dejan de ser inanimados".
El genio del di¨¢logo
Este neoyorquino de 51 a?os se ha ganado a pulso su fama de geniecillo dentro de la actual era dorada de los guionistas. Su sello personal se construye a partir de la inteligencia y endiablado ritmo de los di¨¢logos. Dio en la diana con ¡®El ala oeste de la casa Blanca¡¯ y con la pel¨ªcula ¡®La red social¡¯ (2010), que le vali¨® el Oscar al mejor guion adaptado. En teatro tambi¨¦n se ha labrado fama de s¨®lido desde ¡®Algunos hombres buenos¡¯ (1989).
Ahora tiene nueva teleserie The Newsroom, bajo el aval de la cadena HBO. En Espa?a se estrena en Canal + el pr¨®ximo martes, d¨ªa 11, a las 21.30, poco despu¨¦s de haber terminado la primera temporada en EE UU. Entre sus proyectos, destaca poner sobre el papel la vida de Steve Jobs, creador de Apple. En la foto, en 2001, junto a Marlee Matlin, actriz de El ala oeste¡".
Babelia
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