En los confines de la vida
Javier Cercas vuelve a implicarse en la ficci¨®n con 'Las leyes de la frontera'. Una novela n¨ªtida y compleja, trepidante y melanc¨®lica que retrata la delincuencia juvenil que floreci¨® en Espa?a durante los a?os setenta y ochenta
Las leyes de la frontera
Javier Cercas
Mondadori. Barcelona, 2012
384 p¨¢ginas. 21,90 euros (electr¨®nico: 13,99)
Casi todas las novelas tratan de c¨®mo su autor se encontr¨® con ellas y c¨®mo luego fue cont¨¢ndoselas a s¨ª mismo, antes de hacerlo a los dem¨¢s. Muchos relatos no hacen expl¨ªcitas estas dos frases del proceso pero, desde el Quijote, bastantes otros detallan esos preliminares. No creo que tal cosa resuelva la identidad escurridiza de lo que se ha dado en llamar autoficci¨®n, ni tampoco que agote la forma de narrar de Javier Cercas, tan cercana a este marbete que parece hecho a su medida. El autor expl¨ªcito de Las leyes de la frontera es s¨®lo un interrogador sin nombre que surge para provocar y enhebrar las confesiones de un abogado penalista de ¨¦xito, un director de prisi¨®n y un polic¨ªa, ambos dos al borde del retiro. El motivo: saber de la vida y la leyenda de Antonio Gamallo, alias El Zarco, al que todos ellos conocieron. La sustancia moral y la estrategia literaria que todo esto comporta lo aclara el entrevistador cuando dice al director de la c¨¢rcel: ¡°Al principio, la idea era esa, s¨ª: escribir un libro sobre El Zarco donde se denunciasen todas las mentiras que se han contado sobre ¨¦l y se contase la verdad o un trozo de la verdad. Pero uno no escribe los libros que quiere, sino los que puede o los que encuentra y el libro que yo he encontrado es ese y no es ese [¡]. Lo sabr¨¦ cuando termine de escribirlo¡±.
El h¨¦roe principal, El Zarco, que se refleja en las palabras de los otros se parece mucho a Juan Jos¨¦ Moreno Cuenca, 'El Vaquilla'
Puede que entonces tampoco lo sepa ¨¦l y por eso deje solamente complejas pistas al lector. Cercas ha sentido otra vez la necesidad imperativa (?superstici¨®n, quiz¨¢?) de implicarse en la ficci¨®n que cuenta o, mejor todav¨ªa, de arrastrar en la red de su invenci¨®n un mont¨®n de pecios colectivos. Las peque?as miserias de la vida acad¨¦mica fueron el humus en que arraigaron y crecieron El inquilino y El vientre de la ballena; la responsabilidad y quiz¨¢ la culpa de escribir, o de haber escrito, anida en El inquilino y La velocidad de la luz, mientras que la comez¨®n de entender lo que s¨®lo se supo vagamente est¨¢ en Anatom¨ªa de un instante, como la de participar en un turbio pasado com¨²n inspir¨® Soldados de Salamina. La raz¨®n de esto viene al final del libro, de nuevo en boca del interrogador: ¡°La ficci¨®n siempre supera a la realidad, pero la realidad es mucho m¨¢s rica que la ficci¨®n¡±. Y el riesgo vale la pena aunque no asegure ninguna especie de definitiva certidumbre; cuando acaba esta novela n¨ªtida y compleja, trepidante y melanc¨®lica, Ignacio Ca?as, el penalista, se lo dice al inspector Cuenca: ¡°No sab¨ªa nada¡±. Porque el conocimiento de una historia s¨®lo engendra dolor y m¨¢s ignorancia, ya que siempre hay en ella ¡°una iron¨ªa infinitamente seria o una malicia absolutamente ir¨®nica o un enorme malentendido¡±.
El h¨¦roe principal, El Zarco, que se refleja en las palabras de los otros se parece mucho a Juan Jos¨¦ Moreno Cuenca, El Vaquilla, muerto en Can Rut¨ª en 2003 (tambi¨¦n su cronista cinematogr¨¢fico, el director Berm¨²dez, tiene algo que ver con Jos¨¦ Antonio de la Loma, pero su desastrado final se parece m¨¢s al de otro apasionado del mundo quinqui, Eloy de la Iglesia). Cercas ha escrito de la ¨¦poca que cre¨® la delincuencia juvenil y que, con inconsciencia c¨ªnica, la mitific¨® (dos personajes, El Lute y El Vaquilla, marcaron la Transici¨®n: el primero era tranquilizador, en el fondo; el segundo, un mu?eco tr¨¢gico). Pero, m¨¢s que de Gerona y de 1978, Cercas habla de las fronteras en que se desarrolla la vida. La primera es la que separa el h¨¦roe y el histri¨®n y en ella habita El Zarco. Las fronteras de Ignacio Ca?as, su compinche y abogado, se sit¨²an entre la admiraci¨®n y la mala conciencia, entre el ego¨ªsmo y la debilidad, entre la amistad masculina y la rivalidad. Pero tambi¨¦n hay una frontera de uso colectivo donde confluyen la simpat¨ªa y el esperpento. Y otra que deber¨ªa separar el bien y el mal, aunque sean reversibles; lo sabe el director de la c¨¢rcel, un personaje espl¨¦ndido (como el inspector Cuenca o el conmovedor padre de Ignacio): ¡°?Est¨¢ usted seguro de que el bien y el mal es lo mismo para todo el mundo?¡±.
Aqu¨ª y all¨¢ la novela evoca el recuerdo de la serie de la televisi¨®n japonesa La frontera azul, que se emiti¨® en Espa?a justo en 1978 y que trataba de un ej¨¦rcito chino de proscritos, de sus legendarias peleas y de su redenci¨®n final, al servicio de un ben¨¦volo Emperador. Una visita a eso que llaman ¡°foros sociales¡± de Internet permite comprobar que todav¨ªa tiene a?orantes, como lo son Ignacio Ca?as, El Zarco e incluso Tere, adem¨¢s de Javier Cercas. Las leyes de la frontera respira con toda naturalidad mitolog¨ªas narrativas, ecos de cine negro o del cine oto?al del Oeste, y de estos ¨²ltimos viene la sensaci¨®n de melanc¨®lica irremediabilidad que encarna el abogado Ca?as, c¨ªnico a veces, cr¨¦dulo otras. Porque la frontera principal es, sin duda, la del pasado y el presente. Ignacio ha probado, al pasarla por ¨²ltima vez, ¡°la sensaci¨®n de malentendido y de vida prestada¡± que al final queda. Aunque tambi¨¦n permanezcan en su memoria (y en la nuestra) los ojos verdes de la Tere, aureolada, como las hero¨ªnas tr¨¢gicas, de un halo tentador de sexualidad, incesto y traici¨®n. Es un personaje digno de Juan Mars¨¦¡
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