¡®Babel¡¯, el l¨ªo padre
La versi¨®n castellana de 'Speaking in tongues', de Andrew Bovell, en el Marquina, es un texto decepcionante y embarullado, que ni los notables actores ni la puesta en escena de Tamzin Townsend logran levantar
1 Son habituales las adaptaciones cinematogr¨¢ficas de las que salimos diciendo que era mucho mejor la obra original, fuera teatro o novela, porque es cosa sabida que muchas veces quien adapta reduce. Es ins¨®lito el caso de Speaking in tongues, que el dramaturgo australiano Andrew Bovell estren¨® en 1966, y de su propia versi¨®n en cine, Lantana, que lleg¨® a las pantallas en 2001. Les separa tan solo un lustro de distancia, pero a?os luz de talento y reinvenci¨®n. Todo lo que en Lantana, dirigida por Ray Lawrence, era fluido, sutil y complejo, en Speaking in tongues me resulta embarullado, pedestre y aburrido. No parecen escritas por la misma persona: el Andrew Bovell de la obra tiene maneras de aprendiz, aunque ya llevaba varias piezas a la espalda, y el de Lantana es un profesional inspirado. Ambos textos deber¨ªan estudiarse en un taller de guionistas para analizar lo que Bovell arruina en la obra y resuelve en la pel¨ªcula. Obviamente, yo hubiera deseado que el notable equipo de Babel, t¨ªtulo con que se ha presentado Speaking in tongues en el Marquina, en versi¨®n de Pedro Costa, adaptase la pel¨ªcula y no la obra, pero tambi¨¦n deseo tener pelo (aunque fuera verde) y no est¨¢ en mi mano.
El arranque de la primera escena hace pensar en un cruce entre Choose me, de Alan Rudolph, y las primeras funciones de Belbel. Dos parejas, dos escenas simult¨¢neas en sendas habitaciones de hotel. Di¨¢logos entrecruzados y, a menudo, superpuestos. Risas en platea: parece que esto va a ser un vodevil sofisticado. Aplaudimos la habilidad t¨¦cnica de Tamzin Townsend y sus estupendos actores, pero tan entrecruzados y tan superpuestos son los di¨¢logos que cuesta horrores averiguar qui¨¦n habla con qui¨¦n y qui¨¦n dice qu¨¦. Mucho artificio y muy poca verdad, porque has de tragarte, a) que esas dos parejas, por alguna ignota raz¨®n, dicen casi las mismas palabras y, b) que, sin conocerse, est¨¢n liados entre s¨ª. Me explico: Leo (Pedro Casablanc), marido de Sara (Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n), pretende acostarse con Marta (Pilar Castro), esposa de Alex (Jordi Bosch), quien, a su vez (lo adivinaron), quiere hacer lo mismo con Sara. Si han logrado tragarse eso abran m¨¢s la boca, porque les esperan nuevas ruedas de molino. En otras dos escenas paralelas, Leo y Alex se encuentran ¡°casualmente¡± en un bar, y a Sara y Marta les sucede lo mismo en una discoteca. ?Pasa la obra, un suponer, en la bella pero reducida poblaci¨®n c¨¢ntabra de Cabez¨®n de la Sal? No, porque entonces se conocer¨ªan y lo suyo ser¨ªa un m¨¦nage a cuatro.
Los di¨¢logos, esquem¨¢ticos y previsibles hasta decir basta, tampoco ayudan. Ni la molesta tendencia del autor a contar en vez de mostrar, por medio de largas parrafadas en las que los personajes nos relatan lo que les ha sucedido. A la media hora, el tono humor¨ªstico inicial se esfuma y tambi¨¦n se esfuma el trabajoso asunto de las dos parejas: ahora que parec¨ªa que ¨ªbamos a conocerles va Bovell y echa el cierre a su doble historia. Aparecen entonces nuevos personajes, pero interpretados por los mismos actores: Pilar Castro encarna a una psicoanalista llamada Valerie; Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n, a una paciente suya llamada Sonia; Jorge Bosch, a Oscar, exnovio de esta (si entend¨ª bien), y Pedro Casablanc, a un vecino de Marta y Alex llamado Nico, que est¨¢ metido en un asunto criminal que no desvelaremos. Ll¨¢menme puntilloso, pero cualquier manual de escritura dram¨¢tica les dir¨¢ que no es la mejor idea presentar a nuevos personajes en escenas simult¨¢neas. Aqu¨ª tenemos que atender a unos mensajes telef¨®nicos de Valerie (capitales para la trama), a una carta que Oscar le env¨ªa a Sonia, y a lo que Sonia le cuenta a la psicoanalista, toda vez que intentamos descifrar si Pedro Casablanc, con gorra y esposado a una baranda, es Nico (a quien no hemos visto todav¨ªa) o Leo tras una noche de botell¨®n. El desciframiento no es una figura ret¨®rica, porque tuve la impresi¨®n de que unas cuantas escenas estaban muy d¨¦bilmente iluminadas por Felipe Ramos. Y la escenograf¨ªa de Eduardo Moreno, m¨¢s escu¨¢lida que funcional, no contribuye mucho, seg¨²n mi fatigado entender, a clarificar las localizaciones.
Los cuatro actores, de los que no voy a cantar ahora anteriores excelencias porque ya lo he hecho y porque son de sobra conocidas, me parecieron tensos, envarados, con ocasionales momentos de emoci¨®n. Imagino el esfuerzo que les habr¨¢ costado levantar este texto, pero cuando la materia prima no es memorable, el sufl¨¦ no sube por mucha excelencia que le se le eche. Y me temo que la direcci¨®n de Tamzin Townsend tampoco est¨¢ exactamente a su nivel habitual. Hay un momento de la puesta que me llam¨® la atenci¨®n. Corr¨ªjanme si me equivoco, pero lo recuerdo as¨ª: Casablanc (como Leo) y Jorge Bosch (como Toni, marido de Valerie) est¨¢n en segundo t¨¦rmino, disponi¨¦ndose a escuchar al alim¨®n los famosos mensajes telef¨®nicos, grabados en el contestador, momento en el que la escena se intersecta con una conversaci¨®n, en tiempo anterior, que sostienen, en primer t¨¦rmino, Pilar Castro (Valerie) y Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n (Sonia). Sucede entonces que mientras ellas dos hablan, a Casablanc y Bosch no les queda otra opci¨®n, tal como est¨¢ montado, que quedarse quietos parados mir¨¢ndose las punteras de los zapatos, esperando a que acaben para decir lo suyo. Atribu¨ª esa torpeza resolutiva al hecho de haber visto la funci¨®n en una previa: soy consciente de que el montaje todav¨ªa no estaba ajustado y es muy probable que cosas as¨ª se hayan solventado ya.
2 Bit¨¢cora. Tambi¨¦n he visto: 1) La vida es sue?o en el Pav¨®n: hermoso montaje de Helena Pimenta, con un poderoso reparto, ciertos momentos de crispaci¨®n, y una magistral y deslumbrante Blanca Portillo; 2) Sonrisas y l¨¢grimas en el Coliseum, dirigido por Jaime Azpilicueta: costosa producci¨®n, con algunos excesos sacarin¨¢ceos, en la que destaca un impecable y emotivo Carlos Hip¨®lito, y, 3) el nuevo ¨¦xito (ya ha prorrogado) de la barcelonesa sala Flyhard: Las mejores ocasiones, ¨®pera prima de Jordi Casanovas, un thriller hijo de Pinter y Mamet, con intensos trabajos de Ramon Vila, Jordi Rico y Norbert Mart¨ªnez. En breve les hablar¨¦ de los tres espect¨¢culos.
Babel, de Andrew Bovell. Versi¨®n de Pedro Costa. Direcci¨®n de Tamzin Townsend. Teatro Marquina. Madrid. teatromarquina.es.
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