Viendo los toros desde la barrera
El Nobel reflexiona, en este texto in¨¦dito, sobre Espa?a y la pol¨¦mica de las corridas
El toreo es considerado casi como un emblema cultural de Espa?a. Supe de ello ese a?o que le¨ª las novelas del escritor norteamericano Ernest Hemingway. Despu¨¦s conoc¨ª tambi¨¦n la pintura taurina de Goya y Picasso. Y luego, con la llegada de la televisi¨®n, pude por fin ver una corrida de toros. Es un espect¨¢culo cruel y provocador, pero tambi¨¦n ciertamente hermoso. Cuesta discernir si en definitiva ha de considerarse una expresi¨®n art¨ªstica y cultural o bien un deporte. Ahora, la pol¨¦mica se cierne en torno a si deber¨ªa prohibirse o conservarse como una tradici¨®n. Aunque en principio es un asunto propio de los espa?oles, donde los for¨¢neos no deber¨ªan entrometerse, los amigos del Instituto Cervantes me invitan a opinar sobre el tema, as¨ª que con sencillez a ello me dispongo.
?Cu¨¢l es la esencia de los toros? Es realmente una pregunta dif¨ªcil de contestar. ?Se trata de hacer p¨²blico y promover cierto esp¨ªritu heroico? ?De mostrar la valent¨ªa y el porte del torero? ?De revelar lo sobrecogedor de la muerte en su pasar roz¨¢ndole al hombre? Pareciera que a todo esto se aproxima, pero pens¨¢ndolo cuidadosamente se percibe como algo que no es del todo correcto. Despojado de su glorioso y resplandeciente atuendo, su esencia se reduce al tormento que el taimado inflige sobre ese pobre toro al que enloquece y luego mata, colmando as¨ª la vena sanguinaria de la gente, a lo que se suma el dinero que ganan las personas de la organizaci¨®n taurina.
Probablemente habr¨ªa que rastrear los or¨ªgenes de este espect¨¢culo en la antig¨¹edad remota, cuando los hombres de esos tiempos deb¨ªan cazar para sobrevivir, equipados con armas primitivas luchar¨ªan mano a mano con el toro salvaje. O mor¨ªa el toro para ser alimento del hombre, o mor¨ªa el hombre que a su vez se convert¨ªa en alimento de cualquier otra bestia predadora, y as¨ª tal combate a muerte era justo y equitativo. Pero ya hace mucho tiempo que la humanidad no necesita conseguir alimento de esta forma. El toreo ya no tiene nada que ver con la supervivencia, sino meramente con el recreo y el contento del morbo de la gente y, de acuerdo con esto, abolirlo ser¨ªa lo razonable. Pero no habr¨ªa que abolir solo las corridas de toros, sino tambi¨¦n las peleas de gallos, las peleas de cabras y las peleas de grillos. Aunque tales espect¨¢culos no suponen una lucha entre el hombre y el animal, podr¨ªan parecer incluso m¨¢s odiosos. El toreo al menos pone en juego la vida del hombre, mientras que en las peleas de gallos, de cabras o de grillos, el hombre hace uso de una inteligencia perversa para azuzar a los animales a enfrentarse sin correr ¨¦l mismo ning¨²n riesgo y jactarse del mal que provoca en otros.
Incluso parece que habr¨ªa que prohibir tambi¨¦n las competiciones de boxeo. Dos hombres sin animadversi¨®n ninguna noquean al adversario a costa de su propia vida. Aunque lleven guantes y protector bucal, es frecuente ver el rostro golpeado del contrincante, lleno de cardenales, la cabeza ensangrentada. Tras todos estos espect¨¢culos b¨¢rbaros o semib¨¢rbaros se esconde el dinero, y en este sentido, bien merecer¨ªan ser prohibidos sin excepci¨®n.
El autor supo del toreo a trav¨¦s de Hemingway, Goya y Picasso
Mas los asuntos mundanos son siempre de dif¨ªcil soluci¨®n. Fumar, por ejemplo, tan perjudicial para la salud y tan dif¨ªcil de prohibir por completo aunque sea por un periodo corto de tiempo. Respecto al toreo, a m¨ª, como chino, tanto me da si se proh¨ªbe, pero para los espa?oles no es una cuesti¨®n tan sencilla. Sigue teniendo como siempre cierto contenido cultural, y tambi¨¦n, como dicen, podr¨ªa considerarse un patrimonio cultural de Espa?a, puesto que la gente que adora a los toreros y que desea ver las corridas o participar en los toros no es una minor¨ªa, y su afici¨®n y derecho han de respetarse y protegerse tambi¨¦n. Vi una pel¨ªcula sobre toreros que contaba c¨®mo un muchacho pobre se hac¨ªa famoso por torear, enamorando a ricas y nobles damas. Es evidente que tambi¨¦n hay muchas mujeres a quienes les gusta este espect¨¢culo, y prohibir algo que gusta a las mujeres es al parecer algo a¨²n m¨¢s fastidioso.
En realidad no se me ocurre una soluci¨®n que pudiese agradar a defensores y detractores, una que continuase con este viejo espect¨¢culo de cierto halo religioso, una que colmase el deseo de los taurinos y que a la vez no implicase la matanza de un toro inocente. Pero conf¨ªo en que si han conseguido resolver problemas m¨¢s complejos que este, en el caso del toreo conseguir¨¢n dar con la soluci¨®n adecuada.
Texto escrito por Mo Yan y le¨ªdo en el Instituto Cervantes de Pek¨ªn el a?o pasado.
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