Dos bestias c¨®micas
Dos comedias fenomenales en Barcelona: 'La B¨ºte', de David Hirson (TNC), y 'El nombre', de Delaporte y La Patelli¨¦re (Goya)
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Aunque La B¨ºte parece el juguete culterano que habr¨ªa montado Frasier en el college, es un festival de ingenio y talento versificador con m¨¢s profundidad de lo que aparenta. Se estren¨® en Nueva York en 1991 y obtuvo cinco nominaciones a los Tonys, pero solo dur¨® tres semanas en el Eugene O¡¯Neill. Al a?o siguiente viaj¨® a Londres, con el egregio Alan Cumming (Eli Gold en The good wife) como protagonista, y pese a llevarse el Olivier a la mejor comedia del a?o sigui¨® sin p¨²blico, quiz¨¢s porque el Lyric de Hammersmith era, geogr¨¢ficamente, un teatro un tanto off. Dieciocho a?os m¨¢s tarde la tortilla dio la vuelta: La B¨ºte fue el hottest ticket del verano londinense en el Comedy, con un descomunal mano a mano entre Mark Rylance y David Hyde Pierce, pero esta vez no acab¨® de convencer a la cr¨ªtica. En su retorno a Broadway, la producci¨®n de Matthew Warchus gan¨® en ambos frentes: aplauso cr¨ªtico y tres meses en cartel en el Music Box, permanencia inusual para una funci¨®n ambientada en la Francia del diecisiete y escrita en alejandrinos rimados. Cuando la vi en el Comedy pens¨¦: ¡°Me encanta, pero jam¨¢s se har¨¢ en Espa?a: ?qui¨¦n se atrever¨ªa a traducir esa monta?a de versos?¡±. Pues bien, Joan Sellent se ha atrevido y la ha traducido (espl¨¦ndidamente) al catal¨¢n por encargo de Sergi Belbel, que con La B¨ºte se despide del TNC. La funci¨®n, como sabr¨¢n, estuvo a punto de no levantar el tel¨®n. Anna Lizar¨¢n, a la que desde aqu¨ª env¨ªo mi Rayo Mejorador para que se reponga ya, cay¨® enferma antes del estreno, y en un tiempo r¨¦cord, con el coraje de los c¨®micos de raza, Jordi Bosch acept¨® el envite de sustituirla y aprenderse un papel que arranca, ah¨ª es nada, con un mon¨®logo de media hora.
El espect¨¢culo es una delicia y Belbel lo ha dirigido con mano muy sabia.
La trama: Elomire (Jordi Boixaderas), sofisticado dramaturgo al servicio del pr¨ªncipe Conti (Abel Folk), recibe del mecenas la orden de incorporar a su compa?¨ªa a un tal Valere (Jordi Bosch), al que califica de ¡°genio popular¡±, pues considera que el teatro de su protegido se ha vuelto demasiado elitista. Valere resulta ser, acorde al t¨ªtulo, una bestia inasumible: vulgar, eg¨®latra, pomposo, servil, logorreico hasta la asfixia y con la sensibilidad de un molusco. Pero, como dir¨ªa Semp¨¦, ¡°nada es simple, todo se complica¡±. Aunque ¡°Elomire¡± es un obvio anagrama molieresco, el dramaturgo est¨¢ m¨¢s cerca de Corneille, si bien su despedida acabar¨¢ calzando en el patr¨®n del misantr¨®pico Alceste. Y, reverso, no ser¨ªa desaforado pensar que Valere recuerda (en su mejor lado) a un joven y callejero Moli¨¨re. Si La B¨ºte funciona dram¨¢ticamente es porque continuamente te obliga a reajustar el punto de vista: razones contrapuestas, perfiles cambiantes. Elomire defiende un arte elevado y exigente, pero es dogm¨¢tico, arrogante y su individualismo pone en peligro el futuro de sus compa?eros; Valere tiene todos los defectos antedichos (y m¨¢s) pero su arte, pueril y chafarrinesco, exhala una inmediatez comunicativa que Elomire parece haber perdido. En cuanto al pr¨ªncipe, es desatinado su af¨¢n de juntar a artistas tan dispares, pero ama el teatro y parece creer realmente que la mezcla ser¨¢ positiva para ambos. ?Acaban aqu¨ª los perfiles de los contendientes? Tendr¨¢n que esperar al final para descubrir la delectaci¨®n perversa de uno y la dignidad en la ca¨ªda del otro.
El espect¨¢culo es una delicia y Belbel lo ha dirigido con mano muy sabia. No es, desde luego, una obra para la sala grande. Yo creo que pese a los notables esfuerzos de Max Glaenzel, sobra espacio y sobran las pinceladas laterales de la primera parte, pero da lo mismo: el placer del texto, el juego y la generosidad de los actores, relegan esa pega a muy segundo t¨¦rmino.
Jordi Bosch es un Valere arrollador, de inmensa eficacia c¨®mica, y el t¨¢ndem formado por Jordi Boixaderas y Carles Mart¨ªnez multiplica, en la l¨ªnea de sus hom¨®nimos ingleses, los registros de la sorpresa, el agobio y la incr¨¦dula agon¨ªa hasta el virtuosismo. Abel Folk es un impecable pr¨ªncipe Conti, que dibuja muy bien el aspecto apasionado y sincero del personaje. Estupendos tambi¨¦n, en sus breves papeles, los miembros de la troupe (Manuel Veiga, Anna Brians¨®, Gemma Mart¨ªnez, Pepo Blasco, M¨ªriam Alamany), a los que Belbel hace representar Los dos hermanos de C¨¢diz (la ¡°obra dentro de la obra¡±) como si fuera un montaje del primer Magic Circus, y Queralt Casasayas como Dorine, esa criada que habla con monos¨ªlabos cr¨ªpticos, como un personaje de Jardiel (o de Twin Peaks). Precioso, como es habitual, el vestuario de Maria Araujo.
La comedia, sustentada en unos di¨¢logos centelleantes, esquiva la risa f¨¢cil
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Otra bestia c¨®mica es Joel Joan, protagonista y director en el Goya barcelon¨¦s de El nombre (Le pr¨¦nom), la comedia que Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patelli¨¦re escribieron y llevaron luego al cine con gran ¨¦xito. Excelente comedia, en ¨®ptima versi¨®n catalana de Jordi Galcer¨¢n, con evidentes (y bienvenidos) ecos de Ayckbourn y Yasmina Reza, aunque quiz¨¢s est¨¦ m¨¢s cerca de las grandes funciones de Jaoui-Bacri en los noventa: Como en las mejores familias o Para todos los gustos. Premisa: la elecci¨®n del nombre de un beb¨¦ desata un vendaval de verdades escondidas y cuentas pendientes. Joel Joan est¨¢ brillant¨ªsimo en el rol, cortado a su medida, del sard¨®nico narciso que pone en marcha la m¨¢quina fatal, pero sus compa?eros de reparto no le van a la zaga en entrega y talento: Xavi Mira, el profesor universitario mediocre y rencoroso; Sandra Moncl¨²s, su resignada esposa; Mireia Piferrer, la flam¨ªgera pareja del protagonista, y Llu¨ªs Villanueva, el apacible m¨²sico, eterno fiel en la balanza de los amigos, cuyo secreto resulta ser el mejor guardado y el m¨¢s explosivo. El crescendo de sorpresas roza en ocasiones el artificio, pero la comedia, sustentada en unos di¨¢logos centelleantes, esquiva la risa f¨¢cil, desarrolla los perfiles de los personajes, permite que todos tengan su aria (a destacar el demoledor memorial de agravios de Sandra Moncl¨²s) y no cede a la tentaci¨®n de ridiculizarles o empujarles hacia la farsa. El nombre es una de esas raras funciones en las que la gracia del texto, la energ¨ªa actoral y la firmeza de la puesta mantienen constantemente en alto la atenci¨®n del p¨²blico, que premia el doble regalo con una ovaci¨®n rotunda. Me gustar¨ªa destacar tambi¨¦n la soberbia y detallista escenograf¨ªa de Joan Sabat¨¦, ins¨®lita en una comedia, g¨¦nero en el que todav¨ªa tienden a abundar, herencia sesentina, el t¨ªpico tresillo, las paredes lev¨ªsimas, los cuadros espantosos. No es el caso.
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Telegrama (o tr¨¢iler de la pr¨®xima semana). M¨¢s interpretaciones de tron¨ªo: tambi¨¦n he aplaudido a Javier Guti¨¦rrez y Luis Bermejo en El traje, a Jos¨¦ Luis G¨®mez en El principito, a Israel Elejalde y Lola Casamayor en Do?a Perfecta.
La B¨ºte. Direcci¨®n Sergi Berbel. Teatre Nacional de Catalunya. Hasta el 25 de noviembre.
El nombre. Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patelli¨¨re. Versi¨®n catalana de Jordi Galcer¨¢n. Direcci¨®n Joel Joan Teatro Goya. Hasta el 23 de diciembre.
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