Abren cinco bibliotecas personales de grandes literatos mexicanos
Los acervos contenidos en el hist¨®rico edificio de La Ciudadela, en el DF, incluyen m¨¢s de 220 mil libros, revistas o peri¨®dicos
Contaba en una entrevista Carlos Monsiv¨¢is que cuando joven, visitar la biblioteca de Alfonso Reyes, a quien se iba a ver en una especie peregrinaci¨®n, era como encontrar ¡°la Tenochtitlan del conocimiento¡±. Sin menoscabo de la recientemente reabierta Capilla Alfonsina, se puede tomar prestada la frase del cronista mexicano fallecido en 2010 para ilustrar la novedosa sensaci¨®n que se experimenta al ingresar a La Ciudadela, hist¨®rico inmueble de esta capital al que le han nacido cinco nuevas bibliotecas, una de ellas la del propio Monsiv¨¢is.
Ubicado en el centro de la ciudad de M¨¦xico, el edificio de La Ciudadela, construido en el siglo XVIII como f¨¢brica de tabaco -pero que tambi¨¦n ha sido c¨¢rcel y escenario de asesinatos- se convierte en 1944 en la sede de la Biblioteca de M¨¦xico Jos¨¦ Vasconcelos. Ahora a este hist¨®rico sitio ha llegado nueva vida: a partir de este viernes est¨¢ abierta al p¨²blico la biblioteca Carlos Monsiv¨¢is, el quinto acervo de un proyecto de adquisici¨®n de bibliotecas de grandes personajes de la literatura mexicana.
La Ciudad de los Libros lleva por nombre esta iniciativa que surge en 2010, cuando se decide que tras la adquisici¨®n de la biblioteca del escritor y editor Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez (1918-2007) sean acondicionados espacios de La Ciudadela para albergar ese primer fondo bibliogr¨¢fico compuesto por 73 mil 500 materiales sobre literatura mexicana y universal, as¨ª como revistas especializadas.
El proyecto de adquisici¨®n de fondos bibliogr¨¢ficos sigui¨® con el de Antonio Castro Leal (1896-1981), conocido en el siglo XX como uno de los siete sabios de M¨¦xico, el del editor Jaime Garc¨ªa Terr¨¦s (1924-1996), el del poeta, maestro y editor Al¨ª Chumacero (1918-2010) y el del propio Monsiv¨¢is (1938-2010).
En conjunto, los acervos suponen m¨¢s de 220 mil materiales que van desde libros, revistas, peri¨®dicos y otros objetos de cada uno de los escritores cuya biblioteca ahora ocupa un espacio ¨²nico, dise?ado y construido ex profeso por distintos arquitectos, que buscaron reflejar en ellos ¡°el mapa mental¡± de cada uno de los intelectuales a quienes en todos los casos llev¨® d¨¦cadas armar sus colecciones.
En los fondos uno pasa de la sobriedad y elegancia de salas como la de Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez, donde lo mismo se exhibe el primer libro que le fue regalado, una edici¨®n de 1703 de las Obras espirituales de San Juan de la Cruz, que las colecciones casi ¨ªntegras de La Pl¨¦yade, Ayacucho y Letras Mexicanas.
¡°No hay biblioteca cuyos fondos sobre literatura mexicana superen a la de Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez en amplitud y coherencia¡±, ha dicho sobre este acervo Gabriel Zaid.
Todo lo contrario ocurre con el espacio dedicado a Carlos Monsiv¨¢is. Ah¨ª, el arquitecto Javier S¨¢nchez quiso reproducir dos caracter¨ªsticas inherentes al autor de D¨ªas de Guardar. Los anaqueles simulan edificios, y al tener diferentes alturas, los estantes dan la sensaci¨®n de ir transitando por un laberinto ca¨®tico, como la ciudad de M¨¦xico, escenario e inspiraci¨®n de buena parte de la obra monsiviana.
¡°No tengo personaje, yo soy mi biblioteca y ahora mi videoteca¡±, dijo en una entrevista publicada en la Revista de la Universidad el propio Carlos. La cruj¨ªa de la Ciudadela que ahora acoge los 27 mil vol¨²menes de la biblioteca de Monsiv¨¢is est¨¢ decorada con un ¡°Paso de Gatos¡±, una cenefa con motivos felinos, animales que acompa?aron al escritor hasta su muerte. La cenefa la dise?¨® el artista oaxaque?o Francisco Toledo, quien adem¨¢s hizo dos gobelinos que simulan entrepa?os llenos de libros, y en uno de ellos se ve una silueta del escritor lo que hace m¨¢s profunda la sensaci¨®n de que Monsiv¨¢is, de quien siempre se dijo que ten¨ªa el don de la ubicuidad, aparecer¨¢ de un momento a otro en ese espacio.
Las viejas cruj¨ªas de La Ciudadela fueron convertidas en ¡°trajes a la medida¡± de cada biblioteca. As¨ª, la dedicada a los 50 mil vol¨²menes de Al¨ª Chumacero tiene como en la vieja casona que antes los aloj¨® ¨¢rbol y un busto llamado La Musa, obra de Luis Ortiz Monasterio.
¡°Toda la Ciudad de los libros est¨¢ llena de detalles emocionantes. Cada biblioteca es un tesoro m¨¢s all¨¢ de lo bibliogr¨¢fico¡±, escribi¨® esta semana en su cuenta de twitter el editor y literato Alberto Ruy S¨¢nchez.
Jos¨¦ Emilio Pacheco ha opinado que la biblioteca de Castro Leal, que estuvo 30 a?os esperando ser rescatada y que incluso sobrevivi¨® a un incendio y a un derrumbe menor, es ¡°absolutamente deslumbrante¡±. La de Garc¨ªa Terr¨¦s, por su parte, es acogedora, con la cercan¨ªa que dan los libros cuando no se les confina a muros sin sentido.
En una reflexi¨®n publicada en la revista Este Pa¨ªs en 2008 la escritora Margo Glantz escribi¨® que hay ¡°bibliotecas en donde los libros son m¨¢s bien objetos de adorno, en exacta proporci¨®n con los muebles y otros bienes de colecci¨®n, y las que, aunque aparentemente desordenadas, son verdaderos sitios de trabajo. Es evidente que no existe una regla y que muchas bibliotecas perfectamente ordenadas ¡ªvuelvo a referirme a la de Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez¡ª son y fueron sitios intensos de trabajo. Jos¨¦ Luis era muy meticuloso, Monsiv¨¢is lo es menos en la apariencia externa de su biblioteca, pero no obstante el aparente desorden de ¨¦sta, se encuentra perfectamente jerarquizada en la mente de su hacedor¡±.
En el espacio dedicado a Monsiv¨¢is uno puedo perderse horas en los estantes que privilegian lo mismo libros de religi¨®n -la Biblia fue una de sus pasiones- que colecciones enteras dedicadas al arte popular mexicano, los C¨®mics y el cine.
¡°La adquisici¨®n de fondos bibliogr¨¢ficos tiende a cumplir en parte el sue?o Vasconceliano. Vasconcelos funda la Biblioteca de M¨¦xico que se encuentra en este espacio, y que hoy lleva su nombre, con la vocaci¨®n de hacerla p¨²blica¡±, explica Fernando ?lvarez del Castillo sobre la incorporaci¨®n de estos nuevos acervos. Cada una de las nuevas colecciones est¨¢ siendo digitalizada y se pueden consultar v¨ªa tabletas (iPad) que se prestan en el propio espacio. Adem¨¢s, aquellos vol¨²menes libres ya de derecho de autor estar¨¢n tambi¨¦n disponibles v¨ªa Internet.
Con una inversi¨®n de 550 millones de pesos (32,7 millones de euros), las nuevas cinco bibliotecas dotan de vida a La Ciudadela, que se ha convertido en un nuevo polo cultural al cual acudir cuando, para reconocer, en palabras de Monsiv¨¢is, la verdadera Tenochtitlan de las letras mexicanas.
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