¡°Toda forma art¨ªstica es como el sexo¡±
Se publica en Espa?a 'Aqu¨ª y ahora. Cartas 2008-2011' El libro recoge la correspondencia entre el autor de la 'Trilog¨ªa de Nueva York' y J. M. Coetzee
Paul Auster (Newark, 1947) confiesa que no sabe si es el miedo a decir una estupidez o la tensi¨®n de no saber qu¨¦ contestar lo que provoca que en las entrevistas olvide las respuestas tan pronto como las pronuncia. ¡°?Te ha ocurrido algo as¨ª en el pasado, o soy el ¨²nico afligido por esa peculiar forma de amnesia?¡±, pregunta en una de las cartas que durante tres a?os se cruz¨® con J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), reunidas en el libro Aqu¨ª y ahora. Cartas 2008-2011 (Anagrama / Mondadori). Esta ma?ana de finales de noviembre, el autor de Trilog¨ªa de Nueva York se muestra relajado en un caf¨¦ de Brooklyn frente a una taza de caf¨¦ y unas tostadas de pan integral. ¡°Bueno¡±, sonr¨ªe taciturno. ¡°Es que m¨¢s que una conversaci¨®n, las entrevistas son un interrogatorio¡±.
Conect¨¦ con Coetzee muy r¨¢pido y pensamos en hacer algo juntos¡±
Su charla epistolar con el premio Nobel sudafricano afincado en Australia es distendida, pero planeada. Auster le hab¨ªa pedido un texto para una antolog¨ªa de Beckett a?os atr¨¢s, pero no fue hasta 2008, en un congreso celebrado en Adelaida, cuando se conocieron. ¡°Conectamos muy r¨¢pido y pensamos que estar¨ªa bien colaborar, hacer un libro¡±, explica. Decidieron recurrir a las cartas ¡ªmandadas en sobre con sello en su mayor parte y levemente editadas para su publicaci¨®n¡ª para intentar recrear sus conversaciones, como si vivieran en la misma ciudad. As¨ª, en el verano de 2008, Coetzee arranca con una serie de reflexiones en torno a la amistad. Sospecha que, a pesar de su importancia, se ha escrito m¨¢s bien poco sobre el tema, y tras visitar una biblioteca y consultar los textos de Arist¨®teles, entre otros, concluye que no se puede trabar amistad con un objeto inanimado; que se puede tener amigos a los que prefieres no ver; y que, en general, en Occidente los hombres evitan hablar de lo que sienten. La amistad es un enigma, confirman.
En sus textos intercambian historias y pensamientos, asuntos cotidianos y comentarios sobre la actualidad. A partir del sentimiento de culpa que comparten por pasar tantas horas viendo deportes por televisi¨®n, Auster recuerda la invitaci¨®n que le mand¨®, cuando solo ten¨ªa ocho a?os, para su fiesta de cumplea?os al quarterback Otto Graham, al que idolatraba, y Coetzee escribe de la perpetua y absurda b¨²squeda del hero¨ªsmo en el espect¨¢culo. Los ataques en Gaza llevan al sudafricano a establecer paralelismos entre la actitud de ciertos israel¨ªes hacia los ¨¢rabes y la que ten¨ªan determinados blancos hacia la poblaci¨®n negra en su pa¨ªs; Auster opta por el humor y se pregunta si no ser¨ªa posible establecer Israel en Wyoming. ¡°Tenemos sensibilidades distintas. ?l es un pensador muy puro y yo tiendo a procesar las cosas a partir de historias, de experiencias¡±, explica Auster. Tambi¨¦n tocan la debacle de Wall Street, que les lleva a pensar que el dinero es el summum de la ficci¨®n, un sistema sustentado en la fe. ?Son las novelas tambi¨¦n cuesti¨®n de fe? ¡°Toda forma art¨ªstica exige entrega, renuncia por parte del p¨²blico. Como dice mi esposa, es como el sexo: si no te relajas, no disfrutas¡±.
¡®Aqu¨ª y ahora¡¯ re¨²ne cartas que ambos se enviaron entre 2008 y 2001
Durante los tres a?os de correspondencia, Auster public¨® Invisible, novela en la que una carta guarda especial importancia en la trama, y que recibi¨® una devastadora cr¨ªtica en The New Yorker, a la que hacen referencia en la correspondencia. ¡°Hace unos ocho a?os logr¨¦ dejar de leer las rese?as de mi obra. Hasta entonces lo hac¨ªa compulsivamente y lo cierto es que los comentarios favorables no dejan huella, mientras que los negativos quedan inoculados como un veneno¡±. En su juventud trabaj¨® como cr¨ªtico, pero asegura que nunca quiso atacar o escribir sobre libros que no le gustaran. ?Cu¨¢l es su postura sobre la cr¨ªtica literaria? ¡°Es una b¨²squeda mucho m¨¢s elevada que la de las rese?as. Estas tambi¨¦n son necesarias para que haya un cierto debate p¨²blico y un filtro que ayude a los lectores. Pero como escritor no te ayudan¡±.
En sus misivas intercala recomendaciones de lecturas y sus reflexiones como novelista y poeta. ¡°No es que dejara la poes¨ªa, ella me dej¨® a m¨ª, y aunque no escribo versos, es lo que m¨¢s leo¡±, dice el escritor, cuya producci¨®n reunida en Poes¨ªa completa (Seix Barral) abarca desde mediados de los sesenta hasta 1979. ¡°A¨²n pienso como un poeta y me concentro en el sonido. Mi ambici¨®n siempre fue escribir novelas. Empec¨¦ a los 16 a?os y a los 23 hab¨ªa reunido m¨¢s de 500 p¨¢ginas pero no estaba satisfecho. Ah¨ª estaba el germen de La ciudad de cristal o El palacio de la Luna, pero no estaba preparado y no quer¨ªa hacer cuentos, as¨ª que durante ocho a?os hice poes¨ªa¡±.
No dej¨¦ la poes¨ªa, me dej¨® a m¨ª. No escribo versos pero es lo que m¨¢s leo¡±
Auster no tiene mucho que decir sobre el retiro de las letras de Philip Roth ¡ª¡°puede que se sienta cansado o que no tenga ning¨²n proyecto que le apriete. No hay reglas en esta vida y esto no me sorprende mucho, como tampoco me sorprender¨ªa saber que vuelve a escribir¡±¡ª. ?l, en su pr¨®ximo libro, ya terminado, regresa a su tard¨ªa adolescencia a trav¨¦s de, curiosamente, cartas: las que mand¨® a su primera esposa, Lydia Davies, entre 1967 y 1969, cuando ¨¦l viv¨ªa en Francia y ella en Inglaterra. Auster, que entrega sus papeles cada cinco a?os desde hace casi 20 a la Biblioteca P¨²blica de Nueva York, donde est¨¢n catalogados, recibi¨® una llamada de Davies, que tambi¨¦n hab¨ªa vendido su archivo y le preguntaba si quer¨ªa echar un vistazo a su correspondencia. ¡°Era como si estuviera leyendo a un extra?o. Nunca segu¨ª un diario porque siempre sent¨ª que uno escribe para otra persona, y solo ahora comprendo que a quien te diriges es a tu yo futuro¡±. Extractos de esas cartas son el armaz¨®n del nuevo libro, un regreso al desconocido yo anterior.
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