El s¨ªndrome de Trigorin
En Los que sue?an el sue?o dorado (Mondadori), la formidable antolog¨ªa de cr¨®nicas de Joan Didion, hay un texto llamado Sobre tener un cuaderno de notas donde la escritora americana dice: ¡°La gente que toma notas en cuadernos es una especie distinta. Gente solitaria y reticente que siempre est¨¢ cambiando la disposici¨®n de las cosas, insatisfechos ansiosos, ni?os que al parecer sufrieron al nacer cierto presentimiento de p¨¦rdida¡±.
Es posible. No digo que no. No s¨¦ si tuve al nacer un ¡°cierto presentimiento de p¨¦rdida¡± o si lleg¨® m¨¢s tarde, pero de un tiempo a esta parte me debato entre la p¨¦rdida posible y el desbordamiento cierto, porque tengo la sensaci¨®n de que los d¨ªas son cada vez m¨¢s cortos y est¨¢n cada vez m¨¢s llenos de impresiones a recordar. Todo va muy deprisa, cada vez hay m¨¢s libros que leer, y obras y pel¨ªculas y cosas por ver, y muchos papeles por escribir, y doy gracias a los dioses por todo ello, pero me doy cuenta de que ya no puedo leer sin un l¨¢piz, y necesito tener siempre a mano un cuaderno para que no se me vaya lo que veo, pienso o leo, sepultado por los siguientes est¨ªmulos, como emails no contestados, de cara a lo que escribir¨¦ luego, es decir, ma?ana mismo, esta noche, ahora, ya, o anteayer, un anteayer muy vasto, irreal: he llegado a tomar notas, entre dos sue?os, para art¨ªculos o libros que ya hab¨ªa publicado. ?Qu¨¦ me pasa, doctor?
No, no me quejo, ser¨ªa obsceno quejarse, esa es la vida que quer¨ªa llevar desde muy joven, pero me pregunto si no estar¨¦ comenzando a experimentar el s¨ªndrome de Trigorin, el escritor que aparece en La gaviota, de Chejov. Trigorin se sent¨ªa obligado a tomar notas de modo compulsivo. ¡°Veo una nube en forma de piano¡±, le cuenta a Nina, ¡°e inmediatamente pienso que eso quedar¨ªa bien en una escena futura. Huelo un heliotropo y apunto: ¡®Olor penetrante, color de viudedad, mencionar al describir una noche de verano o adjudic¨¢rselo al personaje de una viuda¡±.
Pues as¨ª andamos: tomo notas a todas horas, que a veces triplican la extensi¨®n de lo que he de escribir. Tengo un cuaderno en la mesilla de noche y deber¨ªa tener otro en la ducha, porque muchas ideas llegan bajo el agua, eso est¨¢ estudiado. Tengo tacos de papel por toda la casa y post-it pegados en los lugares m¨¢s inveros¨ªmiles. Tomo notas (otro cuaderno) en la oscuridad de un teatro o de la alcoba (para no despertar a mi mujer). Tomo notas en una esquina: intento sentirme como un personaje de Modiano, pero siempre parece que estoy poniendo una multa. Tomo notas para este art¨ªculo y el de la semana pr¨®xima, y para novelas y cuentos que a lo mejor no escribir¨¦, o que cuando los escriba dif¨ªcilmente sabr¨¦ que nacieron de una nota olvidada. No tomo notas para recordar que he de tomar notas porque eso no puedo olvidarlo.
Naturalmente, como todos los escritores, cre¨ªa que eso solo me pasaba a m¨ª, hasta que la otra noche, cenando en casa de Alfonso Armada, mi amigo me abri¨® la puerta de su estudio y vi una estanter¨ªa abarrotada de lo que parec¨ªan ser libros pero eran cuadernos de notas. Del suelo al techo. Y no solo eso. Armada, uno de los grandes periodistas de este pa¨ªs, corresponsal en ?frica y Nueva York y viajero por medio mundo, no lleva un cuaderno de notas sino cuatro, en los que escribe cada noche. En tres idiomas, para acabarlo de arreglar. Comenz¨® a escribir su cuaderno espa?ol en 1978. Vino luego el cuaderno gallego, que se llama Tranv¨ªas adentro. El cuaderno ingl¨¦s lleva como t¨ªtulo un escueto English diary. El cuarto, Diario dram¨¢tico, recoge, de nuevo en castellano, sus impresiones sobre teatro, cine, y arte en general. O sea, un Trigorin a la cuarta potencia. Aquella noche, de vuelta al hotel, me sent¨ª un absoluto principiante cuando anot¨¦: ¡°Quinientos cuadernos cuadriculados, con margen rojo a la izquierda, forrados con papel de estraza, cada uno de su correspondiente color. Entre nota y nota aparecen pegadas fotos de peri¨®dicos, hojas de ¨¢rboles, entradas y billetes de tren¡±. Cuando lo escrib¨ª no imaginaba que esa nota cerrar¨ªa este art¨ªculo. ?O en realidad lo empez¨®?
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