La Espa?a plural se dibuja en el Prado
Una muestra de la excepcional colecci¨®n del British Museum aterriza en el museo La muestra fija la diversidad del arte en papel desde el Renacimiento hasta Goya
¡°Los dibujos de esta exposici¨®n son la prueba de que Espa?a siempre ha sido la Espa?a de las regiones, y de que no se puede entender la historia del pa¨ªs sin sus robustas conexiones con el resto de Europa¡±. Estas palabras, pronunciadas ayer tras la presentaci¨®n de la muestra El trazo espa?ol en el British Museum. Dibujos del Renacimiento a Goya,no correspondieron a la esforzada lectura de un pol¨ªtico a su fugaz paso por el Prado. La reflexi¨®n pertenec¨ªa a Neil MacGregor (Glasgow, 1946), insigne director del British (que antes lo fue de la National Gallery), reci¨¦n llegado de Londres para adornar con su presencia el acontecimiento de resonancias casi diplom¨¢ticas: es la primera vez que las 71 obras, con aut¨¦nticas joyas de Berruguete, Carducho, Murillo, Alonso Cano, Ribera o Goya, entre ellas, abandonan el museo brit¨¢nico.
La Espa?a plural se vertebra en la muestra (que permanecer¨¢ abierta hasta el 16 de junio y ha recibido el apoyo de la Fundaci¨®n de Amigos del Museo) en cinco tramos, atendiendo a criterios cronol¨®gicos y geogr¨¢ficos. Se parte de ¡°la importaci¨®n de las pr¨¢cticas gr¨¢ficas en Castilla, entre 1550 y 1560¡±, cuando los modos y t¨¦cnicas de los maestros italianos influyeron en los artistas espa?oles arremolinados en torno al gran proyecto constructivo de El Escorial y el empe?o de Felipe II, que siempre exig¨ªa un boceto antes de encargar una obra. El influjo italianizante se deja sentir en Madrid durante todo el siglo XVII en los Rizi, Carducho y Carre?o de Miranda, aunque ceder¨ªa a principios del setecientos ante el empuje de los Borbones y de la promesa de la iluminaci¨®n llegada de Francia.
Entre una y otra secci¨®n se despliegan los ejemplos (se dir¨ªa que antag¨®nicos) del dibujo andaluz y valenciano. Si a orillas del Turia, los tonos fueron c¨¢lidos y la sanguina tom¨® el papel entre 1500 y 1700, en Sevilla, Granada y C¨®rdoba la demanda de los activos coleccionistas (eclesi¨¢sticos y particulares) alent¨® incluso la fundaci¨®n en 1660 de la escuela de dibujo de Murillo y Francisco de Herrera. A esta secci¨®n corresponde (aunque reciba a los visitantes al inicio del recorrido) una de las joyas m¨¢s destacadas: una intensa cabeza de monje atribuida a Francisco de Zurbar¨¢n, que reviste el valor de que no hay noticia de ning¨²n dibujo que lleve su firma.
En esta historia de la Espa?a atesorada en el Print Room, el legendario departamento de papel del museo londinense, hay dos versos libres: Ribera (y sus figuras masculinas en perpetuo martirio) y Goya, en cuyo universo los agarrotados, los locos y la barbarie inquisitiva se codean con un estudio del primer duque de Wellington que cierra la muestra, dato que a MacGregor sirvi¨® de nuevo para ofrecer una lectura pol¨ªtica. ¡°La muestra comienza con Felipe II y termina con Wellington, dos momentos de uni¨®n entre Espa?a y las islas. El primero, por su matrimonio con Mar¨ªa I de Inglaterra, y el segundo, porque entonces los pa¨ªses se aliaron en su odio contra Napole¨®n¡±.
El dibujo del noble de aire resignado sirvi¨® para preparar un retrato ecuestre, pintado durante una estancia del duque en Madrid. Pero la del trabajo previo es solo una de las variadas funciones del dibujo mostradas en la exposici¨®n. Aqu¨ª tambi¨¦n hay piezas que son un fin en s¨ª mismo. Y se propone un interesante juego con obras del museo, que encuentran eco en alguna de las piezas del British, como en el caso de El enano Miguelito, que Francisco Rizi introdujo como una de las ?cerca de 3.000! figuras de su Auto de fe en la plaza Mayor de Madrid. Los responsables del museo desaf¨ªan a los visitantes a dar con ella.
La muestra tambi¨¦n se puede leer como un homenaje al gusto de los coleccionistas brit¨¢nicos por el arte espa?ol. Jos¨¦ Manuel Matilla, jefe del Departamento de Dibujos y Estampas del Prado y coordinador del proyecto, record¨® los nombres de algunos de los m¨¢s prominentes. De Thomas Harris a Richard Ford; de John Charles Robinson a lord Wellington. Fue durante la conferencia inaugural, que, pese a lo planeado, tuvo que dictar solo; el comisario de la muestra Mark P. McDonald falt¨® a su cita en el Prado tras perder un avi¨®n en Londres.
Parte de aquella fascinaci¨®n ¡ªpresente tambi¨¦n, seg¨²n el director Miguel Zugaza en la muestra contigua de las naturalezas muertas de El Labrador (sus principales clientes fueron en el XVII los diplom¨¢ticos ingleses)¡ª se ha querido trasladar a la atm¨®sfera de la exposici¨®n. El color elegido para las paredes es un homenaje ¡°al que adornaba la Pollock House de Stirling Maxwell [historiador, pol¨ªtico y apasionado del arte espa?ol], en Glasgow¡±. Muy cerca, por cierto, de lugar en el que MacGregor, director del British, creci¨® como un fan¨¢tico de Dal¨ª.
Y por lo que se ve, la fascinaci¨®n por lo espa?ol no ha desaparecido a orillas del T¨¢mesis. La muestra que llega ahora a Madrid es una versi¨®n (m¨¢s reducida, al dejar por el camino las estampas de Goya) de la que ocup¨® con gran ¨¦xito las salas del British Museum a finales del a?o pasado. Seg¨²n c¨¢lculos de la instituci¨®n la exposici¨®n atrajo a 400.000 visitantes.
Babelia
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