Odiosas comparaciones
La corrida de Victorino fue un petardo. Los toros, m¨¢s que hermanos, parec¨ªan sixtillizos
El recuerdo de Manzanares con el toro de Victorino la tarde de la encerrona engrandece la figura de Manuel Jes¨²s El Cid. Y no se trata, en modo alguno, de desmerecer a nadie, sino de constatar una realidad a menudo olvidada. Lleva a?os el de Salteras tragando quina con los toros c¨¢rdenos, sufriendo y triunfando, y, quien m¨¢s, quien menos, -este que firma entre otros- se permite el lujo de ponerlo en cuesti¨®n en cuanto una tarde no sale como se esperaba.
Y resulta que el se?or Manuel Jes¨²s es un torerazo, con sus defectos, como todos, que se ha hecho grande sintiendo la respiraci¨®n de muchos toros que saben lat¨ªn, te averiguan al momento el n¨²mero del carn¨¦ de identidad y te dan un serio disgusto cuando menos te lo esperas.
Mart¨ªn/El Cid y Luque, mano a mano
Toros de Victorino Mart¨ªn, bien presentados y parejos, mansos, descastados y deslucidos; m¨¢s enrazados primero y quinto.
Manuel Jes¨²s El Cid: pinchazo, estocada ladeada y un descabello (ovaci¨®n); estoconazo (silencio); pinchazo y estocada (ovaci¨®n).
Daniel Luque: casi entera trasera y dos descabellos (silencio); estocada ladeada y tendida y un descabello (silencio); pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio).
Plaza de la Maestranza. 16 de abril. S¨¦ptima corrida de feria. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
Y hete aqu¨ª que una figura tan en lo alto del escenario como el torero de Alicante pasa las de Ca¨ªn ante el primer victorino al que se enfrenta en su vida y m¨¢s que uno cae en la cuenta de que, oiga, primero, para ser figura reconocida hay que estar, tambi¨¦n, a la altura de estos toros, y, segundo, pues s¨ª que tiene m¨¦rito anunciarse con una del ganadero de Galapagar.
Fin de la comparaci¨®n, pero que quede constancia de lo siguiente: lo normal no es hacerse figura oliendo a chamusquina la taleguilla, y esa heroicidad la ha conseguido Manuel Jes¨²s El Cid.
Dicho lo cual, la corrida de Victorino fue un petardo. Los toros, m¨¢s que hermanos, parec¨ªan sixtillizos, un calco uno de otro en cuanto a hechuras y peso, y todos de similar comportamiento: blandos de remos, mansurrones en los caballos, descastados y deslucidos. Mostraron la casta de su casa el primero y el quinto, pero sin exageraci¨®n alguna; no rompi¨® ninguno y colaboraron estrechamente a que el festejo resultara un pesti?azo de cuidado.
Y otro detalle: ?a qui¨¦n se le ocurrir¨ªa la genial idea de anunciar un mano a mano entre El Cid y Daniel Luque? Sea a quien fuere, a la empresa o a los actuantes, el planteamiento no tiene pies ni cabeza, como ha quedado demostrado. Nada hay en las trayectorias de los toreros que permita pensar que mantienen una enconada rivalidad que diera lugar a un reto entre ellos. Estaban all¨ª los dos como pod¨ªan haber estado tres, que es lo normal. ?Entonces? Inexplicable. Un sinsentido, si no una tomadura de pelo.
A la vista de lo ocurrido, adem¨¢s, se confirman los peores augurios. No hubo competencia entre los dos; ni un solo detalle, ni uno solo, que hiciera presumir que estaban dispuestos a mantener un pulso entre los dos. Cada uno estuvo a lo suyo mientras el p¨²blico se aburr¨ªa soberanamente.
Porque, claro, si la corrida est¨¢ saliendo descastada y con escasas posibilidades, es l¨®gico pensar que los toreros tienen en la rec¨¢mara alguna iniciativa para calentar el ambiente. Pues nada. Como si con ellos no fuera el asunto. Se limitaron a matar sus tres toros por cabeza y a su casa. Conclusi¨®n: para ese viaje, mejor tres toreros que dos. Digo yo. Lo contrario suena a componenda con escasa sentido.
A pesar de todo, lo m¨¢s interesante de la tarde fue comprobar que El Cid tiene una experiencia de maestro con estos toros, a los que parece conocer como si se hubiera criado con ellos. El primero, por ejemplo, muy protestado por su evidente falta de fuerza, sac¨® raza en el tercio final -la raza llega a suplir la falta de pujanza-, se mov¨ªa con la rapidez de una lagartija y oblig¨® al torero a hacer acopio de conocimiento para evitar que lo desbordara. Y no lo permiti¨® El Cid, que estuvo muy por encima de su oponente. Muy descastado y dificultoso result¨® el segundo de su lote, al que mat¨® de un estoconazo en todo lo alto que hizo rodar al toro sin puntilla. Y el quinto, otro que se movi¨® en medias embestidas aceleradas, permiti¨® que el torero sacara a relucir su contrastada experiencia y le robara un par de tandas aceptables tirando de la embestida con ilusi¨®n desmedida. No hubo triunfo porque fue la suya una exposici¨®n de conocimientos m¨¢s que una casi imposible labor ligada y emocionante, pero qued¨® claro que este torero se ha hecho figura con varias camadas de victorinos a sus espaldas. Y eso tiene un m¨¦rito que nadie debe olvidar.
OVACI?N: Alcalare?o, David Saugar Pirri, Curro Robles y Abraham Neiro destacaron con los palitroques.
PITOS: La corrida de Victorino, mansa y descastada, cosech¨® un sonoro fracaso.
Cartel para hoy: Toros de El Pilar-Mois¨¦s Fraile, -todos aprobados- para Morante de la Puebla, Miguel ?ngel Perera y Daniel Luque.
No estuvo mal Daniel Luque; es que pas¨® desapercibido. Tuvo el peor lote sin duda, y no le falt¨® ¨¢nimo para intentarlo una y otra vez, pero sus toros derrocharon tibieza y falta de casta. Un mundo le costaba embestir a su primero, al que consigui¨® enjaretar una buena tanda de derechazos y pare usted de contar; un animal de carga parec¨ªa el segundo, al que, sin embargo, veronique¨® de salida con templaza y remat¨® con una preciosa media. Y soso hasta decir basta result¨® el sexto, -el p¨²blico estaba ya muy cansado y con ganas de volver al real de la feria-, y Luque lo intent¨® por ambos lados con resultado adverso.
Acab¨® por fin una corrida decepcionante que debe servir de lecci¨®n para el futuro: los mano a mano para quien los merezca; lo dem¨¢s es un enga?o.
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