Tenemos que hablar de Pau

?Es el mal una caracter¨ªstica constitutiva de nuestra vida? ?El criminal nace o se hace? ?Nos quedamos con Rousseau y su mito del buen salvaje o acudimos a Hobbes y su hombre como lobo para el hombre? ?Era otro loco el crimin¨®logo del siglo XIX C¨¦sare Lombroso cuando afirmaba que las causas de la criminalidad eran puramente f¨ªsicas y biol¨®gicas? ?Existe realmente una propensi¨®n al mal en individuos con una malformaci¨®n en el cortex cerebral?

La filosof¨ªa, la medicina, la psicolog¨ªa, la sociolog¨ªa y hasta la teor¨ªa pol¨ªtica se han acercado reiteradamente a un tema en muchos casos tab¨², mientras el cine se aprovecha de ello para hacer repetidas pel¨ªculas con el mal en estado puro instalado en cerebros infantiles o adolescentes. Y no hace falta irse al hijo del demonio de La profec¨ªa para encontrar chavales mal¨¦ficos por naturaleza: de Esos tres a su secuela, La calumnia; de El buen hijo a Tenemos que hablar de Kevin, los intentos, m¨¢s o menos terrenales, han sido reiterados, y quiz¨¢ por ello el estreno de Hijo de Ca¨ªn conlleve ya, tambi¨¦n como un gen autoimpuesto, esta vez cinematogr¨¢fico, su gran defecto: la sensaci¨®n de ya vista. Aun as¨ª, ser¨ªa un error desde?ar el debut de Jes¨²s Monlla¨® en el largo, porque estamos ante un digno acercamiento al cine de (sub)g¨¦nero, a la intriga psicol¨®gica, variante adolescente, donde volveremos a hacernos la gran pregunta: ?el mal nace o se hace?

El guion de Sergio Barrej¨®n y David Victori, basado en una novela de Ignacio Garc¨ªa-Vali?o, maneja bien los c¨®digos cl¨¢sicos, y contiene interesantes complementos dram¨¢ticos que ayudan a envolver, ya sea de simbolismo, ya sea de psicolog¨ªa, una trama con la que nunca se pierde el inter¨¦s, a pesar de que, a fuerza de experiencia y repetici¨®n, la capacidad de sorpresa se haya perdido un tanto. As¨ª, entre otros, el ajedrez, el pasado com¨²n entre dos de los personajes y la sumisi¨®n como defecto irremediable constituyen aditamentos b¨¢sicos de una pel¨ªcula a la que solo en contadas ocasiones se le notan los costurones. Muy en la l¨ªnea de El buen hijo, aquella pel¨ªcula de los noventa con Macaulay Culkin en pleno giro a su incipiente carrera, Hijo de Ca¨ªn solo fuerza la verosimilitud en el innecesario asunto de la nataci¨®n (he ah¨ª un costur¨®n, provocado seguramente por la elecci¨®n de escenario), y, aunque le falte brillantez para trascender el mero entretenimiento, se configura como un estimable ejercicio comercial.