Cr¨ªmenes a la milanesa
conviene buscar lanzamientos que ni siquiera fueron rese?ados en la prensa. Como los baratos libritos amarillos firmados por Giorgio Scerbanenco
Un aviso: si est¨¢n pensando en aprovisionarse de ficci¨®n noir para el verano, no se hagan ilusiones. El boom de la novela negra ha llenado las estanter¨ªas con basura bellamente presentada. Se lo dice alguien escarmentado por libros cuyo ¨²nico incentivo es el decorado de fondo, por demasiados autores consagrados en piloto autom¨¢tico y, finalmente, por esa insistencia de muchas editoriales espa?olas en lanzar a los cl¨¢sicos vivientes de mala manera, prefiriendo los t¨ªtulos m¨¢s recientes a sus trabajos esenciales.
?As¨ª que conviene hurgar. Buscar lanzamientos que ni siquiera fueron rese?ados en la prensa (entre otras razones inconfesables, por ser pol¨ªticamente muy incorrectos). Como los baratos libritos amarillos firmados por Giorgio Scerbanenco. La piedra fundacional del poliziesco all'italiana. Las escasas fotos que circulan de Scerbanenco (1911-1969) pertenecen a su ¨²ltima ¨¦poca. Vemos a un p¨¢jaro flaco con su Olivetti port¨¢til, en lo que parece un modesto piso de clase media. Ni rastros del decorado habitual del escritor de ¨¦xito, con las estanter¨ªas cargadas de libros y recuerdos.
De vanidad, la justa. Scerbanenco se sab¨ªa obrero del sector editorial. Nacido en Kiev, su padre fue v¨ªctima de la revoluci¨®n rusa; su madre italiana le llev¨® a Mil¨¢n antes de morir. Trabaj¨® en f¨¢bricas y almacenes; solo alcanz¨® una m¨ªnima estabilidad econ¨®mica en 1945, cuando Rizzoli le encargo la direcci¨®n de revistas populares como Novella, Bella y Annabella.
?Director? Qu¨¦ broma: se ocupaba tanto de rellenar secciones como de escribir cuentos bajo mil seud¨®nimos. Al mismo tiempo, publicaba novelas de quiosco, lo que ped¨ªa el mercado: ciencia-ficci¨®n, rom¨¢ntica, western y, sobre todo, policiacas. Oreste del Buono no pretend¨ªa ser insultante cuando describi¨® a Scerbanenco como ¡°una m¨¢quina de escribir historias¡±.
Scerbanenco probablemente habr¨ªa quedado como un cagatextos m¨¢s para estudiosos de la subcultura de no decidir, a mediados de los sesenta, subir el list¨®n. Situ¨® en el pujante Mil¨¢n al doctor Duca Lamberti. M¨¦dico imposibilitado de ejercer tras una condena por eutanasia, Lamberti encuentra acomodo en la Jefatura de Polic¨ªa de Mil¨¢n, con un puesto extraoficial que le permite investigar a su modo. Personaje amargado, Lamberti consagra su inteligencia fr¨ªa a mantener la vigencia del C¨®digo Penal.
Tolera ¡ªy practica ocasionalmente¡ª los h¨¢biles interrogatorios, se evade si le preguntan por la pena de muerte, desconf¨ªa de la reinserci¨®n. No esperen coartadas sociales: Lamberti persigue con igual sa?a a peces gordos y delincuentes menores. Manifiesta especial antipat¨ªa por proxenetas, prostitutas, drogadictos, homosexuales y, s¨ª, modernos melenudos.
Estamos en la cara B del milagro econ¨®mico italiano: industriales viciosos y burgueses corruptos que tratan con marginales. Akal ha recuperado las novelas de Lamberti: la inaugural Venus privada (1966), Traidores a todos (1966), Muerte en la escuela (1968) y Los milaneses matan en s¨¢bado (1969). Akal rescata tambi¨¦n dos espl¨¦ndidas colecciones de relatos, Mil¨¢n calibre 9 (1969) y el p¨®stumo Los siete pecados y las siete virtudes capitales.
La ¨²nica novedad reciente es Matar por amor (Almuzara), que recoge 20 cuentos publicados en Novella entre 1948 y 1952, entre melodram¨¢ticos y moralistas. Todav¨ªa no hab¨ªa dado el salto a la literatura hard boiled, que exig¨ªa alejarse de los escenarios t¨®picos (EEUU, Par¨ªs, Marsella, Londres), olvidar los finales reconfortantes, una sordidez implacable.
Scerbanenco falleci¨® justo cuando el cine y la televisi¨®n descubr¨ªan el potencial de sus historias. El giallo, como se conoc¨ªa la novela policiaca por las portadas amarillas que usaba Mondadori, ascend¨ªa a g¨¦nero respetable, por sus inquietantes representaciones de la realidad. La Italia de la Democracia Cristiana iba a pasar por la mesa de disecciones.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.