?Qu¨¦ arte tuvo De Niro!
El cr¨ªtico de cine recuerda con nostalgia los primeros filmes y con disgusto las ¨²ltimas pel¨ªculas del actor en su 70 cumplea?os
Durante muchos a?os, ver el nombre de Robert de Niro en el reparto de una pel¨ªcula supon¨ªa un im¨¢n irresistible y amortizable para comprar la entrada. No solo por el magnetismo, el poder expresivo, la complejidad y el talento que desprend¨ªa este actor ins¨®lito, sino tambi¨¦n por su intuici¨®n, su inteligencia o su suerte para elegir personajes memorables en el gran cine estadounidense de la d¨¦cada de los setenta, una ¨¦poca cinematogr¨¢fica en estado de gracia, poblada por directores que ofrecieron lo mejor de s¨ª mismos durante esos a?os.
No puede ser casual que Robert de Niro ¡ªque ma?ana cumple setenta a?os¡ª protagonizara sucesivamente tantas obras maestras, pel¨ªculas que mantienen su fascinaci¨®n y su profundidad, que te siguen removiendo aunque las hayas disfrutado infinitas veces en el curso del tiempo, ese atributo que nunca poseer¨¢n las odiosas modas, don exclusivo del clasicismo.
Hagan la prueba si la memoria alberga dudas de que esto sea cierto. De Niro empalma en diez a?os una galer¨ªa de personajes destinados a perdurar en la retina y en el o¨ªdo del espectador. En El padrino 2 se mete en la estilizada piel y el temible cerebro del joven Vito Corleone, ese hombre razonable e implacable, osado y pragm¨¢tico, vengativo y negociador, esposo y padre mod¨¦lico. Dos a?os m¨¢s tarde se convertir¨¢ en Travis Bickle, ese urbanita enloquecido por la soledad y el rechazo sentimental que pretender¨¢ purificarse e inmolarse montando un infierno de sangre alrededor de una puta adolescente en Taxi driver. M¨¢s tarde viajar¨¢ a Italia para interpretar a un dubitativo se?or feudal durante la ¨¦poca mussoliniana en la po¨¦tica y grandiosa Novecento. Ser¨¢ el productor genial y el hombre ¨ªntimamente devastado que cre¨® Fitzgerald en su novela El ¨²ltimo magnate. Intentar¨¢ salvar a su autodestructivo amigo y sobrevivir mentalmente despu¨¦s de haber vivido el espanto de la guerra en la preciosa El cazador. Se convertir¨¢ por dentro y por fuera en el compulsivo, celoso, paranoico y tr¨¢gico boxeador Jake LaMotta en Toro salvaje. Tambi¨¦n otorgar¨¢ autenticidad y sentimiento con admirable sobriedad gestual a esa persona com¨²n que cree tener estabilizada su existencia familiar hasta que se enamora de una compa?era de tren que tambi¨¦n parece felizmente casada en la tan cre¨ªble como emotiva Enamorarse. Y ser¨¢ ese g¨¢nster anciano y conmovedor que descubre que aquellos que m¨¢s amaba le traicionaron y le enga?aron en la violenta, l¨ªrica y m¨¢s que triste ?rase una vez en Am¨¦rica. O sea, palabras mayores, un actor extraordinario al servicio de las mejores historias y de una imborrrable galer¨ªa de personajes.
Pero a este actor legendario tambi¨¦n le lleg¨® el invierno y a mi juicio envejeci¨® fatal. Los pasotes histri¨®nicos siempre le tentaron (su amigo Scorsese se lo consinti¨® en viejas ¨¦pocas de esplendor, como sus insoportables interpretaciones en New York, New York y El cabo del miedo) pero desde hace demasiado tiempo ese histrionismo repetitivo y su vana convicci¨®n de que posee una irresistible vena c¨®mica se ha multiplicado en una filmograf¨ªa mediocre o directamente olvidable. En mi caso, que antes pagaba por ver a De Niro, ahora lo har¨ªa por evitarlo. Casi siempre me resulta cargante. Las leyendas deber¨ªan sentir respeto hacia su esplendoroso pasado. Sobre todo, cuando est¨¢s forrado de pasta.
Las ¨²ltimas interpretaciones grandiosas que le recuerdo a Robert de Niro son las de Casino y en el antol¨®gico duelo de Heat, en la que se colocaba por primera vez enfrente de Pacino (su carrera en las ¨²ltimas d¨¦cadas tambi¨¦n roza el patetismo), el otro glorioso peso pesado de su generaci¨®n. Ojal¨¢ que antes de despedirse, este actor vuelva a demostrar su arte. Como director, tambi¨¦n lo posee. La turbia y profunda El buen pastor era una obra maestra. Todav¨ªa nos debe alguna obra excepcional. Delante o detr¨¢s de la c¨¢mara.
Babelia
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