Del deseo a la autoayuda
El filme contiene una de las m¨¢s aparatosas interpretaciones desnortadas de un gran texto que ha dado el cine reciente
En 1943, el escritor James Thurber publicaba en New Yorker el art¨ªculo La vida secreta de James Thurber como respuesta a la lectura del libro autobiogr¨¢fico La vida secreta de Salvador Dal¨ª. Con su humor elegante y sofisticado, expresaba su saludable perplejidad ante la distancia, en apariencia infranqueable, que separaba la infancia excesiva y automitificada del surrealista de la apacible iniciaci¨®n de un muchacho de Ohio. Algunos a?os antes (1939), Thurber hab¨ªa publicado, tambi¨¦n en New Yorker, uno de sus relatos m¨¢s influyentes, bajo el t¨ªtulo (?premonitorio?) de La vida secreta de Walter Mitty. En dicho texto, adem¨¢s de crear un arquetipo perdurable ¡ªel del tipo ordinario que oculta una tumultuosa vida imaginaria¡ª, Thurber resolv¨ªa el dilema que la obra de Dal¨ª le plantear¨ªa m¨¢s tarde: la diferencia entre Thurber y Dal¨ª era la diferencia entre el alma europea (levantada sobre los territorios del inconsciente) y el alma estadounidense (aferrada a la tierra, funcional). Walter Mitty, as¨ª, puede ser interpretado como la respuesta americana a la relaci¨®n entre el individuo y el inconsciente: una figura definida en la sistem¨¢tica represi¨®n de los circuitos del deseo, un infeliz condenado al perpetuo coitus interruptus de su imaginaci¨®n.
LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY
Direcci¨®n: Ben Stiller.
Int¨¦rpretes: Ben Stiller, Kristen Wiig, Jon Daly, Adam Scott.
G¨¦nero: comedia. EE UU, 2013.
Duraci¨®n: 114 minutos.
En 1947, Walter Mitty adopt¨® el rostro de Danny Kaye en una versi¨®n cinematogr¨¢fica que no satisfizo a Thurber. No podemos saber lo que pensar¨ªa el escritor de la nueva lectura que ahora propone Ben Stiller en calidad de director y estrella, pero lo cierto es que la pel¨ªcula se afirma como una de las m¨¢s aparatosas interpretaciones desnortadas de un gran texto que ha dado el cine reciente. Stiller enmarca la peripecia en el trasvase digital de la revista Life: las formas son elegantes y seductoramente exc¨¦ntricas, pero los subtextos ponen los pelos de punta. A ratos, Stiller parece apuntar al lenguaje del blockbuster de acci¨®n como equivalente americano del inconsciente, pero es una falsa pista: La vida secreta de Walter Mitty se degrada, en sus manos, en una fantas¨ªa de autoafirmaci¨®n y autoayuda.
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