Estrategia de la paciencia
El austriaco Peter Handke se ha vuelto un cl¨¢sico, un autor agudo y de implacable mirada
El apego de Peter Handke a la escritura autobiogr¨¢fica, utilizando experiencias de su propia vida, de sus viajes, de sus obsesiones, de sus batallas, cristaliz¨® en El a?o que pas¨¦ en la bah¨ªa de nadie, dando paso con esta obra a la elaboraci¨®n meticulosa de un retrato literario de s¨ª mismo como personaje. En cierta manera, gran parte de sus libros previos apuntaban en esa direcci¨®n, aunque de una manera m¨¢s elusiva, desde Lento regreso a La doctrina del Sainte-Victoire, pasando por Lucie en el bosque con estas cosas de ah¨ª. La noche del Morava es una vigorosa vuelta de tuerca del autor austriaco a su biograf¨ªa ficcional, esta vez utilizando uno de sus mejores recursos narrativos: el mon¨®logo dramatizado ante un p¨²blico reducido. El escenario, una barca varada en el r¨ªo Morava, afluente serbio del Danubio, tiene un toque m¨ªtico, son¨¢mbulo. El croar de las ranas, el silbar de los juncos, la noche clara: todo resulta perfecto para un relato que contiene desde insultos al propio alter ego del autor hasta amagos de cuento de hadas. Como afirmaba Walter Benjamin, para quien los cuentos de hadas no derivan del ego, la paciencia es el p¨¢jaro so?ado que empolla el huevo de la experiencia. Y s¨ª, Handke se refiere varias veces a la paciencia en esta novela como estrategia que la narrativa toma prestada de la vida.
Paciencia es lo que va a tener que desplegar el lector si quiere adentrarse en este libro olvidando, en aras del arte literario, los esc¨¢ndalos pol¨ªticos de Handke y los efluvios del propio incienso del autor. No es un libro de f¨¢cil lectura, a pesar de la impecable traducci¨®n, pero al final la recompensa es grande. Seis invitados balc¨¢nicos ¡ªun amigo de Porodin, un dentista de Velika Plana, un antiguo oficial, un abogado sin trabajo, un maestro en paro, un portero de noche¡ª cenan en la barca del autor, a quien acompa?a una mujer que no les es presentada. El anfitri¨®n ya no escribe, y quiz¨¢ por eso arde en deseos de contarles de viva voz el viaje circular que ha hecho por Europa con el pretexto de huir de una mujer que quer¨ªa matarlo. El periplo empieza en un autob¨²s que atraviesa la antigua Yugoslavia cubierta de odio y acaba en otro autocar que le devuelve a la regi¨®n de Karst, donde vuelve a respirar y es de repente el d¨ªa de las moscas de un d¨ªa, o el d¨ªa de las lagartijas esmeralda, o el de las mariquitas o el de la balsamina. El narrador es uno de los oyentes, que a veces refiere en primera persona y en general utilizando el nosotros, y siempre cediendo la palabra al verdadero narrador, el rapsoda que hablar¨¢ toda la noche hasta que salga el sol, enfebrecido por aquella misma emoci¨®n que le obligaba antes a escribir, entre la culpa y la alegr¨ªa.
Nos llevar¨¢ a Numancia, a pasear con Juan Lagunas, el poeta fracasado, donde asistir¨¢ a un mon¨¢stico congreso sobre ruidos, pues fue el ruido lo que hizo abandonar la bah¨ªa de nadie a Keushing, el protagonista de aquella novela. Y luego a Galicia, y vuelta a la Europa del centro, a Alemania, donde muri¨® su desconocido padre. Y dando rodeos a pie, incapaz de entrar en las ciudades (siempre se pierde en el centro de Viena), pues solo soporta los arrabales aireados, llegar¨¢ a Carintia, su regi¨®n natal, para asistir a una multicultural reuni¨®n de arpistas de boca. All¨ª se reconciliar¨¢ con su pueblo (¨¦l es un hombre del pueblo, por eso es distinto de los dem¨¢s escritores, burgueses todos) y la que fue su casa, hoy un restaurante regentado por su hermano. Y con su madre en el cementerio, que le exhortar¨¢ a librarse del sentimiento de culpa: No hay amor sin misericordia. Y por fin con la mujer que le persigue, con su soledad. Toda esa vuelta del incansable caminante es anticipaciones, islotes, momentos insulares, del hombre que se marcha, un hombre err¨¢tico, sin lugar. Pero no tiene desperdicio, porque Handke se fija en todo, tiene momentos sublimes en las descripciones del paisaje, falsos ¨¦xtasis de escritor en los que lo m¨¢s anodino aparec¨ªa digno de ser contado: En uno de los muchos estanques de los bosques que rodeaban la peque?a ciudad flotaba una hoja, una ¨²nica hoja.
Como los buenos libros, al acabar uno piensa que deber¨ªa releerlo. A¨²n con todos los excesos y mistificaciones, el tono es verdadero y la voz resuena en la noche del lector como un b¨¢lsamo. Handke se ha vuelto un cl¨¢sico, un autor capaz de conseguir que te hagas preguntas. Y eso lo vemos en los diversos textos que se re¨²nen en Lento en la sombra, algunos antiguos, en los que habla de Kafka o de Bernhard, otros m¨¢s recientes, sobre arte y cine. En uno de ellos afirma que Anselm Kiefer le parece un pintor, al margen de su est¨¦tica de caverna, del aire libre. Y eso es Peter Handke: un escritor que traza con su aguda, implacable mirada, y su o¨ªdo atento los contornos precisos del aire libre.
La noche del Morava. Peter Handke.Traducci¨®n de Eustaquio Barjau. Alianza Editorial. Madrid, 2013. 471 p¨¢ginas. 26 euros. Lento en la sombra. Peter Handke.Traducci¨®n de Ariel Magnus.Eterna Cadencia. Buenos Aires, 2012. 283 p¨¢ginas. 23 euros
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