Una visi¨®n privilegiada del arte
No solo escribi¨® sobre artistas de todas las latitudes y ¨¦pocas, sino que reflexion¨® sobre arte desde todas las perspectivas
Ya solo con su identificaci¨®n como poeta, alguien que no puede dejar de abrevar en la fuente nutricia de la imaginaci¨®n, nos ahorrar¨ªamos la necesidad de comentar que para Octavio Paz el arte era un material ¨ªntimo, entra?able, imprescindible. Pero este gran vate mexicano, sin abandonar su aliento po¨¦tico, fue adem¨¢s un formidable ensayista, cortado con el patr¨®n hisp¨¢nico de predicador; esto es: el de un educador con la imprescindible puntualizaci¨®n secularizadora de que era alguien que ya no necesitaba un p¨²lpito para contar en p¨²blico lo que pensaba, sino que lo dec¨ªa a ras de tierra, en el ¨¢gora, interpelando y dej¨¢ndose interpelar, como un griego cl¨¢sico, un poco con la claridad y sencillez con la que se obligaba un Ortega y Gasset a pronunciarse; con ese trasfondo er¨®tico, en fin, que tiene la buena pedagog¨ªa.
Se plante¨® el sentido de la modernidad art¨ªstica desde Baudelaire hasta las vanguardias hist¨®ricas, pero, esp¨ªritu inquieto, encar¨® tambi¨¦n con precocidad su crisis, adelant¨¢ndose de esta manera a muchas de las cuestiones hoy vigentes del llamado posmodernismo
Al tratar de tratar de abarcar su ampl¨ªsimo horizonte intelectual, hay que recalcar que Octavio Paz no solo escribi¨® sobre artistas de todas las latitudes y ¨¦pocas, sino que reflexion¨® sobre arte desde todas las perspectivas posibles. Educado a la sombra del surrealismo, el m¨¢s exigente dispositivo autocr¨ªtico en la polarizada y dogm¨¢tica ¨¦poca de los a?os treinta del pasado siglo, Octavio Paz se plante¨® el sentido de la modernidad art¨ªstica desde Baudelaire hasta las vanguardias hist¨®ricas, pero, esp¨ªritu inquieto, encar¨® tambi¨¦n con precocidad su crisis, adelant¨¢ndose de esta manera a muchas de las cuestiones hoy vigentes del llamado posmodernismo. En este sentido, aprovechando el complejo sustrato multicultural de su M¨¦xico natal, supo extender transversalmente este conocimiento de lo vern¨¢culo a todo nuestro orbe, con maravillosas y sagaces contribuciones al formidable legado asi¨¢tico. Para abarcar este ingente panorama antropol¨®gico, le fue muy ¨²til sin duda su temprana lectura de los estructuralistas, mediante la que pudo abordar todos los recovecos de la historia desde un guion muy centrado en el desciframiento del origen de lo po¨¦tico, en el que cabe por igual la literatura y las artes.
Desde esta perspectiva tan extensa como profunda, es dif¨ªcil compendiar lo aportado por Paz a trav¨¦s de una serie de luminosos ensayos, como El laberinto de la soledad, Los hijos del limo, Conjunciones y disyunciones, Puertas al campo, El arco y la lira, Las peras del olmo, El signo y el garabato, El mono gram¨¢tico, Vislumbres de la India, etc¨¦tera, cuya riqueza y variedad inspir¨® a Juli¨¢n R¨ªos ese bello montaje antol¨®gico de textos con el t¨ªtulo Teatro de signos. En todo caso, recuerdo mi juvenil deslumbramiento por su explicaci¨®n del arte moderno en La apariencia desnuda, un an¨¢lisis basado en la confrontaci¨®n de los estilos creativos de Picasso y Duchamp.
En cuanto a lo que escribi¨® Paz sobre artistas hist¨®ricos o contempor¨¢neos, baste con se?alar que el tomo IV de su Obras completas, publicadas bajo la supervisi¨®n de su autor por El C¨ªrculo de Lectores / Galaxia de Gutenberg, est¨¢ todo ¨¦l monogr¨¢ficamente dedicado a este asunto, sobre todo, en relaci¨®n con el arte mexicano de todas las etapas y lleva el hermoso t¨ªtulo gongorino de Los privilegios de la vista. Pero es raro el ensayo de Paz que, de una manera o de otra, no aparezca el ejemplo de un artista de cualquier siglo o nacionalidad. A diferencia de los especialistas convencionales, la mirada cr¨ªtica de Paz cruza o superpone el pasado y el presente, lo que singulariza su visi¨®n del arte, que es fruto de una fascinaci¨®n, o, como ¨¦l explic¨®, del intento de ¡°descifrar un enigma¡± o como de quien se mira en un espejo, no en busca de verse reflejado, sino de transformarse a s¨ª mismo. No es, pues, extra?o que su escritura sobre arte sea ella misma magn¨¦tica, como lo es la emoci¨®n que preserva y recrea el misterio de lo visible.
Babelia
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