La suciedad como s¨ªntoma
El reloj de marcaba las diez menos cinco cuando arrastraron al sexto de la tarde. Hace falta tener afici¨®n para soportar el tost¨®n
La corrida de La Palmosilla dej¨® claro que es hija de su ¨¦poca y se cay¨® entera. Enfermos del virus de la manifiesta invalidez, todos y cada uno de los toros presentes ofrecieron la deleznable imagen de la carne fofa y cadav¨¦rica que parece mirar con ojos de angustia ante su incapacidad para el movimiento.
Pero a todo se acostumbra el respetable. Se han ca¨ªdo tantos, y la ausencia de fuerzas es una realidad tan patente que nadie se sorprende. Y eso debe ser grave porque las ca¨ªdas se consideran ya como algo consustancial al toro bravo.
PALMOSILLA / PADILLA, ESCRIBANO, ADAME
Toros de La Palmosilla ¡ªtercero, cuarto y quinto, devueltos-, correctos de presentaci¨®n, inv¨¢lidos, sosos y descastados; sobreros de Torrealta, Gonz¨¢lez S¨¢nchez-Dalp y La Rosaleda bien presentados, mansos y desclasados.
Juan Jos¨¦ Padilla: pinchazo y casi entera trasera (silencio); metisaca, estocada ca¨ªda, un descabello ¡ªaviso¡ª y tres descabellos (silencio).
Manuel Escribano, que confirm¨® la alternativa: estocada (silencio); estocada baja (silencio).
Joselito Adame: ¡ªaviso¡ª gran estocada (petici¨®n y vuelta al ruedo); pinchazo, ¡ªaviso¡ª dos pinchazos, diez descabellos ¡ª2? aviso¡ª y tres descabellos (silencio).
Plaza de las Ventas. 13 de mayo. Quinta corrida de feria. Tres cuartos largos de entrada.
?Qu¨¦ es lo que pasa? Un buen aficionado, veterano y avezado, llama la atenci¨®n sobre un curioso detalle: los toros de La Palmosilla salieron al ruedo con el trasero sucio, como si hubieran padecido una reciente diarrea en los corrales. ?D¨®nde est¨¢ la curiosidad? Pues que los ocho cabestros que pisaron el ruedo hasta tres veces lucieron traseros impolutos, como reci¨¦n salidos del ba?o. Y algo m¨¢s: el ¨²nico toro que empuj¨® en el caballo, el tercer sobrero, de La Rosaleda, tambi¨¦n tambi¨¦n mostr¨® el suyo limpio y perfumado.
Que no es esta teor¨ªa alguna sobre la flojera de los toros, pero llama la atenci¨®n la suciedad de unos y la limpieza de otros. ?Pero no se supone que comen el mismo pienso y la misma paja en los corrales? O se podr¨ªa deslizar la pregunta del mill¨®n: ?qu¨¦ comieron los toros de La Palmosilla? ?Habr¨¢ alguna relaci¨®n entre los traseros mugrientos y las ca¨ªdas? De momento, los cabestros corrieron poco menos que sus parientes y all¨¢ que se marcharon tan alegres y corretones a su guarida. Y una obviedad: una diarrea gorda te deja el cuerpo molido y hecho polvo. Quede, al menos, la sospecha de que la suciedad puede ser s¨ªntoma de algo, y no bueno. Misterio¡
Por cierto, el reloj de la plaza marcaba las diez menos cinco de la noche cuando arrastraron al sexto de la tarde. Un festejo m¨¢s largo que ¡®Lo que el viento se llev¨®¡¯, y no pas¨® nada. Hace falta tener afici¨®n y un sentido sacrificado de la existencia para soportar semejante tost¨®n.
Ovaci¨®n y pitos
Hace falta afici¨®n para aguantar un tostonazo de tres horas de duraci¨®n.
La corrida de La Palmosilla fue la viva imagen de la decadencia del toro bravo.
Solo Joselito Adame tuvo una m¨ªnima oportunidad de lucimiento con su primero, el sobrero de Torrealta, un tipo grandull¨®n, de casi seis a?os, manso, nobl¨®n y con poca clase, al que el mexicano le hizo una faena larga e irregular en la que destacaron los pases de pecho y la decisi¨®n del torero. Al final se dio un arrim¨®n, cobr¨® una buena estocada, y parte del p¨²blico pidi¨® la oreja que el presidente, acertadamente, no concedi¨®. Comenz¨® con templanza su labor al flojucho sexto, logr¨® alg¨²n momento de inter¨¦s y todo lo destroz¨® con un p¨¦simo manejo del descabello.
El resto de la corrida fue una lucha interminable y vac¨ªa contra los elementos. Padilla, por ejemplo, no tuvo oponentes para el triunfo, pero su actitud fue excesivamente acomodaticia. Aseado, sin chispa y perfilero siempre, aburri¨® con su primero, y se sinti¨® impotente ante el ¨¢spero cuarto. Lo mejor, quiz¨¢, sus brindis. El primero a su amigo Adolfo Su¨¢rez Illana, presente en el callej¨®n de la plaza, que recibi¨® una cerrada ovaci¨®n de cari?o y ¨¢nimo por parte del publico; y el segundo, a la Infanta Elena, situada en una barrera.
Y Manuel Escribano nunca pudo so?ar con tanto estropicio el d¨ªa de su confirmaci¨®n. Recibi¨® a sus toros de rodillas en los medios, como ya es habitual en este torero, esboz¨® ver¨®nicas de calidad, sobre todo en el quinto, y puso banderillas con su acostumbrada voluntad y sin m¨¢s brillo que en el par que inicia sentado en el estribo y lo coloca tras un quiebro por dentro. Todo lo dem¨¢s fue un quiero y no puedo. Intent¨® ponerse bonito ante su primero, una masa informe de carne tullida, pero la fealdad del cuadro resultante lo emborron¨® todo. Y cuando tom¨® la muleta en su segundo, los ¨¢nimos no estaban para aguantar a un torero insistente ante un toro inservible.
El aficionado veterano y avezado se march¨® cavilando sobre los traseros sucios de los toros y limpios de los cabestros. Los dem¨¢s huyeron presos de desesperaci¨®n.
La corrida de hoy
Toros de Victoriano del R¨ªo y de Cort¨¦s para Enrique Ponce, Sebasti¨¢n Castella y David Gal¨¢n.
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