Los padres y los adolescentes del siglo XXI como objeto literario
Escritores del siglo XXI, padres o hijos, plasman en sus libros un duro y apasionante retrato de la relaci¨®n entre progenitores y v¨¢stagos de la generaci¨®n hiperconectada
Esta es la historia de toda la vida. Siempre sabida, siempre contada, siempre misteriosa y siempre pensando que solo pasar¨¢ a los dem¨¢s. Es la historia entre padres e hijos. La del abismo que parece ensancharse entre una generaci¨®n y la que viene detr¨¢s. Ahora la de los nacidos y/o crecidos en el siglo XXI europeo que empieza a ser reflejada en la literatura. La pen¨²ltima se titula Los cansados (autocr¨ªtica, reflexiva y llena de humor y s¨¢tira sobre padres e hijos) que retrata a la primera generaci¨®n real del mundo dual, anal¨®gico y digital. Con un riesgo: perder el eslab¨®n de la comunicaci¨®n con sus predecesores y aumentar el aislamiento, a la vez que potencian las ansiedades eternas sobre la b¨²squeda de afectos.
La obra de Serra se suma a una tradici¨®n de novelas, cuentos o ensayos que han tratado de captar el presente-futuro de cada generaci¨®n y la relaci¨®n de hijos y padres como lo hizo, por ejemplo, hace uno y tres a?os el brit¨¢nico Ben Brooks con Lolito y Crezco; hace cuatro Niccol¨° Ammaniti con Tu y yo; hace cinco Bel¨¦n Gopegui con Deseo de ser punk; hace seis David Trueba con Saber perder; hace 15 J. M. Coetzee con Desgracia; hace 23 a?os, de manera m¨¢s trascendente y buscando un orden en el mundo, Fernando Savater con ?tica para Amador; hace casi un siglo Franz Kafka con Carta al padre; hace siglo y medio Ivan Truegueniev con Padres e hijos; y as¨ª hasta remontarse tiempo arriba hasta los mitos griegos cuando Crono castra y aleja de su madre Gea a su padre, Urano, para poder reinar sin sombras. El esquema se repite, sentencia Carlos Garc¨ªa Gual: ¡°Un dios joven sustituye violentamente al viejo padre para hacerse con el poder¡±.
Aunque no existe a¨²n la gran novela de esta generaci¨®n del siglo XXI, que retrate la metamorfosis de terr¨ªcolas a cibern¨ªcolas, los trazos caracter¨ªsticos son:
1- La era del pospadre
2- Hijos de la hiperconexi¨®n
3- El narciso prematuro
4- Falsa autoconciencia
5- B¨²squeda de afectos
¡°Esa relaci¨®n padre e hijo es un problema tan antiguo como el mismo ser humano, pero ahora con unas se?as realmente in¨¦ditas: es la era del pos-padre que ya no tiene las tablas de la ley y se ha convertido en un padre NO autoritario; mientras los hijos viven en otra dimensi¨®n al ser la primera generaci¨®n de nativos digitales en la era de la hiperconexi¨®n. Todo esto trastoca y altera el orden milenario de crianza y socializaci¨®n¡±, explica el periodista y narrador Michele Serra (Roma, 1954). Una clave es que si antes los hijos quer¨ªan, como Crono, ¡°matar al padre¡± para forjar y consolidar su identidad y poder y abrirse camino, ahora ni se les pasa por la cabeza, simplemente, ignoran a sus progenitores. Tienen un Yo m¨¢s coral que nunca, donde la Nana no es solo la familia, el colegio y los amigos, tambi¨¦n los cantos salidos del mundo virtual.
Esa relaci¨®n padre e hijo es un problema tan antiguo como el mismo ser humano, pero ahora con unas se?as realmente in¨¦ditas: es la era del pos-padre que ya no tiene las tablas de la ley y se ha convertido en un padre NO autoritario
Los futuros nuevos dioses del siglo XXI europeo entran en una adolescencia con un horizonte desierto de promesas y sembrado de miedos nacidos de la precariedad laboral y la incertidumbre debido a parte del desmantelamiento del Estado de bienestar y muchos logros alcanzados por sus padres y abuelos en el siglo XX, precisamente uno de los temas recurrentes de los escritores de la generaci¨®n del desencanto, los nacidos despu¨¦s de los a?os 70 que alcanzaron a tocar las promesas y ver su desmoronamiento.
Es como si la banda sonora de los padres estuviera bajo el halo melanc¨®lico de Space Oddity, de David Bowie, y su estribillo visto como el clamor de un di¨¢logo con sus hijos: ¡°Control de Tierra a mayor Tom / Control de Tierra a mayor Tom (¡) Sus circuitos est¨¢n muertos, algo est¨¢ malPuede o¨ªrme mayor Tom? / Puede o¨ªrme mayor Tom? / Puede¡¡±.
El silencio o la no respuesta se deben, entre otras razones, al aumento de la desconfianza de los j¨®venes hacia los mayores. Esa es una de las se?as en las nuevas relaciones reflejadas en la literatura, asegura Jordi Sierra i Fabra, uno de los autores m¨¢s exitosos del g¨¦nero juvenil. Las relaciones, afirma, se han vuelto m¨¢s complejas, pero ¡°cuando est¨¢n en verdaderos problemas piden ayuda a los padres y quieren hablar¡±.
Durante milenios los padres han disfrutado de una posici¨®n de dominio sobre los hijos y ello les conced¨ªa una autoridad suprema en todos los ¨®rdenes de la vida (econ¨®mico, social, moral o religioso), recuerda el fil¨®sofo y director de la Fundaci¨®n Juan March, Javier Gom¨¢. En el siglo XXI, en cambio, aclara Gom¨¢, ¡°ser padre biol¨®gico no es suficiente: hay tambi¨¦n una tarea moral en la paternidad, que consiste en refrendar con la ejemplaridad de vida el poder que ejercen los progenitores sobre sus hijos¡±. En una ¨¦poca liberal y postideol¨®gica hay un tema que nunca podr¨¢ faltar: ¡°Los padres est¨¢n ah¨ª, influyendo sobre el hijo, incluso antes de que se haya formado su subjetividad y su conciencia. Los padres pertenecen a la mitolog¨ªa del individuo, y seguir¨¢n siendo una cantera inagotable de temas para la novela futura¡±.
Como este deseo de comunicaci¨®n de padres a hijos que es un invento nuevo en la historia de la humanidad.
¡°Control de Tierra a mayor Tom Control de Tierra a mayor Tom¡¡±.
¡°Ser padre biol¨®gico no es suficiente: hay tambi¨¦n una tarea moral en la paternidad, que consiste en refrendar con la ejemplaridad de vida el poder que ejercen los progenitores sobre sus hijos
Una melod¨ªa versionada como Ragazzo solo, Ragazaa sola para la adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de T¨² y yo (Anagrama), de Ammaniti, dirigida por Bernardo Bertolucci, Las narraciones actuales recuerdan que si antes el di¨¢logo entre padres e hijos era escaso, ahora los primeros buscan todo lo contrario. Los acompa?a un cierto sentimiento de culpa. La nueva generaci¨®n poco quiere saber de esa paternidad guay y enrollada . Reclaman su espacio y el derecho a crecer solos. El resultado es una especie de orfandad paterna que, se pregunta Serra con humor e iron¨ªa, si no ser¨¢ necesario crear una ¡°Carta Universal de los Deberes Humanos¡±, como la hay de los Derechos.
Vistos por los adolescentes como ¡°antiguos¡± e incapaces de vivir en el mundo moderno, los padres, advierte Victoria Fern¨¢ndez, directora de la revista CLIJ (Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil), est¨¢n desbordados, aunque dispuestos a ser los mejores padres, pero la realidad es que ¡°son figuras desva¨ªdas y fugaces, cuando no personajes rotos (divorciados depresivos, alcoh¨®licos, violentos, emigrantes depauperados, con muchas horas de trabajo) que precisan del cuidado de unos hijos parad¨®jicamente m¨¢s maduros que ellos mismos. Padres que act¨²an como el tel¨®n de fondo protector de dos mundos paralelos que dif¨ªcilmente se comunican, pero que consiguen convivir a base de transigencia. Sin entenderse, pero respet¨¢ndose: todos ganan¡±.
Tradici¨®n, imagen y rituales socavados. Los padres viven un periodo de deseducaci¨®n y desaprendizaje. Antes, ellos ense?aban a los hijos, ahora muchas cosas son al rev¨¦s. Los hijos se sienten m¨¢s fuertes tecnol¨®gicamente, afirma Sierra i Fabra. Llevan vidas paralelas en la tierra y en el ciberespacio, y atienden a los dos como uno solo, con m¨²ltiples artilugios para aprender, divertirse, comunicarse y socializar. ¡°La gran lacra de los j¨®venes¡±, sentencia Sierra i Fabra, ¡°es que creen saber y controlar todo¡±.
Se amotinan contra el pasado; y el futuro.
¡°Los padres son figuras desva¨ªdas y fugaces, cuando no personajes rotos (divorciados depresivos, alcoh¨®licos, violentos, emigrantes depauperados, con muchas horas de trabajo) que precisan del cuidado de unos hijos parad¨®jicamente m¨¢s maduros que ellos mismos
Van en un viaje enmara?ado de hiperconexiones que hace que crezcan de manera precoz, patrocinados por el yo¨ªsmo de Internet. Es el narciso contempor¨¢neo. ¡°Una hipermanifestaci¨®n del ego que no es que cree o aliente ego¨ªsmos, sino que prolonga al ni?o en la vida adulta en una sociedad de gran consumo¡±. El resultado, muchas veces, es un narciso extraviado y sin l¨ªmites. ¡°El narciso de masa se funda en la ignorancia dando pie a un Yo ni?o¡±.
La otra paradoja, se lamenta Michele Serra, es que en la era de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n el silencio, el di¨¢logo y la soledad parecen aumentar. Todos buscan. Todos encuentran. Todos hablan. ?Todos sienten de verdad? S¨ª y no. Escritores tipo Tao Lin, (Nueva York, 1983) con obras como Eeeee Eee Eeee y Richard Yates (Alpha Decay) tratan de tomar el pulso desde ellos mismos.
Uno de los autores que ha contado en tiempo real y vivencial su incorporaci¨®n al mundo adulto ha sido el brit¨¢nico Ben Brooks (1992). Lo hizo con las novelas Crezco y Lolito (Blackie Books). Abord¨® los temas de siempre, dice Jan Mart¨ª, su editor espa?ol: ¡°Amor, amistad, etc¨¦tera, pero sin miedo, demostrando que el amor adolescente es como siempre ha sido, con el ¨²nico a?adido de las facilidades (o trampas) del mundo digital. Confusi¨®n, crueldad, deseo, melancol¨ªa. Como siempre¡±. Con una diferencia, puntualiza Mart¨ª: ¡°Hay algo que no encontramos: la ¨¦pica, el romanticismo, el desgarro que provoca el desconocimiento del mundo es sustituido en muchas ocasiones por la resignaci¨®n y, por ende, el tedio¡±. Ellos creen haberlo visto todo, conviven con tal sobreinformaci¨®n que no esperan la sorpresa. ¡°Pero es solo una falsa creencia: a¨²n tienen mucho que aprender, y es en la interacci¨®n personal, en el contacto real con el otro donde se descubren ignorantes y naifs, donde est¨¢ todo por hacer. El m¨¢ximo ejemplo de eso es el sexo (ya lo han visto todo, lo han probado todo, pero no lo han sentido todav¨ªa)¡±.
De terr¨ªcolas a cibern¨ªcolas, con dudas y deseos de siempre.
Solo que esta generaci¨®n ha nacido y crecido con el abaratamiento o eliminaci¨®n de grandes logros y no saben o no valoran lo perdido ¡°y el trabajo que ha costado llegar hasta aqu¨ª y tratar de mantenerlo¡±, reflexiona Erlend Loe, autor de Na¨ªf-Super (N¨®rdica Libros). Solo espera, dice el autor noruego, que la crisis actual traiga de vuelta los valores perdidos durante la generaci¨®n anterior y su ¡°equivocada interpretaci¨®n del trabajo de sus padres y abuelos, sin que supieran aprovecharla ni potenciar su esfuerzo¡±.
Hay algo que no encontramos en los j¨®venes: la ¨¦pica, el romanticismo, el desgarro que provoca el desconocimiento del mundo es sustituido en muchas ocasiones por la resignaci¨®n y, por ende, el tedio
En Espa?a los autores m¨¢s j¨®venes pocas veces hablan de trabajo, cuenta Alberto Olmos autor de Ej¨¦rcito enemigo y Alabanza (Mondadori) y cr¨ªtico literario. ¡°Quiz¨¢¡±, dice ¡°no sea s¨®lo un chiste decir que muchos de ellos no tienen en verdad experiencia mayor en los trabajos, pues su vida se ha decantado por un tipo de precariedad de tono algo menos dram¨¢tico -en todo sentido-, como es la colaboraci¨®n en prensa, la beca literaria o la impartici¨®n de talleres literarios, oficios que no dejan de resultar narrativamente poco sustanciales¡±.
Futuros dioses y futuros exdioses, que ser¨¢n relevados por sus hijos, que quieren lo mismo que han buscado todos todo el tiempo. Bel¨¦n Gopegui en Deseo de ser punk (Anagrama), (¡°Una novela paradigm¨¢tica sobre lo que es escribir sobre este asunto eterno de la literatura universal¡±, seg¨²n el cr¨ªtico J. Ernesto Ayala-Dip), lo expresa as¨ª cuando un adulto le dice a su joven protagonista:
¡°¡ª Adem¨¢s de acordarte y sonre¨ªr, una parte de ti seguir¨¢ triste. Algunas cosas duelen y no se pasan. Tendr¨¢s treinta y cincuenta a?os, y una parte de ti seguir¨¢ estando triste por los d¨ªas que no pudiste ser la reina de una fiesta, o por otros motivos que ahora no sabemos. Y aunque tu novio de ese momento te abrace muy fuerte, notar¨¢s que tu pena sigue. Hay una parte donde nunca nos abrazan. Aunque nos quieran much¨ªsimo. Esa parte est¨¢ ah¨ª, esa pena. Y nadie llega a tocarla nunca¡±.
La aguja cae sobre el surco del disco y tras un breve susurro canta al infinito:
El escaso di¨¢logo en Espa?a
El tema del hijo rebelde frente al padre ¡ªtema tan rom¨¢ntico¡ª no tiene mucha presencia en Espa?a (?Don Carlo es una ¨®pera de Verdi que ha tenido mala prensa entre nosotros!). En Gald¨®s, no recuerdo conflictos de padres e hijos y s¨®lo en El abuelo, que es una obra (novela dialogada y luego drama) inspirada de lejos en El rey Lear, aparece un feroz abuelo hidalgo, Le¨®n de Albrit, acongojado por saber cu¨¢l de sus dos nietas es leg¨ªtima porque sabe que una de ellas no lo es. Otra versi¨®n de Lear, con algo de los hermanos Karamazov quiz¨¢, est¨¢ en las Comedias b¨¢rbarasde Valle-Incl¨¢n, con los hijos amotinados frente a un padre autoritario, don Juan Manuel de Montenegro: es quiz¨¢ la versi¨®n m¨¢s fuerte e intensa del tema del rebelde.
En Unamuno la relaci¨®n padre-hijos es central en toda su obra, quiz¨¢ como reflejo de su circunstancia personal (perdi¨® tempranamente a su padre). La orfandad caracteriza a muchos de sus personajes y la ambici¨®n educativa equivocada (y el consiguiente fracaso del muchacho que le lleva al suicidio) aparece en Amor y pedagog¨ªa. Tambi¨¦n por desgarraduras propias de su biograf¨ªa, en Sender tiene importancia la relaci¨®n (mala) con un padre imponente: se ve en los primeros tomos de Cr¨®nica del alba, por ejemplo. En Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, el tema familiar es obsesivo y la idea de un padre in¨²til para la vida pr¨¢ctica, unas madres absorbentes y una vida familiar turbia y siniestra resulta un dato recurrente en la mayor¨ªa de sus relatos: particularmente, Cerbero son las sombras y Tonto, muerto, bastardo e invisible. La ausencia del padre y la imaginaci¨®n de suced¨¢neos es otro tema frecuente en Mars¨¦ (Un d¨ªa volver¨¦, Rabos de lagartija), e incluso en Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n (Dientes de leche).
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