Saliendo al balc¨®n
El autor habla de ese elemento que ojea como un Dios encimado los humos de la mafia, la miseria, la riqueza o la corrupci¨®n
Dice Rafael Moneo que lo que pone m¨¢s a prueba a un arquitecto es la resoluci¨®n de la fachada. En Murcia, donde Moneo termin¨® hace a?os la ampliaci¨®n del Ayuntamiento, la ciudad carg¨® en contra o a favor de su fachada. Una fachada que enfrenta con altivez a la catedral, la ¨²ltima gran obra del barroco espa?ol y ense?a de la Iglesia en el siglo XVIII.
El Ayuntamiento de Moneo, con una fachada ¡°retablo¡± que refleja la ornada cara de la catedral, se compone de arcos rectangulares a la manera de un teclado de piedra calada y entre cuyas piezas destaca una que servir¨ªa como el balc¨®n desde donde el alcalde proclamara sus soflamas. Es ¨¦ste, un balc¨®n bellamente vertical, amplio y erecto que desaf¨ªa, a la misma altura, al balc¨®n desde donde el cardenal Belluga adoctrinaba a sus feligreses, los amedrentaba o los bendec¨ªa. Poder eclesi¨¢stico frente a poder civil representados en una misma plaza en donde los dos palcos se hablan sin entenderse.
Los fieles se escandalizaron mucho con este lance puesto que un balc¨®n es, por encima de su funcionalidad, un elemento de representaci¨®n.
Los hechos callejeros suelen ser obra de menestrales, truhanes o borrachos mientras en los balcones se asienta, por lo general, el orden y la superioridad.
Dos obras literarias, El loco de los balcones de Vargas Llosa y El balc¨®n en invierno de Luis Landero se hallan actualmente brillando en los d¨ªas de la rentr¨¦e. El curso cultural empieza pues con esta alusi¨®n al elemento que emerge de las fachadas para sobrevolar al gent¨ªo y como si, en efecto, el muro cortina del movimiento moderno fuera demasiado ciego para dar cuenta de los enredos que llenan la sociedad.
Un balc¨®n ojea como un Dios encimado los humos de la mafia, la miseria, la riqueza o la corrupci¨®n. ?Vuelve pues el balc¨®n?
Rasurado por las actuales fachadas impenetrables o por las terrazas sin abolengo, el balc¨®n devuelve a la fachada sus pechos pugnaces, sus condecoraciones, su rango de construcci¨®n realizada para estar en el aire del mundo y no contaminarse con ¨¦l. O dicho de otro modo, el balc¨®n es el basti¨®n simb¨®lico para asomarse al mar de la vida sin abismarse en ¨¦l. S¨®lo y encumbrado para ejercer un pensamiento cr¨ªtico.
De hecho, ni se halla en el exterior ni en el interior de modo que su ambig¨¹edad act¨²a como una lupa perfecta. Sin referirse a ello pero s¨ª a todo lo dem¨¢s, Heidegger sosten¨ªa, respecto al pensamiento que hacer uso de ¨¦l permit¨ªa ¡°entrar en la proximidad de la distancia¡±.
Puede que no se entienda bien esta percepci¨®n pero ?qui¨¦n puede poner en duda que el balc¨®n act¨²a como un pan¨®ptico que desde lejos permite ejercitar el escrutinio pr¨®ximo sobre el desfile distante del indefenso mundo infeliz de los peatones?
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