M¨²sica & humanismo
Por qu¨¦ renuncio al Premio Nacional de M¨²sica: sin educaci¨®n no hay arte y sin memoria no hay justicia
Renunciar a una distinci¨®n importante como es el Premio Nacional de M¨²sica, otorgado por el Ministerio de Cultura, como reconocimiento a m¨¢s de cuarenta a?os de dedicaci¨®n apasionada y exigente a la difusi¨®n de la m¨²sica como fuerza y lenguaje de civilizaci¨®n y de convivencia, ha sido un gran sacrificio, pero una decisi¨®n al fin y al cabo relativamente clara de tomar. Aunque concedido por un jurado compuesto en parte por m¨²sicos y personalidades independientes, ?c¨®mo pod¨ªa aceptarlo viniendo de la mano de una instituci¨®n que desde tiempos inmemoriales ha dado la espalda a los m¨²sicos y especialmente al Patrimonio musical hist¨®rico del pa¨ªs? ?c¨®mo pod¨ªa callarme y beneficiarme de los 30.000 euros que lo acompa?an, sin pensar en las voces cada d¨ªa m¨¢s numerosas y m¨¢s desesperadas de tantos m¨²sicos que piden ayuda y oportunidades, y que se han quedado sin trabajo ante la r¨¢pida desaparici¨®n de festivales y reducci¨®n de programaciones de conciertos en auditorios de resultas de la dr¨¢stica supresi¨®n de las modestas ayudas?
La cultura, el arte, y especialmente la m¨²sica, son la base de la educaci¨®n que nos permite realizarnos personalmente y, al mismo tiempo, estar presentes como entidad cultural en un mundo cada vez m¨¢s globalizado. Estoy profundamente convencido que el arte es ¨²til a la sociedad, contribuyendo a la educaci¨®n de los j¨®venes, y a elevar y a fortalecer la dimensi¨®n humana y espiritual del ser humano. Durante siglos y hasta la Revoluci¨®n Francesa, fueron la mayoritariamente la nobleza y la Iglesia las que financiaron la cultura y el arte. En tiempos modernos es la filantrop¨ªa de algunos ricos negociantes y burgueses que, por amor a sus ciudades o pa¨ªses, hace posibles la construcci¨®n de museos, hospitales, estaciones, iglesias, teatros de ¨®pera, auditorios. En pleno siglo XXI el mundo econ¨®mico y las grandes fortunas est¨¢n totalmente globalizados, y en nuestro pa¨ªs hay que a?adir que no ha existido la tradici¨®n filantr¨®pica de los pa¨ªses anglosajones y, para mayor desgracia, no tenemos ni una ley de mecenazgo correcta. Pero lo m¨¢s grave es que, a pesar de un extraordinario y creciente inter¨¦s en todo el mundo por las m¨²sicas barrocas, renacentistas y medievales, no existe en Espa?a un pleno reconocimiento institucional de la gran importancia de nuestro patrimonio musical hist¨®rico. Ello se debe, en gran parte, a la tr¨¢gica p¨¦rdida de memoria de la conciencia musical europea que hab¨ªa perdurado hasta los a?os cincuenta, y que todav¨ªa continua vigente en nuestro pa¨ªs, ya que nuestro repertorio musical anterior al 1800 permanece sepultado bajo las sucesivas capas culturales que el romanticismo y el modernismo han a?adido sobre ¨¦l. El resultado de esta grav¨ªsima desatenci¨®n de la que no existe tan siquiera clara conciencia, es una imagen incompleta y distorsionada de nuestra tradici¨®n e identidad culturales, a las que ha sido cercenado uno de sus aspectos m¨¢s vitales, brillantes y originales.
No olvidemos que nuestras orquestas sinf¨®nicas, nuestros grandes coros, nuestros grandes teatros de ¨®pera, que tambi¨¦n padecen de los recortes, responden a un modelo cultural centroeuropeo especializado en los repertorios del siglo XIX, mientras que nuestro patrimonio m¨¢s universal ¨Cdesde las Cantigas de Santa Mar¨ªa de Alfonso X el Sabio hasta las ensaladas de Mateo Flecha, desde las misas de Crist¨®bal de Morales y de Tom¨¢s Luis de Victoria hasta los villancicos de Sebasti¨¢n Dur¨®n, desde las ¨¦glogas de Juan del Enzina hasta las ¨®peras de Vicente Mart¨ªn y Soler¨C, dependen exclusivamente del buen hacer de la iniciativa privada. Espa?a necesita un proyecto cultural apoyado por una clara voluntad pol¨ªtica que le permita recuperar sus principales m¨²sicas hist¨®ricas, ya que representan uno de los patrimonios intangibles de la humanidad m¨¢s importantes y m¨¢s significativos por su especial relaci¨®n hist¨®rica con las culturas musicales del Mediterr¨¢neo y del Nuevo Mundo.
¡°La riqueza cultural de un pa¨ªs depende no s¨®lo de la importancia de su patrimonio, sino m¨¢s bien de su capacidad de valorarlo, lo que implica un proyecto, el cual supone una voluntad...¡± Estas palabras, que le recordaba hace exactamente 10 a?os (en una carta del 25 de noviembre 2004) a Carmen Calvo, ministra de Cultura del Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, contin¨²an definiendo las causas esenciales de una grave situaci¨®n de desinter¨¦s e ineficacia por nuestra cultura y sus creadores, y en especial por la m¨²sica hist¨®rica y los m¨²sicos que la mantienen viva. Tres palabras clave en toda pol¨ªtica cultural: valor, proyecto y voluntad. Todas cualidades que desde tiempos remotos no forman parte del quehacer cotidiano de nuestros m¨¢ximos responsables al programar una pol¨ªtica cultural que tendr¨ªa que ser digna y generosa, y siempre velando que todas las clases sociales puedan acceder a ella. ?Las causas de tal desinter¨¦s? Primero por ignorancia, ya que no se puede valorar lo que no se conoce. Segundo por falta de proyecto, ya que ninguna pol¨ªtica cultural de inter¨¦s general puede afianzarse sin un proyecto serio. Y, finalmente, por falta de voluntad: sin un m¨ªnimo apoyo institucional estable es imposible consolidar la recuperaci¨®n y la difusi¨®n de un patrimonio musical milenario.
?Cu¨¢ntos espa?oles han podido alguna vez en sus vidas, escuchar en vivo las sublimes m¨²sicas de Crist¨®bal de Morales, Francisco Guerrero o Tom¨¢s Luis de Victoria? Quiz¨¢s algunos miles de privilegiados hayan podido asistir a alg¨²n concierto de los poqu¨ªsimos festivales que programan este tipo de m¨²sica. Pero la inmensa mayor¨ªa, nunca podr¨¢ beneficiarse de la fabulosa energ¨ªa espiritual que transmiten la divina belleza de estas m¨²sicas. ?Podr¨ªamos imaginar un Museo del Prado en el cual todo el patrimonio antiguo no fuera accesible? Pues esto es lo que sucede con la m¨²sica, ya que la m¨²sica viva solo existe cuando un cantante la canta o un m¨²sico la toca. Los m¨²sicos son los verdaderos museos vivientes del arte musical. Es gracias a ellos que podemos escuchar las Cantigas de Santa Mar¨ªa de Alfonso X el Sabio, los villancicos y motetes de los siglos de Oro, los tonos humanos y divinos del barroco¡ Por ello, es indispensable idear los mecanismos institucionales para dar a los mejores m¨²sicos un m¨ªnimo de apoyo institucional estable, ya que sin ellos nuestro patrimonio musical continuar¨ªa durmiendo el triste sue?o del olvido y de la ignorancia.
La ignorancia y la amnesia son el fin de toda civilizaci¨®n, ya que sin educaci¨®n no hay arte y sin memoria no hay justicia. No podemos permitir que la ignorancia y la falta de consciencia del valor de la cultura de los responsables de las m¨¢s altas instancias del gobierno de Espa?a, erosionen impunemente el arduo trabajo de tantos m¨²sicos, actores, bailarines, cineastas, escritores y artistas pl¨¢sticos que detentan el verdadero estandarte de la cultura y que no merecen sin duda alguna el trato que padecen, pues son los verdaderos protagonistas de la identidad cultural de este pa¨ªs.
Mi profundo desacuerdo con esta actitud y situaci¨®n, son la ¨²nica raz¨®n de mi renuncia al Premio Nacional de la M¨²sica 2014, y no, como algunos han querido dar a entender, por otras razones relacionadas con la actual situaci¨®n pol¨ªtica en Catalu?a y por asociarlo a mi claro apoyo al derecho de los catalanes de votar el pr¨®ximo 9 de noviembre. Llevo medio siglo de mi vida viajando con mi viola de gamba y mis m¨²sicos de Armenia, Turqu¨ªa, Israel, Marruecos, Siria, Bulgaria, Bosnia, Serbia, del viejo y del nuevo mundo, y mi hogar es donde se venera a la m¨²sica y la amistad. Pero en un mundo cada vez m¨¢s globalizado, no puedo olvidarme de mis or¨ªgenes, de mi lengua ni de mi cultura, pero esto nunca me ha impedido sentirme en casa tanto en Sevilla como en Paris, en Basilea o en Nueva York, en Toledo o en Florencia. Con la m¨²sica no se puede mentir, y el oficio de m¨²sico nos ense?a y obliga a escuchar, a compartir, a respetar, a dialogar, a buscar la armon¨ªa y, gracias a todo ello, podemos establecer nuevos puentes entre las culturas y las creencias m¨¢s diversas y alejadas.
Sobre las ayudas a los viajes y la medalla de la Generalitat
El Ministerio ha recordado tambi¨¦n, tal como ya mencion¨¦ en mi carta al ministro Jos¨¦ Ignacio Wert, que hemos recibido un total de 150.000 euros en ayudas para los viajes y giras en el extranjero, durante unos 6 o 7 a?os. Naturalmente hemos agradecido estas ayudas, pero las cantidades recibidas son tan limitadas (entre 21.000 euros y 30.000 euros al a?o) con relaci¨®n al n¨²mero de conciertos de m¨²sica patrimonial espa?ola que realizamos cada a?o en todo el mundo (m¨¢s de 80), que la peque?a cantidad que podemos asignar a cada concierto (un promedio de 300 euros), genera incomprensi¨®n en los mismos organizadores de festivales que nos invitan, ante las exigencias de la importante presencia de logos y menciones de colaboraci¨®n.
Tambi¨¦n se ha criticado que haya aceptado la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalu?a, es cierto que todav¨ªa hay mucho que hacer en algunos niveles. Pero es para mi una situaci¨®n diferente por el hecho de haber recibido desde 1991 una ayuda estable para La Capella Reial de Catalunya, extensiva desde los ¨²ltimos a?os a la Fundaci¨®n Centre Internacional de M¨²sica Antiga, completada por una ayuda a la difusi¨®n en el extranjero del Instituto Raimon Llull (aproximadamente una media de 430.000 euros anuales por los dos conceptos) y la cesi¨®n gratuita de algunos espacios hist¨®ricos para actividades de conciertos y grabaciones.
Vivimos en una ¨¦poca de grav¨ªsimas crisis; pol¨ªtica, econ¨®mica, ¨¦tica, social y cultural, a consecuencia de la cual una cuarta parte de los espa?oles est¨¢ en situaci¨®n de gran precariedad y m¨¢s de la mitad de nuestros j¨®venes no tiene, ni tendr¨¢ quiz¨¢s, posibilidad alguna de conseguir un trabajo que les asegure una vida m¨ªnimamente digna. Una crisis que anunciaba ya Tom¨¢s Moro en 1516, cuando dec¨ªa ¡°all¨ª donde todo se mida por el dinero, no se lograr¨¢ jam¨¢s organizar la justicia y la prosperidad social, a menos que consideres justa una sociedad en la que las mejores prebendas vayan a manos de los peores y que creas perfectamente feliz el Estado donde la fortuna p¨²blica sea la presa de un grupo de individuos insaciables de placeres, mientras la mayor¨ªa es devorada por la miseria¡± (Utop¨ªa: "Sobre la Justicia y la prosperidad social"). La prensa nos da a conocer cada d¨ªa nuevos casos de corrupci¨®n de pol¨ªticos y hombres de negocios, y al mismo tiempo se dan a conocer la lista de las 100 grandes fortunas de Espa?a, desvelando que aglutinan 164.424 millones de euros, y mencionando que sus fortunas hab¨ªan aumentado en un a?o un 9¡¯2%, mientras que el umbral de pobreza de la poblaci¨®n aumenta d¨ªa a d¨ªa (?solamente en una ciudad como Barcelona se ejecutan una media de 22 desahucios diarios de familias que no llegan a poder pagar su vivienda!). Esto nos hace recordar que vivimos en un mundo cruel y profundamente injusto, en el cual el 1% de la poblaci¨®n posee lo que necesita el 99%: mejores viviendas, mejor educaci¨®n, mejores m¨¦dicos y mejores formas de vida. Ahora bien, como se?ala Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa en el 2001, a esa minor¨ªa le falta algo?"que, al parecer, el dinero no ha comprado: la conciencia de que su destino est¨¢ vinculado al modo en que vive el otro 99 por ciento. A lo largo de la historia, es algo que ese 1 por ciento superior acaba aprendiendo... demasiado tarde".
Actualmente como observa con extraordinaria lucidez Tony Judt (1948-2010) "Nuestro culto contempor¨¢neo a la libertad econ¨®mica ilimitada, combinado con la intensificada sensaci¨®n de miedo e inseguridad, conducen a la reducci¨®n de las prestaciones sociales y a una regulaci¨®n econ¨®mica m¨ªnima¡ El miedo resurge como un ingrediente activo de la vida pol¨ªtica de la democracias occidentales. El miedo al terrorismo, por supuesto; pero tambi¨¦n, y quiz¨¢ de un modo m¨¢s insidioso aun, el miedo a la incontrolable velocidad del cambio, el miedo a la p¨¦rdida del empleo, el miedo a perder terreno frente a otros en una distribuci¨®n cada vez m¨¢s desigual de los recursos, el miedo a perder el control de las circunstancias y las rutinas de la propia vida cotidiana. Y, quiz¨¢ por encima de todo, el miedo a que ya no s¨®lo no podamos dirigir nuestra vida, sino a que tambi¨¦n hayan perdido el control quienes detentan la autoridad en provecho de fuerzas situadas m¨¢s all¨¢ de su alcance". Judt concluye defendiendo el lugar de la historia reciente en una ¨¦poca de olvido: "Creemos haber aprendido lo suficiente del pasado para saber que muchas de las viejas respuestas no funcionan, y puede que sea cierto; pero en lo que el pasado puede ayudarnos es a comprender la eterna complejidad de las preguntas?.
Nos dice Elias Canetti ¡°Cuanto m¨¢s la poblaci¨®n terrestre va volvi¨¦ndose m¨¢s densa, cuanto m¨¢s la vida se vuelve m¨¢s maquinal, menos podremos pasar de la m¨²sica. No est¨¢ lejos el d¨ªa donde ella sola podr¨¢ salvarnos de la ce?ida red de lo funcional, y es el primer deber de la inteligencia futura preservar de toda influencia esta formidable reserva de libertad. Ella es la historia viviente de la humanidad pues, sin ella, solamente poseer¨ªamos parcelas muertas¡±. Son todos los m¨²sicos actuales los que mantienen viva esta historia de la humanidad, pues con sus cantos y sus sonidos, con su talento y su sensibilidad, nos transmiten d¨ªa a d¨ªa, toda la belleza creada por todos los grandes compositores del pasado. Sin ellos, sin la emoci¨®n de este eterno renacer, que es el milagro del arte, dormir¨ªan el triste sue?o del olvido. Todo ello explica mi renuncia al Premio Nacional de M¨²sica 2014, convencido que este sacrificio ser¨¢ comprendido como un acto revulsivo en defensa de la dignidad de los artistas y pueda, quiz¨¢s, servir de reflexi¨®n para imaginar y construir un futuro m¨¢s esperanzador para nuestros j¨®venes.
Creo, como dec¨ªa Dostoyevski, que la Belleza salvar¨¢ al mundo, pero para ello es necesario poder vivir con dignidad y tener acceso a la educaci¨®n y a la cultura.
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