Las vacas viudas del nuevo a?o
Si el mal del toro no tiene arreglo, las vacas quedar¨¢n hu¨¦rfanas para siempre porque no habr¨¢ semental que las alegre, ni tentadero que las examine, ni fiesta que las necesite.
Se dice que de toros no entienden ni las vacas; normal, por otra parte, porque las pobres ni los catan. Solo algunas, las privilegiadas que aprueban la dura rev¨¢lida del tentadero, pueden gozar de la discutible fortuna de compartir con otras cong¨¦neres las bondades de un semental, alto y bien parecido, sin duda, pero, a todas luces, insuficiente para tanta vaca en amoroso celo.
Pero m¨¢s grave es el caso de los toros porque todos, a excepci¨®n del chuleta de la bella estampa y noble estirpe, llegan v¨ªrgenes a la plaza.
De tan cient¨ªfico planteamiento se puede concluir que las vacas no saben de toros porque solo el roce hace el cari?o y facilita el conocimiento del otro. Y demostrado queda que entre vacas y toros, poca cercan¨ªa y nula intimidad. ?Vaya¡!
?Qui¨¦n sabe, pues, de toros? El aficionado, no, porque solo los conoce desde el tendido los ¨²ltimos veinte minutos de sus vidas; ni el empresario, ni el apoderado, ni siquiera el torero, que lo que tienta en el campo son becerras, y no digamos el periodista, que gusta m¨¢s del trato con los de luces que con los de la capa negra.
?Qui¨¦n sabe, pues, de toros? El ganadero y sus hombres, sin duda, que son quienes conocen de verdad el adn de cada uno de sus animales, sus familias, las huellas de sus hermanos y el d¨ªa a d¨ªa de cada uno de los toros desde su nacimiento hasta el d¨ªa de su lidia.
Son muchos los que piensan que el toro es un misterio, que nadie sabe lo que lleva dentro y que, por lo tanto, es indescifrable el juego que pueda dar en la plaza. Pero hay quien opina que no, y asevera que el ganadero sabe el producto que tiene, como un padre conoce a sus hijos, y que, con la l¨®gica improbabilidad del comportamiento animal, puede adivinar, atisbar o adelantar lo que dar¨¢ de s¨ª la corrida seleccionada tras una sesuda reflexi¨®n.
En el hipot¨¦tico supuesto de que esta tesis tenga visos de realidad, pudiera concluirse que los ganaderos guardan un censurable y corporativista silencio a tenor del calamitoso estado de la caba?a brava.
El toro se ha ca¨ªdo siempre y ha padecido falta de casta y de raza desde tiempos inmemoriales; s¨ª, es verdad, pero nunca la crisis de afici¨®n ha sido tan profunda como ahora.
Se habla y se escribe hasta la saciedad sobre las veleidades de las figuras y se les justifica casi todo entendiendo que son el sost¨¦n de la fiesta. Craso error. La columna vertebral es el toro, y nadie parece estar preocupado en buscar una soluci¨®n a sus muchos males.
Durante nueve a?os, Joaqu¨ªn Vidal mantuvo en La Codorniz una secci¨®n llamada ¡®Las vacas enviudan a las cinco¡¯, una licencia humor¨ªstica del genial autor, pues demostrado queda que no conocen m¨¢s var¨®n que el semental, que, por lo general, suele durar una eternidad por su buena vida y constante actividad amatoria.
La que parece una triste viuda es la propia fiesta, que comienza el a?o 2015 con la escasa esperanza de que el toro recupere la vida y el h¨¢lito que devuelvan la emoci¨®n perdida.
Si el mal no tiene arreglo, las vacas quedar¨¢n hu¨¦rfanas para siempre porque no habr¨¢ semental que las alegre, ni tentadero que las examine, ni fiesta que las necesite.
El toro, el gran protagonista, no puede seguir siendo el gran olvidado. Si los ganaderos no piden auxilio, si persisten en su silencio y la fiesta al completo prefiere hablar de veleidades toreras, la tauromaquia lo lamentar¨¢. Sin duda¡
Dice Alvaro Domecq, ganadero de Torrestrella, en Mundotoro: ¡®Cada torero elige el toro que m¨¢s le gusta¡¯. Pero, ?hay toros en el campo que gustan a los toreros? Aun admitiendo que sobre gustos no hay nada escrito, cabr¨ªa otra pregunta: ?alguna figura se plantear¨¢ alguna vez lidiar toros que gusten al aficionado?
Babelia
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